Salud y Familia

Guatemaltecos que dan vida al amor con distintas acciones

A diario es posible ver las diferentes maneras en que el amor se manifiesta, desde los enamorados y las parejas que logran mantener una convivencia sana hasta aquellas muestras de cariño y solidaridad que van más allá de las relaciones.

El amor es un sentimiento que une a todos los guatemaltecos a través de diferentes expresiones y actos.  (Foto Prensa Libre: Kaboompics/Pexels).

El amor es un sentimiento que une a todos los guatemaltecos a través de diferentes expresiones y actos. (Foto Prensa Libre: Kaboompics/Pexels).

Durante la pandemia se ha reflexionado cada vez más acerca de apreciar las muestras de amor, disfrutar los momentos con las personas queridas y compartir en solidaridad con otros.

Este 14 de febrero todavía hay ciertas restricciones para frenar el coronavirus, pero eso no impide que el amor y la amistad se sigan practicando. A diario es posible ver las diferentes maneras en que esos sentimientos se expresan, desde los enamorados y las parejas que logran mantener una relación sana hasta aquellas manifestaciones de cariño que van más allá de las relaciones. El amor de padres a hijos, amistades sinceras que continúan a pesar de la distancia, los defensores de la naturaleza y tantas otras acciones que le dan un sentido diferente a la humanidad.

La Universidad Brahma Kumaris indica que sin amor la gente estaría llena de miedo, renuencia o intolerancia, y crecerían los episodios en que los seres humanos se sienten abrumados.

El doctor en psicología Walter Riso insiste en que el amor se expresa cuando las relaciones se mantienen en la dignidad y el respeto mutuo.

En este breve recorrido presentamos algunas historias de guatemaltecos que, con sus diferentes acciones de amor hacia el prójimo, hacen que este sentimiento cobre vida.

Una relación que perdura

Los esposos Sigfrido Mendizabal y Mayra Klée de Mendizabal, cuentan sus anécdotas de vida en pareja. (Foto Prensa Libre: Carlos Hernández).

Era 1967 y los dos Vivían en los proyectos 4-4, zona 6. En una ocasión, cuando Sigfrido Mendizabal se dirigía en autobús al Instituto Central para Varones vio a Mayra Klée, que como él se dirigía a su centro de estudios, el IGA. Allí nació el amor y desde entonces la historia no se ha detenido.

Se casaron en la iglesia del Cerrito del Carmen, el 2 de diciembre de 1972, y ahora suman a su vida dos hijos y cuatro nietos. En la actualidad, Mayra tiene 72 años y Sigfrido, 70.

Ella trabajó durante muchos años como secretaria, y en 1991 se empezó a dedicar a su pasión, el arte.  Él es ingeniero electricista.

Secretos en el amor

Una de las primeras pruebas que la pareja pasó fue la separación, cuando eran recién casados.  Sigfrido se fue a estudiar dos años a El Salvador y cuenta que a lo largo de su vida ha viajado mucho, por su trabajo, lo cual ha representado un verdadero desafío para la vida de casados.

Cuando se les pide un consejo para las parejas jóvenes, Sigfrido y Mayra aseguran que la comunicación es lo más importante en una relación, así como aprender a ser solidarios el uno con el otro; verdaderos compañeros de vida.

“No hay que caer en la deshonestidad e ir contra el contrato que uno adquirió ante Dios”, comentan. Su recomendación es revivir los votos cada día.

Romance de quetzaltecos

La pareja de esposos Adán Estrada y Esperanza Boj de Estrada con más de 50 años de matrimonio, y cuentan sus anécdotas. (Foto Prensa Libre: Carlos Hernández).

Esperanza Boj y Adán Estrada se conocieron en una fiesta, en su tierra natal, Quetzaltenango. Quedaron como amigos y a la semana él la fue a visitar —aunque él mantiene en secreto cómo consiguió su dirección—. Tres meses después se hicieron novios y mantuvieron el noviazgo durante cinco años.

Se casaron en la municipalidad altense, el 8 de enero de 1962 y actualmente llevan 59 años de vida matrimonial.

Los cambios y pruebas

Esta pareja recuerda que el principio del matrimonio fue una verdadera luna de miel, porque había mucha alegría, pero con el paso del tiempo empezaron las necesidades más grandes y decidieron trasladarse a la capital. Primero él, en 1963, y ella lo siguió en 1965. Los dos trabajaron muy duro para salir adelante. Vivieron juntos el terremoto de 1976.

Procrearon cuatro hijos, pero uno de los momentos más difíciles, comentan, fue cuando el segundo falleció, a la edad de dos años, a causa de una infección. Ahora tienen seis nietos y cuatro bisnietos.

Los esposos Estrada expresan que no todo es sencillo porque siempre hay problemas, pero lo ideal es hablar en pareja y solucionar las cosas entre los dos.
Ellos se sienten felices y agradecidos de haber pasado este tiempo juntos. Piden a Dios que la pandemia pase pronto y ya no cause más daño a los guatemaltecos.

