Escenario

Serpiente entra al hospital

Desde la ventana del hospital la ciudad se mira mucho más radiante de lo que en realidad es. Como una de esas pantallas de alta definición: los azules se ven más azules; los verdes, más verdes, y los techos siguen oxidados, ruinosos, pero para quien está confinado por situación de enfermedad o violencia, hasta románticos y nostálgicos parecen.

Una lágrima se asoma al ojo de don Juan De la Rosa Ceballos, de 83 años, quien entró con dos piernas, pero solo saldrá con una. No es acertijo de la esfinge de Edipo, sino efecto de la diabetes que lo aqueja. El dolor es insoportable, dice. Es por dentro, agrega. Ya el médico le dijo que se la va a amputar arriba de la rodilla.

El dolor aquí se destila como un ajenjo que nadie quiere tomar. Tal vez los guardias penitenciarios que vigilan a un reo ya estén acostumbrados a ver pasar camillas, entablillados, brazos atornillados con tutores inmisericordes pero necesarios.

Los jóvenes practicantes bajan por las rampas conversando, los familiares que llegan tarde van apurados con el deseo de estar al menos 10 minutos con el tío, la prima, el papá operado.

Por supuesto que al entrar nos recibieron con un abrazo: un par de guardias revisan con diligencia a los primeros de la fila, pero como esta es una serpiente que llega hasta la esquina, ya a los últimos solo les pasan las manos en el aire por la cintura, como si estas tuvieran detectores de metales.

ESCRITO POR: