Planteándose estos interrogantes con anticipación, puede que uno preste más atención a una presentación, la siga con pensamiento crítico y al final pueda participar en alguna discusión, señala la directora del Departamento de Psicología en Ciencias de la Educación de la Universidad de Maguncia.
Escuchar es un proceso activo
Aunque a primera vista no lo parezca, escuchar es un proceso activo. Requiere de procesos cognitivos y de una autorregulación activa. Muchas veces, uno va ya pensando una respuesta contundente mientras la otra persona habla o ni siquiera escucha con atención lo que está diciendo el otro porque cree conocer por anticipado cómo piensa quien está hablando.
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Sin embargo, la especialista consultada asegura que escuchar es imprescindible para lograr una convivencia constructiva. Si a una persona le resulta básicamente complicado escuchar, debería tener en cuenta que no se aprende nada nuevo mientras uno mismo habla, dice la profesora.
Ponerse en el lugar de los oyentes
Por otra parte, también puede resultar muy útil que una persona que va a sostener una clase o una presentación se ponga en el lugar de los oyentes y se piense desde ese lugar. Puede ayudar preguntarse “¿por qué debería el oyente escucharme?”, “¿qué puede ayudar a que mi interlocutor se vaya satisfecho después de haber escuchado?”, “¿cuánto tiempo se puede contar con la atención del público?”.
Si uno nota que las personas que deberían estar escuchando se distraen, responden mails o navegan en internet, debe suponer que a la presentación le falta una orientación más clara hacia el oyente.