Aquí cuatro ejemplos, de mujeres guatemaltecas quienes comparten que se enfrentaron a él y el mensaje es que sin importar la edad, que llevemos una vida sana, o que en la familia no existan antecedentes, el autoxamen y una mamografía anual, podría hacer una diferencia para salvar nuestras vidas y seguir construyendo nuevas historias.
Desde su experiencia con el diagnóstico y tratamiento Susely, Albita, Nancy y Brenda se han convertido en un ejemplo que nos muestra la fuerza interna y de cómo han enfrentado esta prueba, recuperado sus sueños y cómo trabajan en ellos.
“Mamá me salvó”
Con regularidad se considera que el cáncer va más allá de los 40 años, pero algunos casos llegan antes de ese tiempo. Este es el caso de Susely Noemí Pineda Franco de De León, de 38 años.
Su mamá, María Franco, murió a los 38 años, de cáncer de mama, cuando Susely tenía 19, era el año 2000. Durante el proceso de la enfermedad le enseñó a hacerse el autoexamen cada mes.
En el 2003, a sus 22 años, mientras hacía esta rutina se detectó una bolita en la mama izquierda. “Sentí que el mundo me cayó encima y comencé el tratamiento”, explica Susely.
Empezó tratamientos y la bolita seguía ahí y se intervino quirúrgicamente extirpando cierta parte de la mama en el 2010. Cuatro años después en el 2014 tenía nueve bolitas en ambas mamas y entró a quimioterapia oral en dosis bajas porque era algo preventivo y no un cáncer declarado. Se sometió a otra operación en 2018, ahora de la mama derecha, para eliminar otros tejidos y bolitas que estaban presentes y actualmente se encuentra en chequeos constantes y llevando una vida saludable. “Gracias a Dios y a mi mami pude detectarlo a tiempo y mi esperanza de vida es alta, pero también el riesgo de desarrollar el cáncer es alto y por eso tengo que estar en constante control”, comenta.
Considera que el apoyo de su esposo Orlando De León y su hijo Mynor, así como de otros familiares ha sido importante.
Invita a que todas las mujeres, desde edades tempranas, se hagan su autoexamen. “Para quienes ya se encuentran con la enfermedad es necesario buscar de inmediato ayuda médica y también psicológica para sobreponerse a este evento”, dice.
Ella además ha tomado algún tiempo de vida para apoyar a otras pacientes y sus familias compartiendo su experiencia. De momento, se encuentra en casa superando otras enfermedades y su gran sueño es seguir estudiando medicina y convertirse en oncóloga.
Un espacio para apoyar
¿Qué de bueno saldrá de esta experiencia del cáncer? Esa pregunta le hizo Flor de María Nicols a Albita Silva, después de atravesar el cáncer de mama. En 2006 estaban en Tyler, Houston, Texas, Estados Unidos, y pensó que la comunidad latina no tenía mucha información en español, así que empezó un proyecto que se ha mantenido inspirado en ella.
Cada 10 de mayo, se organiza un evento en el que las mujeres pueden llegar a recibir capacitación para hacer el autoexamen, tener charlas y otras actividades, como un regalo a su femineidad. Su mayor satisfacción ha sido que muchas mujeres han sido diagnosticadas a tiempo por este evento.
Admira cómo distintas organizaciones y empresas han brindado el apoyo para que crezcan este tipo de actividades.
Albita, tiene ahora 55 años, el diagnóstico llegó en diciembre de 2004. Sintió una bolita después de salir de bañarse y en ese momento solo se aferró a Dios y le pidió que la masa no estuviera extendida a otros órganos.
“No dejé que pasara mucho tiempo, hice los exámenes y la biopsia, todo en cuestión de una semana”, recuerda la sobreviviente.
“Sabía que Dios haría un milagro, pero reconociendo que tenía que hacer un proceso porque tenemos médicos que tienen la sabiduría para inventar y descubrir medicina para nuestro bien”, comenta.
Ella es la primera en su familia que pasa por este proceso. Parte del tratamiento fue una mastectomía y aceptó que su esencia iba más allá de sus senos. “Para mí es importante aceptarme y siento que Dios hizo una nueva arquitectura de mi cuerpo y cada día al verme sé que Él me sanó”, asegura.
Una de las anécdotas que recuerda de esa etapa es a sus hijos Paola, Javier Andrés y María José recortando su cabello, mientras hacían bromas y le daban palabras de amor, y también a su amigo Mario Ramírez, quien se rapó en solidaridad con ella. También tuvo otras personas que le apoyaron.
