Escenario

Verdaderos payasos

El buen payaso es inteligente y considera aún más inteligente a su público. No se desgasta en copiar las rutinas de otros ni escucha chistes en Youtube para después hacerles versión local.

El buen payaso es raro, no porque tenga movimientos sospechosos, sino porque es difícil encontrarlo: es casi un loteriazo.

A menudo nos encontramos con payasos que deberían dar una comisión de lo que cobran al propio público de la piñata, bautizo o primera comunión.
Con mucha frecuencia, el gracioso Cachorrín, Zipititín, Tartaletito o como se llame, pide voluntarios del público: niños o adultos o ambos.

Ya nos sabemos el desfile inicial que hace llamando a los niños como superhéroes, como artistas o como países en un concurso de belleza. A un pequeñito le dice Spiderman; a auna niña de pelo ondulado, La mujer maravilla, a otro más Ironman y al último, así con un dejo de broma para que todos se rían le dirá el Chapulín Colorado o el Rayo Chapín, para que el público se ría. Después tendrán que bailar o pelear por una silla musical.

Llega el turno de los papás “voluntarios” que deben pasar frente a la concurrencia. Ya sea para otra broma de comparaciones o para un truco de magia que tiene dos o tres risas a costa de la obesidad, la delgadez, el tono de piel o el tipo de cabello.

Cierto es que hay payasos blancos, de humor ingenioso, pero lamentablemente, son contados.

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