Te escucho respirar con rumor de bosque y callar con desolación de planicie árida donde alguna vez hubo árboles, flores, bejucos.
Me quedan dos minutos y aún tengo tantas impresiones por comprimir en una cápsula que lanzaré al espacio, como si no fuera a recordar tales palabras nunca más, como si no volviera a verte mañana.
Me encanta la expresión boquiabierta de tus contradicciones y el colchón de nubes donde descansan tus cordilleras desnudas. Me fascina cómo resbalan por tu cuerpo las gotas del rocío que me reviven la esperanza de hacerte feliz.
Quedan unos segundos apenas para decirte adiós y cerrar los ojos, Guatemala. Estoy enamorado de ti y quisiera que al volver a abrirlos sufrieras menos, que ya no lloraras por las tropelías de los corruptos y los prepotentes, ni por las muertes de tantos hijos tuyos, por hambre, por violencia o por indiferencia.