Escenario

La tecolotera es la más reciente exposición de Ramírez Amaya

Una nueva propuesta con el estilo único de Arnoldo Ramírez Amaya, "El Tecolote", quien sigue sorprendiendo en el arte guatemalteco.

Ramírez Amaya mientras comparte detalles de su nueva exposición llamada La tecolotera.  (Foto Prensa Libre: Pablo Juárez)

Ramírez Amaya mientras comparte detalles de su nueva exposición llamada La tecolotera. (Foto Prensa Libre: Pablo Juárez)

Hablar con Arnoldo Ramírez Amaya es un encuentro con una filosofía de vida en libertad y sin temor a expresarse.

El pintor, grabador, escultor y escritor está actualmente promoviendo a sus 74 años una nueva exposición llamada La tecolotera.

Esta es una retrospectiva de algunas de sus obras y un trabajo que trae parte de su estilo particular en la que retoma ideas que quedaron en algún momento en el tintero y también un encuentro innovador con algunos de sus temas más explorados que traen a la naturaleza vista desde su propio mundo.

En total se tendrán más de 80 dibujos y siete pinturas, la gran mayoría trabajado a partir de enero.

La Tecolotera viene con un sentido especial y es darle la bienvenida con arte a dos invitadas especiales en su vida, a sus hijas Karla y Paulina, quienes viven en el extranjero y estarán de visita en Guatemala. “Es una forma de acercarlas a sus orígenes y conozcan cómo es su patria y quién soy yo”, dice el artista.

Arnoldo Ramírez Amaya trae una nueva exposición con casi 90 piezas. (Foto Prensa Libre: cortesía)

La muestra estará a partir del martes 25 de junio hasta el 8 de julio, en la Galería El Túnel, ubicada en la 16 Calle 1-01 zona 10. El horario es de lunes a viernes de 9.30 a 19 horas y sábados de 9.30 a 13 horas.

Sin detenerse

Ramírez Amaya parece que nunca deja de producir. Sus hábitos se centran en pintar siempre con la luz de sol porque la luz eléctrica no deja observa los colores en plenitud y por la noche y madrugada se dedica a escribir y solucionar otras cosas, hasta que llegan las tres o cuatro de la mañana.

Sobre su actual obra dice que sigue experimentando. No hay nada que no pueda utilizar para crear sus trabajos un trapeador, una escoba o sopletes, nada escapa a su proceso creativo.

En realidad desde niño ha aprendido a utilizar todos los recursos. Asegura que es influencia de su mamá quien notó que los cuadernos eran insuficientes, así que en el patio de su casa creó un espacio para creará con palitos y así no parara de dibujar.

El trabajo de Ramírez Amaya, “El Tecolote” sorprende por la diversidad de temáticas y técnicas que desarrolla. (Foto Prensa Libre: servicios).

“La gente no creería con la velocidad que resuelvo las cosas”, dice mientras describe que en su taller tiene toneles de colores que ha creado con mezclas que solo él conoce y los guarda por si necesita más adelante esos tonos exactos.

También hace una crítica al arte moderno, “existen pocos artistas de alto calibre, los hay, pero no podemos pretender que todos sean artistas”, agrega.

Espero que de Guatemala surjan muy buenos pintores y dibujantes y que exploren la herencia cultural que existe.

“Los jóvenes están preocupados por hacerse ver y están fusilando sus propuestas de las revistas y se olvidan de lo que es Guatemala”, asegura mientras agrega que el trabajo de los artistas es importante para la evolución de la cultura guatemalteca.

“Para ser artista no hay que prepararse, eso se trae, pero hay que ser honesto, responsable y virtuoso. Quien nace con este destino no debe esperar llenarse de dinero porque nunca va estar satisfecho”, comenta, mientras aclara que el éxito es sentirse satisfecho en el interior y “quienes traen en su destino el arte y lo desprecian, lo van a pagar muy caro”, expresa.

El artista además se define como un hombre de fe. “No creo en Dios, pero si soy un hombre de fe, creo en mí, creo en el amor, creo en la ciencia, en el arte y en los pepitazos (golpe con algo o disparos)”, mientras ríe a carcajadas.

El paso del artista

Ramírez Amaya nació en una época de campo para Guatemala, el 26 de noviembre de 1944, a un mes de la Revolución que marcó un cambio para el país.
Es conocido tambén como El Tecolote, su mamá lo describió una vez como un tecolotío porque siempre le acompañaba despierto sin importar la hora de la noche y desde ahí la figura de esta ave nocturna se ha convertido no solo en su apodo sino en una obsesión.

Ramírez Amaya abandonó sus estudios formales para convertirse en un autodidacta y se ha convertido en uno de los artistas guatemaltecos más reconocidos por su talento. (Foto Prensa Libre: Pablo Juárez).

A la fecha ha dibujado miles de tecolotes. En una anécdota comenta que el primer tecolote que hizo fue en una pintura en 1966.

Estudió en el Instituto Adolfo V. Hall y en la Escuela Politécnica. También pasó un tiemporpor la Escuela Nacional de Artes Plásticas y en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac).

En su caminar se encuentran exposiciones en Londres, Bélgica, Chile, Francia, entre otros países.

Creó varios murales en la Universidad de San Carlos, inspirado en la represión militar de esa época. El mural de este artista en el edificio T2 (Farusac), de la Facultad de Arquitectura de la USAC, forma parte de una propuesta creada por él y pintada en colaboración con otros artistas, del colectivo Brigada Otto René Castillo, a la cual perteneció también el escritor Marco Antonio Flores.

El artista Ramírez Amaya explora en sus técnicas y colores. (Foto Prensa Libre: cortesía).

También cuenta con varios libros como El cantar del tecolote y El pájaro sobreviviente, Palic Chirachic y Sobre la libertad, el dictador y sus perros fieles.

Amaya también recuerda su amistad con Gabriel García Márquez y quien escribió el prólogo del último libro mencionado, en 1976. “…de modo que Ramírez Amaya nos ha hecho con este libro, entre otros muchos favores, el inmenso favor de ponernos en guardia contra el olvido. Aquí está. Vuelvan la página, y apréndanse de memoria esta pesadilla”, escribió el escritor en aquellos años.
En el 2005 Luis Urrutia hizo un documental sobre su vida llamado El pájaro sobreviviente.

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