Los trastornos emocionales son una realidad dentro de la población juvenil. Quizá más evidente en la pandemia y postpandemia.
Estos son una de las principales causas relacionadas con la salud mental de dicha población. Estas variaciones emocionales se caracterizan por grados más altos de ansiedad, depresión, temor y síntomas somáticos que provocan un mayor desajuste en la vida cotidiana.
Los niños y adolescentes con frecuencia presentan síntomas de más de un trastorno y a veces se mezclan o superponen, lo que hace necesario que un especialista psicólogo o psiquiatra pueda evaluar al paciente.
La calidad del entorno familiar, tipo de crianza, eventos traumáticos, abandonos o pérdidas afectivas significativas, alimentación, higiene de sueño, ambiente educativo y social influyen en el bienestar y funcionamiento de nuestros hijos.
Sin olvidar los factores genéticos como congénitos que podrían inclinar la balanza en la aparición temprana de los trastornos emocionales.
En el caso de su nieto, es importante que un especialista en salud mental pueda investigar y abordar los factores psicosociales estresantes o precipitantes de su inestabilidad emocional, además de identificar las oportunidades de activar los apoyos dentro del plan de evaluación y manejo terapéutico.
En general, los niños y adolescentes tienen una mayor resiliencia y capacidad de reponerse frente a las enfermedades físicas y emocionales; la clave es buscar ayuda profesional tan pronto como sea posible. A mayor rapidez en el inicio del tratamiento, mejor pronóstico.
Magíster en Psicología Clínica y Salud Mental, Docente del Departamento de Psicología de la Facultad de Humanidades, Universidad Rafael Landívar*
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