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¿Estamos matando de amor a nuestras mascotas?
Algunos especialistas advierten que humanizar a las mascotas puede limitar su comportamiento natural y causar problemas de salud y comportamiento.
Es cada vez más común ver perros en cochecitos en lugar de en sus patas, en Central Park en Manhattan, el 12 de junio de 2024. (Foto Prensa Libre: Graham Dickie/The New York Times)
Las mascotas son más populares que nunca. Aproximadamente dos tercios de los hogares estadounidenses tienen al menos una mascota, frente al 56 por ciento en 1988, según la Asociación Estadounidense de Productos para Mascotas, y los estadounidenses gastaron US$136 mil 800 millones en sus mascotas en 2022, un incremento en comparación con los US$123 mil 600 millones en 2021. Se estima que 91 millones de hogares en Europa poseen al menos una mascota, un aumento de 20 millones con respecto a la última década. La población de mascotas en la India alcanzó los 31 millones en 2021, frente a los 10 millones en 2011.
Y nuestras mascotas se parecen cada vez más a nosotros, o al menos ese parece ser nuestro objetivo. Las mimamos con planes de nutrición personalizados y transportines, hidroterapia para perros y estancias en hoteles boutique para gatos. En All the Best, una cadena de tiendas para mascotas de alta gama en Seattle, los artículos más populares son los juguetes de enriquecimiento para felinos y caninos, diseñados para estimularlos y brindar felicidad a los animales que cada vez más “están acostados por ahí solos y aburridos”, afirmó Annie McCall, directora de mercadeo de la cadena.
Ahora, algunos especialistas en ética del bienestar animal y científicos veterinarios se preguntan si, en nuestros esfuerzos por humanizar a nuestras mascotas, hemos ido demasiado lejos. Cuanto más tratamos a las mascotas como personas, alegan, más limitadas y dependientes de nosotros se vuelven las vidas de nuestras mascotas, y más problemas de salud y de comportamiento desarrollan.
“Ahora vemos a las mascotas no solo como miembros de la familia sino como equivalentes a niños”, aseveró James Serpell, profesor emérito de ética y bienestar animal en la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Pensilvania. “El problema es que los perros y los gatos no son niños y los dueños se han vuelto cada vez más protectores y restrictivos. Por ende, los animales no son capaces de expresar su propia naturaleza perruna y gatuna tan libremente como lo harían”.
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Los riesgos para la salud comienzan, por supuesto, con la cría. Una de las razas de perros más populares en Estados Unidos es el bulldog francés, un miembro de la familia de los braquicéfalos, perros de cara plana que se relaciona bien con las personas pero tienen problemas para respirar, entre otros problemas de salud graves.
Pero también estamos cambiando la relación de nuestros animales con su entorno. Debido a la preocupación por la depredación de las aves, muchos gatos ahora pasan toda su vida bajo techo. Hasta finales de la década de 1970, incluso los perros de ciudad pasaban la mayor parte del tiempo al aire libre, ya sea en los patios traseros o deambulando sueltos por el vecindario. Ahora, afirmó Jessica Pierce, bioética de Colorado cuyo trabajo se centra en las relaciones entre animales y humanos, “el perro sin correa y suelto se considera contrario al orden natural de las cosas”.
Uno de los segmentos de mercado de más rápido crecimiento es el llamado sector de confinamiento de mascotas, que incluye jaulas y vallas para interiores, así como arneses para la cabeza y collares electrónicos. “El nivel de limitación que enfrentan los perros es profundo”, dijo Pierce. Aunque hace varias décadas los perros tenían más probabilidades de ser atropellados por automóviles, añadió, “esos riesgos eran contrarrestados por la libertad de experiencia y movimiento”.
La paradoja de las mascotas modernas, en pocas palabras: “Los dueños no quieren que los perros se comporten como perros”, afirmó Serpell.
Si bien se está permitiendo la entrada de perros en un número cada vez mayor de espacios humanos —restaurantes, oficinas, tiendas, hoteles, así como más parques con áreas designadas para perros—, su creciente presencia no se ha traducido en una mayor independencia.
El confinamiento y el aislamiento, a su vez, han generado un aumento de la agresión y la ansiedad por separación de los animales, dijo Serpell. Aproximadamente el 60 por ciento de los perros y gatos tienen actualmente sobrepeso o son obesos. Y debido en parte a la carga y los gastos que supone tener una mascota en la actualidad —honorarios veterinarios, cuidadores de mascotas, costos de alojamiento—, cada vez más personas están abandonando animales en refugios, lo que lleva a tasas más altas de eutanasia. En 2023, más de 359.000 perros fueron sacrificados en refugios, la cifra más alta en cinco años, según Shelter Animals Count, un grupo de defensa de los derechos animales.
“Estamos en un extraño momento de obsesión con las mascotas”, afirmó Pierce. “Hay demasiados y los mantenemos con demasiada intensidad. No es bueno para nosotros ni para ellos”.
Es cierto que domesticar a un animal siempre ha significado lograr un equilibrio entre su naturaleza y la nuestra. “Definir la libertad de un perro, un animal que ha sido domesticado de forma artificial y seleccionado por los humanos durante tanto tiempo, es un enigma realmente interesante”, afirmó Alexandra Horowitz, investigadora de cognición canina en el Barnard College.
Horowitz estableció un contraste con los perros callejeros, una categoría a la que pertenecen la mayoría de los 900 millones de perros que se calcula hay en el mundo. Los canes que deambulan libremente tienen vidas más cortas y no tienen garantía de alimento, señaló Horowitz, pero pueden tomar sus propias decisiones. “Ese es un modelo interesante que debemos considerar: pensar en cómo hacer que la vida de un perro sea más rica con opciones para que no sea cautivo de nuestros caprichos todo el tiempo, sin poner en peligro a la sociedad en general”, dijo.
En los últimos años, los países escandinavos han comenzado a prohibir la cría de algunas razas de perros que son particularmente propensas a sufrir enfermedades, como el Cavalier King Charles spaniel. En Suecia es ilegal dejar a las mascotas solas en casa durante períodos prolongados; tanto en Suecia como en Finlandia, es ilegal confinar a los animales en jaulas y vallas dentro del hogar en la mayoría de los casos.
Sin embargo, no queda claro si estas políticas de bienestar animal concilian o refuerzan la paradoja fundamental del tener mascotas en la actualidad, afirmó Harold Herzog, profesor emérito de psicología de la Universidad del Oeste de Carolina que estudia las relaciones entre animales y humanos. “Cuanto más vemos a los perros y gatos como criaturas autónomas, menos podemos justificar tenerlos como mascotas”, afirmó.