Esta casa del arte, conocida en todo el mundo como el Museo de Miguel Ángel por el grupo de esculturas de Esclavos y David, es única por su colección de tablas embellecidas con pan de oro —lámina fina de oro—. En esta semana es visitada por miles de personas de diferentes países, quienes durante horas hacen largas filas para poder ingresar.
Piezas
Estas son algunas de las piezas que se pueden apreciar en el recinto: Descendiendo de la Cruz, un interesante óleo sobre madera, obra de Filippino Lippi y Pietro Perugino, que formaba parte de un conjunto de tablas encargado por los frailes servidores de la Santísima Anunnziata de Florencia para el altar mayor.
Lippi empezó a trabajar en la pieza en 1504 e hizo toda la parte superior, excepto el cuerpo de Cristo. Después de su fallecimiento, en el mismo año, Perugino continuó la obra y la concluyó en 1507.
Llanto sobre Cristo muerto sobre la Virgen, de Santi di Tito, es un óleo sobre tabla procedente de la Capilla de la Fortezza da Basso, de Florencia. El cuadro retrata a Jesús bajado de la cruz, rodeado de su madre, María; Juan Bautista, Catalina de Alejandría y el donante, trajeado con la armadura que lleva los escudos de los Caballeros de San Esteban, un personaje que no ha sido posible identificar con seguridad, a pesar de numerosas hipótesis.
La peculiar sensibilidad cromática hace suponer que la fecha de creación fue alrededor de la última década del siglo XVI, período en que Santi di Tito estaba enormemente influenciado por el colorismo de Cigoli.
El cuadro El árbol de la vida, de Pacino di Buonaguida, refinado en el dibujo, ilustra el contenido del Lignum Vitae de san Bonaventura —serie de 48 meditaciones devotas sobre la vida de Cristo—, aunque no faltan escenas y frisos que aluden a los textos bíblicos. El tema ilustrado es el de la genealogía de Cristo, que aparece colgado de una cruz con forma de árbol, cuyas raíces ahondan en un monte rocoso, símbolo del Calvario.
La enorme tabla Descendimiento de Cristo fue pintada por Agnolo Bronzino, por encargo de Cosme I de Medici para la iglesia de los Frailes Menores Observantes de Portoferraio, Livorno, donde llegó transportada en nave a lo largo del río Arno. En el extremo izquierdo superior se reconoce en el viejo barbudo, en segundo plano, el autorretrato del artista.
La obra llegó a la Galería de la Academia en un estado de conservación deplorable, debido a las numerosas vicisitudes de la que había sido objeto, a partir de un devastador incendio que ocurrió en la Iglesia; sin embargo, una reciente y difícil restauración, en el 2005, devolvió a la luz sus notables cualidades artísticas.