También se dice que es un fundamento tanto para el bienestar individual como para el funcionamiento de la comunidad. La salud mental la determinan factores sociales, psicológicos y biológicos, apunta la OMS.
Por otro lado, la organización también habla de una mala salud mental, asociada por lo general con cambios sociales rápidos, condiciones de trabajo estresantes, discriminación de género, exclusión social, modos de vida poco saludables, riesgos de violencia, una mala salud física y las violaciones de los derechos humanos.
Cabe resaltar que este tipo de condiciones pueden decantar en padecimientos como la depresión, enfermedad que la OMS calcula es sufrida por más de 300 millones de personas (hasta el 2018), y también puede incrementarse con traumas sufridos.
El psicólogo clínico Juan Carlos Zetina explica que un trauma es una situación experimentada de manera desproporcionada que altera el orden y armonía de las personas. Este suele quedar registrado en la memoria, las emociones e incluso en el cuerpo.
Los traumas también son compartidos en muchas ocasiones. Algunos ejemplos son desastres naturales o actos de violencia que han afectado a varios en un mismo tiempo o espacio. Las repercusiones pueden identificarse desde el enojo o la tristeza.
Zetina apunta que después de las guerras, hay quienes se han visto afectados de manera grupal -como comunidades o familias- y han formado una “cultura del silencio” en la que el miedo, alimentado por lo visto o experimentado, ha anulado su capacidad para denunciar y actuar.
En esas situaciones se deben tomar en cuenta las huellas emocionales y mentales de cada individuo. “Son poblaciones heridas con síntomas similares. De esa manera, si todos vivieron lo mismo puede que busquen protegerse unos a otros”, expresa el psicólogo.
Ya sea de manera individual o incluso colectiva, la terapia puede ofrecer un camino de sanación ante lo vivido: “Es una decisión, pero también una posibilidad de poder aclarar algunas cosas en primer lugar y superar temas relacionados a la propia historia”, apunta Juan Carlos.
Acuerparse ante el dolor
Zetina comenta que las terapias grupales se caracterizan porque las personas que lo conforman tienen las mismas situaciones o historias emocionales. Los espacios grupales son dirigidos por un especialista de la salud mental que posibilita a los integrantes expresarse y ser escuchados.
Aunque no suele estar popularizado, el acompañamiento psicológico grupal también está presente en Guatemala.
El psicólogo social Marco Antonio Garavito, director de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental y catedrático de la Escuela de Psicología de la Universidad de San Carlos de Guatemala, comenta que el enfoque que suele dictarse desde la formación psicológica ha correspondido más a uno individual que colectivo.
Aun así, la terapia de grupo puede resultar muy utilitaria en un país como el nuestro, dice Garavito al referirse a capítulos socioculturales (como el Conflicto Armado Interno) o naturales (distintos desastres) que han provocado daños en la población.
Garavito sostiene que el mecanismo colectivo empuja a llevar a cabo procesos de sanción de manera individual y colectiva.
Tal fue el caso de Lesbia Téllez, quien llegó al Centro de Investigación, Capacitación, Apoyo a la Mujer y Juventudes (Cicam) en 2008. Buscaba ayuda legal luego de haber sufrido 18 años de violencia intrafamiliar.
Específicamente, quería que se le apoyara en el acompañamiento de su proceso de divorcio. En respuesta a la solicitud, integrantes de Cicam dijeron a Lesbia que, para iniciar el procedimiento, era recomendado que asistiera a terapia psicológica individual y grupal en el lugar.
Tras asistir a varias sesiones conoció a cinco mujeres que también habían sufrido violencia y con quienes compartió la terapia de grupo. Lesbia narra que comenzó a sentirse más segura del valor que tenía luego del acercamiento con ellas.
Pasado el tiempo, Tellez y sus cinco compañeras fueron invitadas a sobrellevar sus procesos de sanación en una terapia teatral.
Una vez comenzaron los ensayos, el cineasta argentino Marco Canale, junto a miembros de Cicam y la Asociación de Investigación y Especialización Sobre Temas Iberoamericanos, se interesaron en realizar una documentación alrededor del proceso terapéutico-artístico de las mujeres.
De esa cuenta las sobrevivientes de violencia conformaron la Asociación Artístico-Cultural Las Poderosas; un grupo que desde el 2009 ha realizado obras de teatro abordando la supervivencia de sus integrantes ante la violencia.
“Darles voz a esas historias fue muy importante. Muchas veces se cree que hay situaciones en las que solo uno sufre, pero cuando se encuentra a otras personas con la misma situación nos damos cuenta de que hay una luz y podemos salir adelante”, comparte Téllez.