Ahora ya es abuela de cuatro nietos, Marco Daniel, Mia Nohemi, Sofia y Camila , con quienes también disfruta de compartir.
Uno de los sueños es tener un spa dedicado a las mujeres para que reciban atenciones y amor durante su proceso.
Renacer en todo
Solo con escucharla se puede ver su fortaleza y amor propio. Nancy Argueta de Cardona tiene 55 años y en junio fue considerada como sobreviviente.
Cada mayo ella se hacía un regalo de cumpleaños y era un chequeo anual, ginecólogo, mamografía y ultrasonido. Tenía desde tiempo atrás fribromas, en 2013 seguía con ellos y no cedían, así que durante noviembre, al quitarlos, se diagnosticó cáncer.
“El proceso fue duro porque se tiene dolor de pensar en morir y pensar en lo económico, pero en ese momento pensé que Dios era el proveedor más grande y muchas personas se unieron a la causa”, recuerda.
“Tenían que quitar el pecho, así que de lo malo, lo mejor, y tenía la justificación para usar silicón y tener los pechos de veinteañera”, ríe, al decirlo. Lamentablemente este proceso no se logró porque estaba lastimada la piel interna y el cuerpo rechazó los implantes.
“Esto no me hace sentir menos mujer de lo que soy hoy …un pecho o dos, grandes o pequeños no nos definen”, dice.
También ha descubierto que muchas personas no mueren de cáncer sino de depresión y tristeza, por eso cada día busca la felicidad y vivir cada día como si fuera el último.
En un mensaje a las mujeres que atraviesan esto invita a buscar ayuda y no quedarse estancado.
“Acercarse más a la familia, a los amigos e ir a grupos de apoyo es esencial para aprender de estima y levantar el ánimo… Estas experiencias incluso nos hacen vivir más que antes de la enfermedad”, agrega.
Nancy tiene dos hijos, Julia María, una médico y Francisco A., un abogado. Para ella este ha sido un regalo, porque cuando la enfermedad comenzó ellos todavía no eran profesionales.
Espera seguir compartiendo con su esposo Francisco, sus hijos, familia y amigos. Más adelante se ve cuidando nietos mientras sigue trabajando en su pasión: la fisioterapia.
Ella por ahora comparte su conocimiento en esta rama en el Hospital de Salud Mental Federico Mora. En lo privado haciendo el drenaje Linfático a personas que sufren de linfedema post cirugía mamaria (pacientes que tuvieron cáncer de mamá)
Apasionada del deporte
Brenda Orellana actualmente tiene 41 años. En el 2011, a los 33 años, mantenía una vida saludable con ejercicio constante, alimentación sana y compartiendo con sus dos hijos.
Se descubrió una masa en el pecho y pasó por una biopsia que dio positivo. “Siempre he tratado de cuidarme y no tengo vicios, y se supone que eso ayuda a no enfermarse, pero no fue así”, explica Orellana.
En su historia también hace énfasis en que esto no significa que no se tomen estos hábitos saludables, porque al final considera que tenerlos con ella le ha permitido una mejor recuperación, así como tener mayor expectativa de vida.
Como parte de su tratamiento, la buena actitud y las ganas de vivir y luchar le hicieron pasar esta prueba. “Busqué sanarme no solo física sino emocionalmente”, insiste, porque el desequilibrio en estas áreas trae muchas enfermedades, incluido el cáncer.
En este caminar busca nuevos aprendizajes para manejar el estrés y el miedo, así como sanar traumas, porque es seguro que esto influye en la salud.
Describe que durante el tratamiento al hacer una cuadrantectomía (se extirpa tejido canceroso para conservar la mama) se quitaron ganglios y otras áreas que dificultan el movimiento, pero esto no ha sido problema y sigue su rutina de ejercicios constante.
después de tratarse
Asegura que antes y después de este episodio nunca dejó de trabajar y su vida no giró alrededor de la enfermedad.
A partir de esta experiencia, “hasta el aire que roza mi piel me hace sentir que estoy viva y uno nota cosas que antes pasaban desapercibidas, una oportunidad que Dios regala cada día”, agrega.
Un año después del cáncer, Brenda considera que pasó por un milagro porque quedó embarazada de su tercer bebé, Victoria, quien ya tiene seis años.
Su gran sueño es ver crecer a sus hijos Andrés, 21; Majo, 20, y Victoria, así como conocer a las futuras generaciones.
Es psicóloga y estudia una maestría en negocios.
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