Fue así como en 1962, varios integrantes de la entidad se reunieron para establecer el 27 de marzo como Día Mundial del Teatro: fecha en que, según ha apuntado el instituto, se celebra la actuación y la puesta en escena dada la importancia que tiene frente a las audiencias.
Durante los últimos 61 años, esta fecha ha permitido recordar que las obras de teatro tienen posibilidades transformativas a niveles educativos, comunitarios, sociales, culturales y de entretenimiento.
Aunque el Día Mundial del Teatro se celebra el 27 de cada marzo, lo cierto es que alrededor del globo se realizan actividades durante todo el mes para conmemorar el poder de la reinterpretación de la vida frente a un público.
Iniciativas como las de la Red Guatemalteca de Teatro, que por año consecutivo impulsó el Festival Nacional de Teatro, historias universales como El Diario de Ana Frank a cargo de la Compañía de Teatro de la Universidad Popular, clásicos locales como Un Loteriazo en Plena Crisis, o proyectos regionales como el Encuentro de Teatro Feminista Centroamericano, son varios de los esfuerzos que han insistido durante el último mes en la importancia de atraer más personas al teatro.
Frente a un panorama que ha presentado distintas obras coexistiendo en mismo lugar y tiempo, incluso, dos años después de una nula actividad, cabe la importancia de preguntarse por el vínculo entre los públicos y las historias que llegan a conocer.
Escritores y dramaturgos que iniciaron su carrera a principios del siglo XX, como el brasileño Augusto Boal, veían la creación escénica como herramienta para el cambio social y que suponía un empoderamiento en las personas, quienes, al acercarse en un proceso de actuación colectiva, podían transformar sus opresiones e imaginar sociedades más justas.
Por otro lado, la ensayista y crítica cultural estadounidense Susan Sontag decía que el teatro era una forma vital de arte que llevaba a las personas a comprometerse frente a las complejidades del mundo en maneras significativas.
Dentro de esas complejidades puede nombrarse en particular la violencia, sobre todo, por el lugar que ha ocupado históricamente en el teatro.
“La tragedia griega, que es la puerta monumental de donde sale el teatro de occidente, nos cuenta que incluso la violencia del ser humano inicia en la familia (por obras como Edipo Rey o Medea). La comedia se pone en escena, pero ¿de qué se ríe el público? De las tragedias que ocurren a los personajes”, argumenta Alfredo Porras Smith, actor y director guatemalteco con más de 50 años de carrera teatral.
Porras explica que no puede haber una obra de teatro sin conflicto que involucre violencia o un problema. “Si no lo presenta, no funciona. Aristóteles decía que la obra se dividía en la presentación los personajes, la parte medular donde se encuentra el conflicto y, por último, la resolución de este”, argumenta.
Guatemala sostiene una tradición artística teatral en la que, el llamado teatro político ha buscado evidenciar un ramaje de pequeñas y grandes violencias que atraviesan a los habitantes del país. Obras como Papá Natas escrita por Manuel Galich (1953) o El Corazón del Espantapájaros (1962) de Hugo Carrillo presentan historias donde la moral y el abuso de poder rigen los espacios sociales.
Porras Smith también explica que en Guatemala la violencia se ha convertido en un tema implícito a la hora de pensar la creación literaria de obras. “Es algo que está en nuestro diario vivir y eso responde a por qué se debe insistir en las narrativas, porque no hay teatro que no contenga incluso pequeñísimas dosis de violencia”.
Para aproximarnos más a la violencia, la socióloga y catedrática en la Universidad Rafael Landívar, Silvia Trujillo dibuja una perspectiva sobre lo que puede entenderse como la experiencia de violencia: “(…) tiene que ver con cómo la persona que sufrió el acto lo vive y cómo le atraviesa de acuerdo con sus contextos de vida. Ninguna forma de violencia debe demeritarse”, enfatiza.
La especialista señala que en Guatemala dentro del marco legal se reconoce la violencia a través de distintas nomenclaturas, por lo que puede haber violencia de tipo física, psicológica, sexual y económica.
Trujillo menciona que los efectos de esta violencia pueden llevar a que el dolor colectivo politice y es allí donde las artes, así como el teatro pueden entenderse como lugares para el reconocimiento de la vida común donde persisten las violencias.
“El arte tiene la potencialidad de ser una herramienta de transformación sea para quienes participan en la pieza como en los distintos públicos. Al verlo, permite que la realidad interpele”, comparte la investigadora.
