Una casa se convierte en hogar solo cuando en su interior arde una hoguera. La hoguera da calor y protección a quienes viven en la casa. Las hornillas de las casas campesinas ahúman el entorno. Otorgan identidad vital a las viviendas y al vecindario, pues preservan los alimentos y aromatizan el aire que acerca a las personas en el silente fluir de una braza bajo el comal.
Una persona cualquiera siempre se descubre «humana» delante de otra persona. Con frecuencia lo hace alrededor de la comida. Ya que la comida es el símbolo sagrado más preciado en todo el universo de las cosas. La comida como símbolo de encuentro significa «unión y comunión». Con razón, la comida no solo satisface las necesidades objetivas, sino todas aquellas que demandan las circunstancias humanas. Por ejemplo, el paso de la vida a la muerte o de la muerte a la vida sin comida en la mesa no tienen sentido, ya que la comida hace posible la vida y traza estelas por donde la existencia se define en cada caso. Imagine el matrimonio de su hija o el funeral de un ser querido donde falte, por lo mínimo, una taza de café y un pedazo de pan. Cuando aquello que comparte, ya sea la tristeza o el festejo; lo simboliza en la comida, eso que comparte toma un nuevo matiz: si es de tristeza deja de ser menos trágico, si es de gozo lo trasciendes a lo más profundo de tu interioridad o lo eleva a las alegrías más sublimes.
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En el momento en que la comida es el símbolo del encuentro entre dos o más personas, lo que está ocurriendo es que «su condición humana» está volviendo a nacer, tanto, como si Dios le tomara en sus manos como barro moldeable e hiciera de usted una vasija nueva.
La bendición del trabajo. El salario se sacraliza en aquel instante en que se transfiere el valor material del dinero a los alimentos como sustento elemental para la familia y los amigos. Del mismo modo, el trabajo significa «la bendición de Dios». Dice un escritor sagrado: «Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y te irá bien» (Sal 128, 2). Esa es la razón de ser de la existencia humana: «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente…» (Gn3, 19). Mientras «volvemos a la tierra de la cual fuimos sacados» santificamos la mesa con la alegría de los niños que crecen y la bienvenida de los amigos que llegan a la casa. Hagámonos en la unión y comunión.
Acto de amor
Gvillermo Delgado OP, Fraile dominico del centro Ak’Kután de Cobán Alta Verapaz
Simbolicemos en este acto al gran amor del cual venimos. En el que nos reunimos cada vez que la mesa se pone para contemplarnos, celebrar la vida o unirnos en solidaridad con quienes sufren una pena.