Vida

Guatemala, ayer (II parte)

En esta columna, el primero de diciembre, se inició un breve recorrido retrospectivo de lo que llegó a ser la capital guatemalteca en los siglos XVIII, XIX y XX.

Las transformaciones y los registros que impresionaron a los testigos son hoy fuentes que permiten acceder a un pasado olvidado por la desidia del presente.

A partir de su traslación, el ritmo en el crecimiento de la ciudad capital se vio afectado por diversos factores. Entre ellos hay que destacar que la monarquía española estaba pasando por momentos difíciles debido a múltiples razones políticas y no podía dedicar la atención necesaria al crecimiento de sus colonias. Esta misma situación desembocó en la independencia de muchos de sus más importantes bastiones americanos, entre ellos, México y Centro América.

Entre 1776 y 1821 (cuando termina el período colonial) fue marcado por el intenso ritmo de tipo constructivo. La ciudad, salvo algunos edificios como el templo del Cerrito del Carmen y algunas haciendas establecidas en el valle, partía de cero. La culminación de cada proyecto dependía de la cantidad de dinero que pudiera invertirse en él. También existía el factor del estilo y las preferencias locales por encima de las tecnologías artísticas de moda en Europa.

Jorge Luján Muñoz indica que en las nuevos inmuebles se trató de que ?se hicieran según la nueva corriente neoclásica. Sin embargo, la aplicación de esa otra moda artística resultó variada por diferentes razones: si el edificio pertenecía a la Corona o se construiría con fondos reales, si era público o privado, religioso o seglar, y también el tiempo que se había invertido en la construcción…? Al final y de acuerdo con la ?combinación de esas variantes la arquitectura tuvo un carácter más o menos neoclásico o un tipo de clasicismo diferente?.

Un buen ejemplo del tiempo invertido en las obras urbanas del período es el de la Catedral Metropolitana. Aunque la construcción se inició en 1782 según los diseños de Marcos Ibáñez, ésta no fue completada hasta 1871 cuando finalmente fue colocada la campana conocida como ?La Chepona?, fundida en los talleres de Julio Vassaux.

Todavía, según las notas de Ernesto Aguilar Chinchilla, en 1867 se estaba trabajando en la torre norte. A pesar de la tardanza hay que apuntar que fue mucho más afortunada la construcción de ésta que la de su homónima de Santiago de los Caballeros. La segunda jamás se terminó debido a la actividad sísmica de los siglos XVI, XVII y XVIII.

Otra de las atracciones de la Nueva Guatemala de la Asunción la constituyó la Fuente de Carlos III. La misma fue comisionada a Antonio Bernasconi quien, el 27 de agosto de 1783, presentó dos versiones para que se eligiera la mejor. Este arquitecto falleció, sin concluir la obra, el 28 de octubre de 1785, por lo que la terminó Manuel Barrucho (o Barruncio).

La fuente fue inaugurada el 18 de noviembre de 1789 para la proclamación de Carlos IV en el centro de la plaza de armas. Reyna Barrios, en 1892, la mandaría a desmontar. El conjunto, durante los días posteriores a la Independencia, ya había perdido la estatua ecuestre de Carlos III. Después sería colocada, en el año de 1933, en el emplazamiento que hoy ocupa en la Plazuela España (Vitteri, Ernesto, 1977). Continuará…

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