Los beneficios sobre la salud de la planta Equinácea han sido conocidos desde hace siglos por los nativos americanos del norte de ese continente, pues esta planta es originaria de las grandes praderas en las zonas centrales de Estados Unidos de clima seco, donde se pueden encontrar, sobre todo, en Texas. Las antiguas poblaciones la utilizaban para el tratamiento de heridas, picaduras de insectos y mordeduras de serpientes, así como para las molestias de estómago, resfriados y gonorrea.
Con la llegada de los colonos a América del Norte se expandió rápidamente el conocimiento de los beneficios para la salud de la Equinácea, de tal manera que se hizo popular y la quisieron incorporar dentro de sus medicamentos habituales, por lo que llegó a ser la droga más ampliamente utilizada en Estados Unidos en el siglo XIX, por su actividad antibacteriana y antiviral.
EL ÉXITO DE LA EQUINÁCEA Y SU EXPOLIO EN AMÉRICA
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A consecuencia de esta popularidad, en Estados Unidos se estaba cometiendo un verdadero expolio de la Equinácea, porque los comerciantes habían descubierto que sus raíces contenían también muchas sustancias beneficiosas, por lo que ya no sólo era arrancada la flor sino la planta entera y, sin raíz, la Equinácea no puede proliferar ni volver a crecer.
No fue sino hasta principios del pasado siglo, en los años 20, cuando llegó a Europa, concretamente a Alemania, de la mano del doctor Gerhard Madaus, quien tuvo referencias del uso medicinal de esta planta en América y quiso conocer de primera mano cuáles eran esos beneficios que tanto se habían divulgado de la planta.
De entre las muchas variedades de la planta Equinácea, tres son las que siempre han sido utilizadas para extraer beneficios sobre la salud: la Echinacea angustifolia, la Echinacea Pallida y la Echinacea purpurea. Pero al doctor Madaus, las que le llegaron desde América fueron ejemplares de la Equinácea púrpura.
La Equinácea púrpura es la más común de entre todas las variedades de esta planta, pertenece al tipo de plantas perennes y puede alcanzar hasta el metro de altura. Dentro de la familia de las asteráceas, a las que ella pertenece, se encuentran los girasoles y las margaritas, que tienen como características sus hojas estrechas y de tallo largo.
Sus flores son hemisféricas, grandes y crecen en lo alto de los tallos. Y, además, florecen a mediados de verano, con una floración de 90 días, es decir, están listas para ser consumidas en otoño y así prevenir los procesos gripales, debido a sus propiedades para mejorar el sistema inmunológico.
LA LLEGADA A EUROPA Y SU EXPANSIÓN
El doctor Gerhard Madaus advirtió que el cultivo y siembra de esta variedad funcionaba perfectamente en tierras germanas y, de esta forma, consiguió el primer extracto en 1938, después de años de investigación que le hicieron corroborar la eficacia de sus cualidades curativas.
Ante el éxito de las pruebas que obtuvo el médico alemán, Madaus fundó una empresa que dio al producto el nombre de Echinacin 53, que desde sus inicios causó furor y se expandió por Europa. El producto de esta empresa se sirve todavía hoy en gotas, cápsulas, infusiones instantáneas y pomadas a partir del extracto casi puro de Echinacea purpurea, al que se añaden sólo alcohol y parabén (un conservante).
En el libro de los naturistas alemanes Sven-Jörg Buslau y Corina Hembd, “Equinácea. El poder protector del sistema inmunológico”, de la editorial Edaf, se indica que, “uno de los componentes más importantes de la equinácea es el equinacósico, un ácido clorogénico que pertenece al mismo grupo que el ácido chicórico, también presente en esta planta. Ambas sustancias tienen una función antivírica. El equinacósico es incluso eficaz contra las bacterias, de tal manera que los investigadores lo incluyeron dentro de los antibióticos (aunque con efecto algo menor)”.
DEFENSA DEL ORGANISMO CONTRA LOS INVASORES
Además, este componente estimula la secreción de saliva y de sudor. Es sabido que la fiebre y el sudor son una forma de reaccionar contra huéspedes no deseados, ya que muchas bacterias y virus mueren cuando la subida de la temperatura corporal crea un medio inhóspito y poco propicio a su actividad, al mismo tiempo que los debilita y facilita la actuación de las defensas del organismo contra los invasores, cura las heridas y proporciona efectos tonificantes sobre los vasos linfáticos, aparte de fortalecer el sistema inmunológico.
Equinacina, resina, aceites esenciales, ácidos grasos, sustancias amargas, betaína, ácido fenólico, sacarosa, fitostelina, inulina y otros azúcares completan la composición de las sustancias que contienen la equinácea, cuya eficacia ha sido probada, según Buslau y Hembd, en los casos siguientes:
Infecciones agudas y crónicas de las vías respiratorias, producidas por virus y bacterias; Herpes simplex labialis (pequeñas vesículas labiales); infecciones debidas a una prolongada debilidad del sistema inmunológico; infecciones cutáneas de origen bacteriano y disminución patológica del número de leucocitos después de haber sido sometido a una terapia de radiación y de tipo químico.
No existen pruebas científicas, señalan los naturistas alemanes, que demuestren la eficacia de cada uno de los componentes de la equinácea. Por esta razón, los investigadores aún no han podido determinar cómo actúa en general en el organismo. Se sabe, sin embargo, que la acción de esta planta está relacionada con la mezcla de las sustancias que la componen. Pero hay algo que es indudable desde el punto de vista científico: su eficacia como estimulante de la inmunidad del sistema de defensa de nuestro cuerpo.
Como la raíz fresca es muy difícil de conseguir y la raíz en su forma seca pierde extraordinariamente su efecto, se recomienda adquirir Equinácea en sus formas preparadas: ampollas, comprimidos, pastillas para chupar, en forma de gotas, extracto, todas las formas homeopáticas, pomadas, equinacina en forma de cosméticos, infusión y en forma de caramelos.