Hiparco de Nicea sabía que en un punto al noroeste de Turquía un eclipse había cubierto por completo al sol pero en Alejandría, a unos 950 kilómetros, solo lo había cubierto en cuatro quintas partes. Con ese pequeño dato, calculó la distancia entre la tierra y la luna con un margen de error del 20%.
“Al cubrir al Sol, los eclipses han impulsado importantes descubrimientos desde hace al menos unos 2 mil años no solo de la estrella, sino de diversos planetas de nuestro sistema solar y hasta del universo” se lee en el artículo “El poder revelador de los eclipses” del The New York Times.
El astrónomo alemán Johannes Kepler, en 1605, se dio cuenta que la corona que se observaba durante un eclipse podría deberse a una atmósfera alrededor de la luna que dispersaba la luz solar. Con el tiempo, se dieron cuenta de que la corona rodeaba al Sol y no a la Luna.
En 1868, el científico francés Pierre Janssen en un viaje a la India para presenciar el eclipse a través de un espectroscopio concluyó que las protuberancias solares estaban compuestas, en su mayoría, de gas de hidrógeno caliente.
Otro de los motivos por los cuales los científicos estudian al astro rey se debe porque por lo general el sol es demasiado brillante para ver cualquier cosa en sus proximidades. Su radiante halo, conocido como corona solar, solamente es visible durante los eclipses.
Giles Harrison, profesor de Física Atmosférica en la University of Reading en Inglaterra, señaló que “los eclipses también ayudan a poner a prueba modelos climatológicos.