“Queríamos saber si el jet lag crónico era suficiente para inducir cáncer en ratones bien alimentados, sin manipulación genética ni radiación”, explicó el profesor David Moore, quien lideró el estudio realizado en el Baylor College of Medicine de Texas.
Los investigadores ya conocían varios factores de riesgo para el cáncer de hígado, entre los que se encuentran el consumo de alcohol, el virus de la hepatitis o el hígado graso.
También sabían que el “jet lag” provocaba alteraciones en el ritmo circadiano, una especie de reloj por el que se guían los ciclos biológicos de los seres humanos, como los patrones de sueño o de la actividad cerebral.
Estos cambios en el ritmo circadiano pueden provocar alteraciones en el metabolismo, lo que lleva a un incremento en la obesidad.
Según relató Loning Fu, otra de las investigadoras que participó en este trabajo, los expertos recrearon en un laboratorio los efectos del desfase horario.
Para lograr esa simulación, cada semana encendieron y apagaron en horarios diferentes las luces de las salas en las que estaban los ratones.
Así descubrieron que los animales habían perdido el control de su metabolismo, por lo que subían de peso, comenzaban a tener más grasa y desarrollaban hígado graso. Con el tiempo, algunos casos llegaban al cáncer hepático.
“Encontramos otro factor, la producción elevada de ácidos biliares, que el hígado produce para ayudar a digerir las grasas. Potencialmente pueden ser tóxicos”, dijo Moore.
Según el experto, esta anomalía, esta mayor producción de ácidos, “parece ser clave para el cáncer de hígado”, pues no solo así lo sugieren estudios previos, sino que también fue un efecto observado en esta investigación.
Los científicos se han enfocado ahora en examinar si hay medicamentos que puedan evitar este efecto en los niveles de ácido biliar, para saber si pueden ser utilizados para prevenir el cáncer hepático en los seres humanos.
El “jet lag” no es solo un desequilibrio en el reloj biológico provocado por un viaje largo que atraviesa distintas zonas horarias, sino también un trastorno que pueden experimentar las personas que trabajan en un horario nocturno, pues su exposición a la luz del día también se ve alterada.
Este desfase provoca fatiga, problemas para conciliar el sueño, confusión y dificultad para concentrarse e irritabilidad, entre otros síntomas.