La pandemia ha tenido, y sigue teniendo, un gran impacto en la vida de las personas. Durante este tiempo se ha hablado mucho de sus consecuencias sanitarias y económicas, pero ¿qué ocurre con las consecuencias psicosociales? Un estudio internacional pretende arrojar luz sobre esta cuestión.
La encuesta global COVIDiSTRESS se puso en marcha por primera vez en marzo de 2020, impulsada por el profesor Andreas Lieberoth (Universidad de Aarhus, Dinamarca). Su objetivo: conocer cómo las personas estaban experimentando y afrontando la pandemia. En poco tiempo, investigadores de 48 países se habían unido a su iniciativa, formando uno de los equipos más amplios a nivel mundial.
Ya se conocen algunos de sus resultados, que nos informan, entre otras cuestiones, sobre cómo el estrés y la preocupación influyeron en el comportamiento durante esos primeros y desconcertantes meses. En lo que a esta situación se refiere, parece que hay una sutil pero importante diferencia entre estar estresado y estar preocupado.
Estrés y preocupación: ¿cómo han influido en el comportamiento?
El estrés percibido está relacionado con sentir que las situaciones de la vida nos sobrepasan por ser incontrolables e impredecibles, por lo que no es de extrañar que los niveles de estrés se hayan disparado al tener que afrontar una situación, cuanto menos, abrumadora. Pero la realidad es que durante este tiempo no solo hemos tenido que batallar con el estrés, sino también con la preocupación tanto por el contagio, como por no conocer el alcance de las consecuencias de una situación tan amenazante como desconocida.
¿Han tenido estrés y preocupación un efecto diferente en el comportamiento al inicio de la pandemia? Parece que sí.
Según algunos de los hallazgos del COVIDiSTRESS, similares a los de otras investigaciones, cuanto más estresadas se sentían las personas, menos cumplían con las medidas de protección.
Sin embargo, la preocupación tenía el efecto contrario: cuanto mayor era la preocupación por las consecuencias de la pandemia, mayor era el cumplimiento con las pautas preventivas. Siendo así, era importante conocer qué factores influían en el estrés y la preocupación de la población.
Los investigadores del COVIDiSTRESS destacaron, entre otros, el apoyo social y la confianza en las instituciones. Por un lado, contar con personas de confianza en las que apoyarse en esos momentos difíciles tuvo un efecto positivo en el seguimiento de las normas. Por otro, cuanto más confiaban las personas en los esfuerzos de sus gobiernos por frenar la propagación del virus, menos estrés experimentaban. Aunque esto no parecía ser suficiente, porque solo si esas medidas eran consideradas contundentes o suficientes iban acompañadas también de una disminución de la preocupación.
Es posible que percibir que el gobierno estaba considerando todas las opciones viables tuviera un efecto en la tranquilidad de la población, al menos en momentos iniciales. Y lo cierto es que parece ser un aspecto importante. En otro estudio a gran escala realizado entre marzo y abril de 2020, se encontró que percibir como insuficiente la respuesta del gobierno se asociaba a mayores niveles de ansiedad y depresión.
Un año conviviendo con la pandemia: el estudio COVIDiSTRESS II
En vista de estos resultados, conocer y atender a los efectos psicosociales de la pandemia no es un asunto menor. Estrés, preocupación, ansiedad o depresión son solo algunos ejemplos de cómo este excepcional giro de los acontecimientos ha comprometido la integridad psicológica, social y emocional de las personas.
La cuestión apremiante en estos momentos es: ¿cómo nos encontramos ahora, después de una exposición prolongada a esta perjudicial y tóxica relación?
Actualmente tenemos más información, más recursos y más formas de hacerle frente. ¿Estaremos entonces menos estresados y menos preocupados? ¿Nos habremos sentido apoyados? ¿Habremos cumplido las normas? ¿Confiamos en nuestro gobierno? ¿Cómo llevamos la incertidumbre? En definitiva, ¿cómo nos está afectando conductual, psicológica, social y emocionalmente más de un año de pandemia?
Nuevas circunstancias requieren nuevas preguntas. Y nuevas preguntas requieren nuevas respuestas.
Por ello se ha creado el consorcio COVIDiSTRESS II, una extensión del primer estudio que pretende aclarar estas y otras cuestiones. Bajo el liderazgo de Sara Vestergren (Universidad de Saldford, Reino Unido), 58 países y más de 140 investigadores se han unido a esta segunda fase. Desde España, dos profesoras de la Universidad de Córdoba nos encontramos entre las participantes.
Su testimonio nos interesa
Pero, ¿cómo obtener toda esa información? La respuesta, en este caso, es sencilla: preguntándole a las personas. Al fin y al cabo, son las que realmente pueden ayudar a entender los efectos de esta inesperada e indeseada convivencia. Para ello hay abierta una encuesta anónima, disponible hasta el 8 de agosto, que ha sido traducida tanto al español como a otros 46 idiomas y que puede responder cualquier persona mayor de 18 años.
El propósito es claro: obtener la mayor cantidad de información posible para desarrollar respuestas más eficaces. Establecer asociaciones inclusivas con unos objetivos compartidos, tal y como establece el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 17, se dibuja así como una de las mejores formas de conseguirlo. COVIDiSTRESS se presenta como una de las iniciativas guiadas por este principio, cuyo fin último no es otro que ayudar a gobiernos, responsables políticos e investigadores a adoptar un enfoque de respuesta y recuperación más centrado en las personas.
En otras palabras: contribuir a poner la ciencia al servicio de la sociedad.
Algo que, en los tiempos que corren, es más necesario que nunca.
Mercedes Gómez López, Profesora acreditada a Ayudante Doctora. Departamento de Psicología, Universidad de Córdoba y Inmaculada Concepción Marín López, Profesora Acreditada Contratada Doctora en Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad de Córdoba
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.