Impactos de la terapia grupal
Así como sostienen datos de la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), “los grupos (de terapia psicológica) pueden actuar como una red de apoyo”.
Hablar y escuchar a los demás con regularidad ayuda a poner los problemas de uno en perspectiva. Además, la diversidad de integrantes, con distintas personalidades y antecedentes, aporta a descubrir una amplia gama de estrategias para enfrentar las preocupaciones, establece la APA.
Marco Antonio Garavito señala que entre los beneficios de esta modalidad está el hecho de “encontrarse con otras personas”, ya que los integrantes de los grupos tienden a sentirse menos solas.
Se comparten tanto los problemas como el esfuerzo, y la lucha por “comprender qué ha ocurrido”. En consecuencia, esto tiene un gran valor ya que se puede ver la pérdida de soledad y el inicio de la construcción de un nuevo capítulo, dice el psicólogo social.
El esfuerzo que menciona Garavito se manifiesta también con la alegría cuando uno o varios integrantes del grupo comienzan a resolver sus problemas. Esto a la vez fomenta la solidaridad con quienes aún están en el proceso de trabajar sus historias.
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Se trata de soluciones sociales en las que el impacto del trauma vivido por uno puede ayudar a los otros a comprender y tener más empatía, sostiene Marco Antonio.
Quien ha conocido bien esta modalidad durante gran parte de su vida es Andrés Cruz, presidente de Información Pública de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos (A.A.), comunidad a la que pertenece desde hace 24 años.
A sus 54, Cruz asegura que el espacio de A.A. le ha permitido conocer la historia de otras personas que al igual que él, han atravesado episodios complejos, producto de la enfermedad mental del alcoholismo.
Desde este grupo, se busca que las personas adictas a las bebidas alcohólicas puedan mantenerse sobrias a través de compartir su “mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común”.
Entre los mecanismos propuestos por el grupo local e internacionalmente se encuentra el programa de 12 pasos; un plan de recuperación para superar la adicción. A este se suman otras modalidades como compartir en grupo la experiencia del alcoholismo.
“Es necesario compartirlo con los otros porque así logramos entendernos. Es muy importante que los miembros estén unidos”, cuenta Andrés, quien comenzó a beber en su adolescencia, pero no fue hasta los 28 años que reconoció su dependencia.
“Había sufrido mucho, hasta que llegó el momento en que decidí trabar en eso. Me ha servido mucho compartir con otros. Si no fuera por eso, no estaría acá. A veces quedamos aislados, pero desde el compañerismo logramos ver las cosas desde otra perspectiva y podemos encontrar la armonía”, confiesa Cruz.
Cómo funciona
Marco Antonio Garavito apunta que, al tratarse de sesiones con más personas, las terapias grupales pueden incidir en un proceso más asequible para las personas ya que se dosifican los costos entre quienes forman el grupo.
En estos casos, la metodología puede variar y no se adscribe a una forma tradicional como las terapias individuales.
Si bien hay un terapeuta que conduce los diálogos de cada persona, también hay actividades que pueden realizarse dependiendo de la propuesta del especialista. En ocasiones se puede escribir, dibujar y hacer otras acciones, apunta Garavito.
Si las personas consideran unirse a una terapia de grupo, la Asociación Americana de Psicología invita a las personas a que consulten con sus médicos o psicólogos individuales de la existencia de estos espacios.
También se puede consultar en hospitales, centros médicos o entidades relacionadas a la psicología. En Guatemala la Liga Guatemalteca de Higiene Mental es una opción.
De acuerdo con la APA, también se pueden realizar las siguientes preguntas una vez se haya tomado la decisión de asistir a una terapia de grupo:
- ¿El grupo está abierto o cerrado?: Se establece que los grupos abiertos son aquellos a los que pueden unirse nuevos miembros en cualquier momento. Por otro lado, los cerrados se entienden como los que son integrados por las personas al mismo tiempo.
- ¿Cuántas personas hay en el grupo?: Datos de la Asociación sugieren que los grupos pequeños pueden ofrecer que haya más atención en cada individuo. Aun así, los grupos grandes ofrecen mayor diversidad y más perspectivas de los integrantes.
- ¿En qué se parecen los miembros del grupo?: La APA establece que estos grupos operan mejor cuando sus miembros experimentan dificultades similares.
- ¿Cuánto se debe compartir?: Los grupos funcionan mejor cuando hay una comunicación abierta y honesta entre los miembros, sostiene la Asociación Americana de Psicología. Es normal que los miembros del grupo comiencen por percibirse como extraños, pero en poco tiempo es probable que se vean como fuente de apoyo valiosa y confiable.