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Al igual que todos los nazarenos del floreciente barroco, es una imagen procesional de vestir de cuerpo tallado completo, con rasgos que logran estremecer lo más recóndito del corazón de los feligreses, ya que conjuga una mezcla entre lo humano y lo divino.
Su expresión, llena de fuerza y de ternura, el brillo de sus ojos grandes… el sudor de sangre que brota de su cabeza, sus manos y sus pies… Todo en su conjunto se ha convertido en un emblema maravilloso de fe y devoción de la cuatro veces centenaria ciudad, porque ha logrado conmover el inconsciente colectivo durante las conmemoraciones de Cuaresma y Semana Santa.
Hoy se le conoce como “el Nazareno de los Antigüeños”. Cada vez que viajamos, o cada vez que buscamos referencias de nuestro país, siempre aparece como una de las manifestaciones de piedad popular más emblemáticas y que son parte de las costumbres y tradiciones que enaltecen los valores culturales de nuestra nación. Siempre le vemos camino al Calvario con su túnica roja, corona de espinas, cruz rústica, entre lanzas y exquisitas orquídeas, en un Viernes Santo: postal maravillosa que recorre el mundo.
No es sino hasta el 29 de julio de 1773 —la ciudad es devastada— cuando los bienes de la Parroquia de San Jerónimo pasan a ocupar un lugar en la Parroquia de San Sebastián. Entre 1804 y 1808, la imagen es trasladada al Templo de San Sebastián —hoy en ruinas—. Será en 1883 cuando ocupe un lugar definitivo en el Templo de Nuestra Señora de La Merced, Parroquia de San Sebastián, donde actualmente es venerado.
Consagrado hace 50 años
El 4 de abril de 1971, el arzobispo Mario Cardenal Casariego consagra esta hermosa imagen. En su homilía evoca a la niñez, a la juventud y ante todo el deseo de paz, que “el óleo y el crisma le dieron un carácter indeleble, marcado con el sello de Dios”. Casariego concluyó: “Ojalá que, a través de los siglos, siga simbolizando a esta ciudad por mil títulos consagrada, a esta Merced que resiste a los sismos, por Él tan duramente redimidos”.
Sin procesión, pero con fe
El Santo Hermano Pedro de San José de Betancur tuvo presencia en el adorno de andas de aquel domingo 1971.
Este año, a causa de la pandemia, no habrá procesión para festejar los 50 años de aquella consagración, pero la fe continúa incólume. Ya vendrán otros tiempos. Por lo pronto, este domingo 4 de abril del 2021, día de la Resurrección, recordaremos aquel día feliz de hace medio siglo.
Adorno de 1971
“Esta ciudad late al compás de los pasos imperceptibles del Hermano Pedro, que viene a orar después de medianoche…”, escribió Miguel Ángel Asturias; sí, al Convento de Nuestra Señora de La Merced. Ahí dormía el santo algunas noches y, con gran devoción, participaba de los grandes actos alabando a Dios con su fe y su amor a Dios… y siguiendo los pasos del Nazareno.
Es por ello que cobra esencial importancia porque, hoy considerado el primer santo de Centroamérica, tuvo presencia en el adorno de las andas de 70 brazos, del Domingo de Ramos 4 de abril de 1971, orando ante el Nazareno… Descalzo, son sus sandalias a su diestra, lo mismo que su cayado de pastor de almas… Sencillo… Alzando las manos, en actitud reverente, implorando la paz para Guatemala.
Una adorno sobrio y elegante, elaborado magistralmente por el antigüeño ilustre don Guillermo Carrillo Laguardia. Con bases de hermosas flores y plataforma con barroco mínimo.
Cuatro ángeles custodiando al Nazareno, con simbolismos que en vida caracterizaron al Hermano Pedro: una palma del triunfo sobre esta vida llena de miserias, una campana que rodeaba el continuo llamado del siervo de Dios a cuidar el alma, un látigo con el que mortificó su cuerpo para vivir en gracia delante de Dios y un rosario símbolo de su continua oración delante del Creador.
Así recorrió las calles antigüeñas hace medio siglo.