Luis Carlos Pineda, quien desde la plataforma Andamio Teatro Raro ha propuesto historias que versan alrededor de la violencia cotidiana en Guatemala, opina que narrar sobre las heridas sociales resulta necesario en un territorio en el que crecimos escuchando sobre invasiones, caudillos, golpes estado y guerra.
“Creo que hay un papel importante en quitarle esa normalidad a la violencia y hacerlo ver como un hecho del que hay que hablar porque en muchos lugares no se habla de ello porque no se tiene conciencia de lo que está pasando. Humanamente vivimos muchas violencias en silencio, y cuando estas se llevan a escena pueden llegar a cobrar otros significados”, sostiene el dramaturgo.
Luis Carlos asegura que, en cuanto a las dificultades que tiene el teatro social –incluido un pequeño público– queda proponer y evitar la revictimización de las historias lamentables en el país y el mundo.
“Uno de los grandes retos que tenemos los dramaturgos es contar la violencia, pero que no sea en vano. Es importante que sea útil para encontrar respuestas, sensibilizar a la gente o para sacarnos de esta forma de vida que hemos normalizado en la violencia. Hay que seguir hablando de la vida y la sociedad”, comparte Pineda.
Entre una gran lista de obras que existen en la historia del país, cabe mencionar siete puestas en escena nacionales que han reflexionado sobre la violencia en diferentes magnitudes.
El tren amarillo – Manuel Galich (1950)
Galich, al ser uno de los directores más recordados del teatro político, propuso esta obra la cual llevaba sobre el escenario el tema sobre las huellas económicas y políticas de Estados Unidos en Guatemala durante el siglo XX.
Al tratar sobre el intervencionismo estadounidense, Galich representaba en el teatro de la Universidad Popular, escenas que remitían a la explotación en las fincas bananeras de la costa, así como el racismo, la violencia y la muerte dicho contexto.
Delito condena y ejecución de una gallina – Manuel José Arce (1969)
Recordada por muchos como una de las obras más escandalosas de la historia local, dada la muerte que se le provocaba a una gallina sobre el escenario, esta historia cuestionaba el consumismo y la violencia política del Estado durante las décadas de 1950 y 1960. La obra partía del llamado teatro pánico e invitaba a que la audiencia reflexionara sobre los abusos de poder desde el gobierno.
Kaji’ Imox – Grupo Sotz’il (2005)
Evocando las escenas de resistencia ante la dominación española, el Grupo Sotz’il presentó esta obra la cual narraba el episodio dentro de la narrativa kaqchikel en el que, los combatientes Kaji’ Imox y B’eleje’ K’at encabezaron la afrenta contra las dominaciones y abusos de los españoles que colonizaron el territorio de Chi Iximche’ en 1524.
Naciendo – Las Poderosas Teatro (2014)
Esta puesta en escena explora la historia de cuatro mujeres quienes se conocen luego de haber atravesado huellas de dolor familiares e interpersonales frente a la historia del país.
En su momento de estreno, las integrantes explicaban que la obra les llevaba a “recordar, tratar de entender la sombras y la luz, nombrar, cantar o hablar sobre cómo hacemos el amor, fue una forma de mirar a los ojos ese camino tan ancho que cada una de nosotras guarda adentro”.
Quizá – Roxana Ávila y Magdalena Morales (2015)
Estrenada en 2015 y hasta la fecha presentada en varios países, Quizá es una puesta en escena donde su actriz al interactuar con títeres permite comprender un juego de tiempo donde la memoria y la experiencia femenina se vinculan a la espiritualidad y la historia de un territorio universal.
Mercancía de Primera – Artistas Trabajando (2016)
La propuesta busca reflexionar sobre la “violencia simbólica” y el lugar que ocupa en la forma de ver y entender lo “estético” el imaginario de la sociedad.
Según explica Margarita López, del grupo Artistas Trabajando, la obra habla sobre cómo la invasión visual y la cultura popular afecta la autoestima y crea rivalidades a través de competencias que desatienden la libertad, en particular entre las mujeres.
Bufones – Andamio Teatro Raro (2022)
Propuesta como una narrativa “humorística” y tratada desde la ironía, así como lo grotesco y lo perverso, la obra presenta a cuatro bufones quienes son condenados a muerte por orinar el banquete del rey durante una presentación oficial.
“Hartos de las vejaciones de la corte, de la injusticia rampante y de su oficio de entretenedores; deciden reivindicarse, aunque les cueste la vida. En capilla ardiente recuerdan las escenas que representaron, develan sus verdades y se despojan de toda máscara”, explica la sinopsis.