Hayek confiesa que en un primer momento pensó que su testimonio no era necesario, puesto que ya había suficientes mujeres que habían alzado su voz y no creía que su testimonio fuese a cambiar nada, pero finalmente se dio cuenta de que contar su historia sería el único modo de “resolver” ese “capítulo” de su vida.
La actriz define a Weinstein como un “apasionado cinéfilo, un hombre atrevido, un mecenas de la industria del cine, un padre cariñoso y un monstruo” y detalla el infierno que supuso trabajar junto a él en la película Frida en 2002.
La intérprete se pregunta si fue su amistad con importantes figuras como Quentin Tarantino, George Clooney, el director de cine Robert Rodríguez y con quien entonces era la esposa de éste, la productora Elizabeth Avellan, lo que la salvó “de ser violada”.
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Hayek recuerda cómo en una ocasión Weinstein hizo salir a todo el equipo del set de rodaje excepto a ella, y le recriminó que interpretase a Frida Kahlo con su singular uniceja, ya que esto la hacía menos atractiva y, según él, su única valía como actriz era su “sex appeal”, y “no había nada de eso en la película”.
Tras esta disputa, el productor le dijo que anularía la película, aunque finalmente aceptó seguir con el rodaje siempre que Hayek accediese a grabar una escena de sexo con la actriz Ashley Judd, que también denunció acoso por parte de Weinstein.
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El día que tuvo que grabar la escena de sexo, sufrió un ataque de ansiedad, “por primera y última vez” en su carrera, y empezó a llorar mientras su cuerpo temblaba de forma descontrolada.
“No estaba así porque fuese a estar desnuda con otra mujer. Lo estaba porque iba a estar desnuda con una mujer para complacer a Harvey Weinstein”, señaló la actriz.
Hayek espera que su historia sirva para entender “por qué es tan difícil” denunciar y por qué sus compañeras han esperado tanto tiempo antes de hacerlo.
“Los hombres han acosado porque podían. Las mujeres están hablando ahora porque, en esta nueva era, al fin pueden”, concluye Hayek.