Comprobar que los animales son sensibles a las emociones de los demás seres vivos y que son capaces de consolarse unos a otros era la hipótesis que los investigadores trataban de confirmar cuando comenzaron el estudio.
La investigación demostró que, efectivamente, los animales llevan a cabo acciones por empatía y no solo para saciar sus necesidades egoístas, pero lo inesperado para los científicos fue poder ir más allá tan pronto e identificar el causante de este impulso emocional.
“Muchos de los más complejos rasgos humanos se originan en procesos cerebrales fundamentales, que se encuentran también en otras especies”, explicó el doctor Larry Young, uno de los principales autores del estudio.
El experimento se llevó a cabo con ratoncillos de campo, una especie que es capaz de identificar los lazos entre padres e hijos y mantienen relaciones monogámicas para toda la vida.
El estudio demostró, por primera vez, el comportamiento de consolación en roedores, y termina así con la creencia de que los humanos son los únicos seres empáticos.
La consolación, tal y como la entienden los científicos de la Universidad de Emory, consiste en “el contacto dirigido a un individuo afligido para calmarlo”.
Cuando un ratón detectaba aflicción, angustia o peligro en otro de sus compañeros, se acercaba y se frotaba contra él para consolarle, de la misma manera que un humano abraza o besa.
Una vez establecida esta lógica, los investigadores se dedicaron a alterar la hormona de la empatía para comprobar que, al estimularla, los comportamientos empáticos se incrementan, mientras que al bloquearla, desaparecen.
Por eso, más allá de los sentimientos animales, los neurólogos se centrarán ahora en las aplicaciones válidas para los humanos, como el tratamiento de enfermedades psiquiátricas.
“Tenemos la oportunidad de explorar en detalle los mecanismos neuronales que enfatizan las respuestas empáticas”, añadió Young.
El estudio rechaza la concepción de que la empatía implique mecanismos cerebrales muy complejos, razón por la que animales más simples que los primates son capaces de experimentar este sentimiento.
En cambio, relaciona directamente la consolación con los cuidados maternales recibidos a edades tempranas, que se quedan grabados en el cerebro.