Pero si el niño ya no quiere recostarse después del mediodía, no hay que obligarlo. Oberle recomienda incluso lo contrario: probar qué pasa si no duerme la siesta y ver cómo supera el día.
Si el niño no duerme durante el día, pero de todas maneras está de buen humor y a la noche se duerme sin problemas, entonces ya no necesita siestas, asegura Oberle.
Pero si el niño se pone de mal humor a causa del cansancio en el transcurso de la tarde, está irritable, muy apegado y a la noche le cuesta dormirse a causa de la excitación, eso indica claramente que sigue necesitando la siesta.
Oberle sostiene que tampoco hay que limitar el tiempo que duerme. Básicamente, nunca hay que despertar al niño. Esto se debe a que uno puede hacerlo en una fase del sueño no apropiada, por ejemplo, las de sueño profundo o sueño muy profundo. En ambos casos es difícil. Porque entonces el niño puede estar de mal humor durante la tarde.
Si es imposible evitar despertarlo, por ejemplo porque se tiene una cita médica, la psicóloga recomienda hacerlo suavemente: abrir lentamente las cortinas y dejar que entre luz a la habitación, hablarle en voz baja y hacerle caricias con las manos partiendo de los pies y las piernas en dirección a la cabeza. Eso lo estimula. Al revés, de arriba para abajo, el efecto es tranquilizador, dice Oberle.