La subida de adrenalina que provoca la actividad física de alta intensidad contribuye a movilizar las células NK, las “células asesinas” del sistema inmunitario que destruyen las células cancerígenas.
“Se sabía que la infiltración de células NK puede controlar y regular el tamaño de los tumores, pero nadie había investigado cómo el ejercicio ayuda a regular el sistema”, explica Hojman en un comunicado.
Los investigadores inyectaron a los ratones adrenalina como la que libera el ejercicio y observaron que las “células asesinas” se movilizaban en el flujo sanguíneo y atacaban los tumores de pulmón, hígado o piel implantados en los ratones.
“Una de las preguntas que los pacientes con cáncer se hacen siempre es cómo deben ejercitarse y si pueden hacer cualquier tipo de ejercicio”, apunta Hojman.
“Hasta ahora, ha sido difícil aconsejarles sobre la intensidad a la que deben ejercitarse, pero nuestros datos sugieren que sería beneficioso ejercitarse a una intensidad alta para provocar un pico de adrenalina y así reclutar a las células NK”, concluye.
El equipo investigador admite, no obstante, que es necesario estudiar aún con más profundidad los efectos del ejercicio en la metástasis y en la longevidad, además de comprobar si lo observado en ratones se confirma en humanos.
Hojman propone ahora explorar el impacto que tiene en los tumores la combinación del ejercicio y los tratamientos contra el cáncer.