Unaerc fue creada el 24 de abril de 1997, a través del acuerdo gubernativo 323-97, con el objetivo de atender a pacientes de escasos recursos con enfermedades renales crónicas, brindando servicios especializados, y se reconoce que él fue parte esencial de la fundación de la clínica, a la que discretamente llamó por un tiempo “proyecto X” hasta que se materializó, después de 13 años de trabajo, con gran apoyo de los caballeros de la Soberana Orden de Malta. Actualmente atienden a más de cinco mil 800 pacientes. Se comenzó solo con 160.
La unidad también creció en estos años, y tiene sedes en Escuintla, Retalhuleu y Jutiapa.
El retiro de Bethancourt coincide con sus 80 años de vida, que cumplió un día después de despedirse de Unaerc y una historia que representa a un hombre que por más de 50 años se ha dedicado a la medicina y también es un gran luchador, sobreviviente de cáncer de pulmón y de colon.
Bethancourt es parte de la historia de la medicina guatemalteca. Fue parte de la creación de la Asociación Guatemalteca de Nefrología en 1976, y su nombre forma parte del equipo que logró el primer trasplante renal exitoso institucional en 1986, en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), donde también empezó su experiencia con la diálisis peritoneal —una forma de eliminar los desechos de la sangre cuando los riñones ya no pueden realizar esa función de manera adecuada—, entre otras acciones y tratamientos que ofrecen una mejor calidad de vida a los enfermos renales.
La decisión de cambiar su rutina no quedará solo en una época de descanso porque ya tiene planes para seguir la investigación renal y otros proyectos personales.
En esta entrevista, en sus últimas horas a cargo de la institución, compartió más de su historia y de su caminar en la medicina.
¿En qué momento se decide por estudiar medicina?
Tenía muchas aspiraciones espirituales, y por un momento tuve la oportunidad de encontrarme con el prójimo asistiendo a actividades religiosas, y me pude complementar más con las necesidades de la gente y las comunidades.
Una de las carreras que más me acercaba a ellas era la medicina, así podía hacer algo útil, y gracias a Dios me fue bien e hice mis estudios en la Universidad de San Carlos de Guatemala, en el Hospital Roosevelt y tuve la oportunidad de irme a especializar a México.
En ese tiempo no existían aquí las especialidades, y a los pacientes renales no había quién los atendiera, y vi una rama abandonada y pensé que lo mejor era dedicarme a ellos. Tuve familiares cercanos con estos padecimientos.
Usted fue parte del equipo que hizo el primer trasplante en el país.
¿Qué nos dice de la evolución de este tema a nivel nacional?
Antes llamaban al médico nefrólogo después de hablar con el sacerdote, cuando el paciente estaba a punto de morir. Ha sido una lucha titánica para que los médicos refieran más rápido a los pacientes con los especialistas.
Es curioso, cuando se creó la primera unidad de hemodiálisis y vino la primera máquina para ayudar a pacientes fue porque falleció de insuficiencia renal el hermano de un gerente del Seguro Social, luego el hermano de otro médico falleció de esta enfermedad y esto despertó el interés de los expertos para crear la unidad de trasplante en esa institución.
Siempre hubo alguien vulnerable con historias cercanas que permitieron que el tema avanzara, no sé si el presidente Álvaro Arzú en ese entonces tenía algún familiar o amigo cercano que pasaba por la enfermedad renal, pero nos dio la aprobación para crear Unaerc.
¿Recuerda el primer día de estar dentro de Unaerc?
Fue una gran alegría cuando se abrieron las puertas y los pacientes empezaron a entrar. Atendíamos con banquitos y algunos escritorios; así comenzamos.
Unaerc es un caso de ejemplo en la región. ¿Imaginó cómo crecería esta institución, que incluso tiene sedes departamentales?
Era desde el principio nuestra inquietud, cuando estábamos haciendo nuestra práctica de la especialidad en los hospitales nacionales o el IGSS el presupuesto de pacientes renales era alto y surgió la necesidad de que se creara una unidad única, se hizo el proyecto, se luchó y se logró, y la voluntad política de ese entonces lo vio con buenos ojos. Al principio todos colaboraron, pero en el camino se politizó la institución en cierto sentido y se fue quedando esta unidad como la única para atender pacientes renales que no estuvieran cubiertos por el seguro social, no se cobra por ningún servicio.
Han sido luchas intensas por los distintos equipos administrativos para obtener el presupuesto que nos lleve a sostener esto. Se tienen 200 millones para atender 5 mil pacientes en seis sedes y queremos seguir con la descentralización y en un futuro llegar a Quetzaltenango y Santa Rosa, pero para todo eso se necesita inversión económica.
¿Qué requiere la unidad actualmente?
Necesitamos una instalación propia, ya tenemos el terreno pero falta presupuesto para construir nuestro propio edificio en las cercanías del Hospital Roosevelt.
¿Qué otros sueños tiene sobre el tema renal en Guatemala?
Que los pacientes tengan todas las facilidades, les damos gratis el tratamiento, pero no los medicamentos porque no nos alcanza. El paciente recibe atención, pero debe comprar su medicina, mi idea es que sea como en el Seguro Social que cada uno reciba todo.
Es preciso que al paciente renal se le vea con caridad, no solo es el paciente sino el contorno, su familia.
¿Cuál sigue siendo la necesidad de la enfermedad renal en Guatemala?
La prevención. Hay que prevenir y en este proyecto último que se está haciendo en Unaerc se tiene un acercamiento con la atención primaria de la salud en el Ministerio de Salud Pública, el contacto con medios de comunicación para llevar este mensaje y también se trabaja con familias y niños, por medio del Ministerio de Educación para frenar la enfermedad renal que es una epidemia. El éxito está en la prevención y el trasplante y lograr una mejor calidad de vida y mejor atención.
Existen ocho reglas de oro, que van desde mantenerse activo, llevar un control regular de los niveles de glucosa en la sangre, monitorear la presión arterial, comer saludablemente, mantener una ingesta de líquidos, no fumar ni automedicarse, así como revisar la función renal, si se tiene uno o más factores de riesgo.
Para concluir la entrevista, el médico Bethancourt comparte que se encuentra comenzando un tiempo de descanso, pero dentro de poco seguirá dedicándose a la investigación.