Entrega de servicio

José Luis Galindo durante un rescate en la Torre del Reformador. (Foto Prensa Libre: cortesía).

José Luis Galindo Mendoza ingresó a la Escuela de Bomberos Municipales en 1995, gracias al ejemplo de un primo. A partir de entonces, más del 90 por ciento de su trabajo lo ha desarrollado en la Estación 5, zona 4 capitalina.

Para él, pertenecer a esta institución es una manera de servir y devolver algo a la sociedad. “Es una alegría el salvar una vida después de ver a las personas en agonía, en riesgo o peligro”, explica. Su servicio ad honorem lo ha prestado durante 25 años. Cumple religiosamente con una asignación de turno de sábado para domingo, aunque comenta que durante la pandemia este proceso se detuvo para quienes sirven de manera honoraria, porque solo se quedaron durante meses los bomberos permanentes. Hasta hace poco empezaron de nuevo a apoyar.

“Espero que esta emergencia sanitaria nos lleve a apreciar lo invaluable de poder compartir, la familia, el que todos tengamos el sentido de colaboración y ayuda para el prójimo y vivir el momento”, reflexiona.

Muchas impresiones

La primera vez que José Luis estuvo en servicio, la primera emergencia que cubrió fue en el aeropuerto La Aurora, el 26 de marzo de 1995, cuando dos socorristas y un oficial del Ejército murieron, y varios quedaron heridos, después de una explosión tras incendiarse un polvorín militar.

Cuenta que ha atendido tres partos, y estos sucesos son los que más lo llenan.

A los fieles compañeros

Arnold y María Teresa, en un paseo por el Centro Histórico, antes de la pandemia. (Foto Prensa Libre: cortesía)

María Teresa Pacay es promotora del cuidado a los animales. Compartió durante ocho años con su perrita Nashi, con disfrutó muchos momentos alegres en caminatas, carreras y restaurantes amigables con los animales, entre otras aventuras. Hace dos años su mascota murió de cáncer.

Para María Teresa fue difícil su partida, y aunque no esperaba hacerse pronto otra mascota, llegó a su vida Arnold R. y consideró que sería un buen acompañante en su duelo. “Nunca pasó por mi mente suplir el lugar de Nashi, ya que cada mascota es diferente y muy especial”, cuenta.
Así comenzó la historia con Arnold, con quien se han fortalecido lazos de cariño y asegura que es muy fácil consentirlo porque le ha dado amor y lindas enseñanzas.

En casa

María Teresa comenta que el amor a las mascotas lo aprendió en la adolescencia, con su familia, ya que tenían una perrita llamada Campanita, que vivió 18 años. Esta mascota fue compañía y consuelo cuando fallecieron sus padres y un hermano.

“Las mascotas son como un integrante de la familia. Son un regalo de Dios, llegan con un propósito al hogar. Por ello, al igual que un niño, necesitan atención, cuidados, respeto y cariño. Todo el amor que se les da, saben agradecerlo con obediencia y fidelidad. Por eso, cuando adoptas una mascota, asumes un compromiso en tu vida, porque necesitará, además de tiempo, atención en sus vacunas y cuidados de salud”, agrega.

María Teresa y su familia también han ayudado a conseguirles alimento a algunos animales. Ahora buscan hogar para ocho cachorros a los que brindan hogar temporal.

Dona riñón

Familia Bonilla Asencio. Al centro, David junto a su madre, Mirna. (Foto Prensa Libre: cortesía)

¿Qué haría usted por sus hijos? Mirna Lissette Asencio González es un ejemplo de amor incondicional, pues donó un riñón a su hijo David Bonilla Asencio.
La madre comenta que una entrevista de trabajo de su hijo, a los 17 años, en 2007, lo llevó a descubrir que tenía la presión arterial elevada y fue remitido al Hospital General San Juan de Dios. Así descubrió que tenía un problema renal.

No se sabe qué causó ese problema, aunque les dijeron que probablemente sea genético, aunque no se descarta una mala alimentación.

Mirna reconoce que esta enfermedad cambió la vida de toda la familia y se han unido más para apoyar a David. Como madre, ha sido una situación difícil, pero asegura que él es fuerte y se mantienen en oración constante y en la búsqueda de tratamientos que lo sanen.

Después del diagnóstico, durante las evaluaciones se determinó que madre e hijo eran 50 por ciento compatibles, así que ella decidió donarle un riñón, pero lamentablemente a los dos años fue rechazado el órgano.

David se encuentra actualmente en lista para recibir un trasplante cadavérico, y recibe hemodiálisis tres veces por semana.

Por una mejor vida

Mirna comenta que esta experiencia ha llevado a la familia a promover una alimentación más saludable para cuidar los riñones de todos. Una de sus alegrías como madre fue ver a su hijo graduarse de técnico de Hemodiálisis, en la Universidad Galileo, en el 2013, gracias a una beca.

David, por su parte, como paciente renal trabaja apoyando a otros pacientes en este proceso que salva vidas.

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