Como Dorothy Pflug pertenece al comité de amigos del Museo de San Diego, entre las múltiples visitas fuimos invitados a la exposición de una colección particular. De la misma hay algunas cosas que meditar.
Me llamó la atención que las 59 piezas de la colección fueron adquiridas, probablemente en México y por la Internet, en apenas seis años. La inversión, indudable, contrasta a primera vista con la necesidad de llenar el espacio con piezas de grandes dimensiones.
En beneficio de los extraños resultados alcanzados por el propietario, Jaime Chaljón, todos los que coleccionan obras de arte y las colocan en sus espacios se convierten en curadores y museógrafos de su entorno. No necesariamente buenos, pero al final llenan la función íntima de modificar su espacio buscando un nuevo orden.
Mi primera impresión fue pensar que Chaljón coleccionaba arte neoclásico. Esto, porque en el patio de acceso recibe a las visitas un extraordinario león tallado en mármol. Al entrar a la casa hay un par de Venus, también correspondientes al estilo.
Sin embargo, había algo que no concordaba. Pregunté y me dijeron que, en efecto, no eran del siglo XIX. Sí estaban talladas en Italia, a la mejor usanza de las que adquirían las casas contratistas de antaño y los productos que se encontraban al por mayor en las Exposiciones Universales del pasado.
La escultura, en general, domina la escena. El coleccionista ha desarrollado un vínculo notorio con el desnudo y especialmente, con el producido por los escultores Jorge y Javier Marín. Es tanta la obra de estos artistas que Chaljón puede ser entendido como uno de sus mecenas. El Arlequín del primero, barro quemado de Zacatecas, sobresale en el conjunto por sus características formales.
Entre ellas destaca el desarrollo al máximo de la idea y los colores tan peculiares del esmaltado. El listado incluye trabajos de Raúl Anguiano, Arnaldo Coen y Raymundo Martínez, entre otras destacadas firmas.
El óleo de Martínez, Volcán, me interesó sobre las demás pinturas por estar confeccionado en el mejor espíritu de la escuela paisajista de México.
El mundo es pequeño y a la reunión llegó un tenor que mencionó que en Guatemala había uno de los mejores barítonos latinoamericanos, refiriéndose a Luis Felipe Girón May. El comentario surgió porque el comité del Museo de San Diego hizo girar un documento solicitando ayuda para los damnificados del huracán en Guatemala.