Así lo sostiene un equipo de arqueólogos del Centro de Paleoecología Humana y Orígenes Evolutivos y el Departamento de Arqueología de la Universidad de York en un estudio publicado en Oxford Journal of Archaeology. Para estos expertos, los niños de esta especie mantenían en realidad fuertes vínculos emocionales con su grupo social más próximo.
La arqueóloga Penny Spikins, que ha coordinado el ensayo, destaca que esa infancia era sutilmente distinta de la de los humanos modernos. El análisis de sus enterramientos sugiere que los niños tenían un papel importante en las comunidades y los enfermos o heridos eran cuidados durante meses o incluso años.
Los cuerpos de los fallecidos recibían igualmente una particular atención, hasta el punto que sus sepulturas son más elaboradas que las de otros individuos. Según parece, los neandertales vivían en grupos relativamente pequeños y aislados, lo que pudo favorecer el desarrollo de conexiones emocionales en el interior de los mismos y moldear su infancia de una particular forma.
“Tradicionalmente se ha mantenido que en esta especie la niñez era extraordinariamente ardua, pero esto se corresponde con una idea preconcebida que considera a los neandertales inferiores y que su incapacidad para proteger a sus pequeños es una muestra más de su declive”, señala Spikins.
“Los desafíos a los que debieron enfrentarse en su infancia no difieren de los que tuvieron que superar los humanos modernos en el Paleolítico o incluso los que aún hoy viven en comunidades de cazadores en zonas muy frías del globo. Existe una diferencia fundamental entre una niñez dura y una niñez vivida en un entorno duro”, añade la arqueóloga.