Por ejemplo, según datos del Instituto Nacional de Estadística de España, los nacimientos en este país han disminuido un 30% en solo una década; además se ha experimentado un notable retraso de la maternidad, no siendo infrecuente las primerizas de más de cuarenta años. Además, aquellas que deciden no concebir son el doble que en la década de los años setenta del siglo XX.
Aun así, se trata de una opción personal que suscita muchos debates. Las presiones sociales y familiares son constantes, especialmente cuando la mujer tiene cierta edad.
Interrogatorios a los que se somete exclusivamente a ellas y nunca a los hombres, como si ser mujer y madre debiera ir necesariamente unido; obviando así el deseo de los varones a tener descendencia.
Según el psicólogo David Martín Escudero, de www.mepsicologo.com, “los hombres de mediana edad que no contemplan tener hijos pueden ser vistos como afectados por el síndrome de Peter Pan, pero la presión es inferior. La sociedad es más permisiva con el rol masculino. Existen muchos círculos en los que estas mujeres reciben miradas de desconfianza, desaprobación o condescendencia”.
Tener o no descendencia nunca debe ser una decisión impuesta sino personal. Conocer las limitaciones y ventajas de cada caso es algo necesario. Simplemente se trata de estudiar qué le compensa más a cada persona en su modo de entender la vida, indica el experto.
“A una mujer con hijos nadie le cuestiona su decisión, pero no ocurre lo mismo si es al contrario”, indica Daniela Martín, de treinta y cinco años, empresaria y soltera.
Entonces llega el aluvión de preguntas impertinentes, así como todo tipo de críticas y suposiciones.
Sentencias tan machistas y osadas como “se te va a pasar el arroz”, o “no tienes instinto maternal”, se suman a aquellas que les tachan de egoístas o presumidas que no quieren estropear su figura, de tener poca paciencia o que les otorgan algún problema de fertilidad, traumas infantiles, aversión por los niños o falta de pareja.
“Ya no sé cuántas veces me han dicho cosas como: Y tú cuándo piensas ponerte a ello, o Pues cuando tengas hijos… que dan por hecho que al ser mujer tengo que hacerlo”, asegura Daniela.
Amistades que preguntan cuándo van a por el niño y agobiantes padres de la pareja deseosos de ser abuelos, se suman a la presión social.
Y con todo esto, no conformes con el nacimiento de un hijo, se exige más, al menos la parejita.
Según Daniela Martín “a veces son las propias mujeres que son madres las más intransigentes cuando te dicen eso de que no sabes lo que te pierdes o que es lo más bonito del mundo. Les podría decir lo mismo en pro de tener animales, o de bailar ballet, hacer surf, colaborar con una ong o tatuarse, por ejemplo”.
Puedo, pero no quiero
Los tiempos cambian y las personas también. Hasta no hace muchos años, la sociedad imponía como norma el hecho de casarse y formar una familia, hoy ese concepto ha cambiado; hay personas que optan por una soltería elegida, familias homoparentales, monoparentales, reconstruidas, con hijos biológicos, adoptados o de acogida, parejas sin descendencia o las formadas por humanos y varios animales; entre otros muchos modelos.
“Afortunadamente responde a una decisión personal, pero, en las generaciones previas ni se contemplaba. Es una opción tan saludable como su contraria. El síndrome de cuna vacía no tiene ninguna entidad clínica y responde a criterios estrictamente morales”, recalca el psicólogo Martín Escudero.
La píldora aplazó la maternidad, así como la incorporación de la mujer a la vida laboral, el retraso de la edad de emancipación y la constante crisis financiera.
Hoy en día la decisión personal de no tener hijos nada tiene que ver con la imposibilidad de no poder engendrarlos o mantenerlos por diferentes motivos.
Es el “puedo, pero no quiero” y se trata de un fenómeno en auge que ya tiene una terminología en inglés, el “Childfree”. Son mujeres que pudiendo desarrollar esa tarea sin inconveniente alguno, deciden no hacerlo por propio interés. También conocidas como las NoMo, “no mothers”, estas féminas dejan claro que es un fenómeno que no responde a una moda.
Remedios Herrero, una madrileña licenciada en Bellas Artes, se casó antes de cumplir los treinta años y, ahora, con cuarenta y dos, siguen sin querer tener descendencia.
“La gente pensaba que al haber pasado tanto tiempo ya tendría muchos o al menos criados, como se dice; pero nunca quisimos. Aun así, pasados de los cuarenta, cuando voy al ginecólogo aún dan por hecho que tal vez más adelante quiera quedarme embarazada”, puntualiza.
En su entorno la mayoría de sus amigas no tienen hijos y son solteras por elección propia. Mujeres independientes, casadas, con o sin pareja, heterosexuales o lesbianas, que no echan en falta tener que gestar para sentirse más mujeres.
Y es que, maneras de ser felices hay muchas. “Yo si quisiera tener hijos adoptaría, porque hay muchos niños ya hechos sin hogar. Lo que es un error es traer al mundo a un niño no deseado, con la idea de arreglar una pareja en crisis o simplemente por norma.”, puntualiza Remedios Herrero.
Se refiere así a aquellas parejas que tienen hijos por razones equivocadas o, incluso, egoístas, pensando en que alguien les cuide cuando sean ancianos; frente a estos, quienes eligen la opción del no hijos, no esperan nada de nadie, y se enfrentan a un futuro en solitario, algo que, por otro lado, tampoco pueden asegurar aquellos con familia numerosa.
“Cuando alguien dice eso de ¿Y cuando seas mayor quién te va a cuidar? Yo les contesto ¿Y a ti? Eso de tener hijos para que te cuiden sí es egoísta. También hay quienes se sorprenden de lo bien que me manejo con los niños; no entiendo por qué tendría que ser una inepta. Tampoco veo un niño y me cambio de acera”, sentencia Remedios.
Tener descendencia no es una necesidad
Los hijos dan alegrías, pero también el hecho de no tenerlos, razón por la que cada vez más personas se plantean esa opción. La posibilidad de cambio de residencia o trabajo, poder estudiar, conseguir logros profesionales, viajar, dedicar más tiempo a uno mismo y a la pareja y disfrutar de una absoluta liberad como individuo, son algunas de las ventajas de quienes defienden una vida sin niños.
A esto se une, muy a menudo, ciertas motivaciones políticas como combatir la sobrepoblación mundial.
Los hay que defienden la idea de que, en un mundo con falta de recursos, trabajo y con la continua destrucción del planeta, tener hijos no es lo más apropiado si no se les puede ofrecer un futuro esperanzador.
“El hecho de no seguir un canon tan preestablecido, si no existe una red social afectiva sólida, puede implicar una ruptura con el entorno que en algunos casos puede provocar ansiedad, estrés o un estado de ánimo decaído. Pero no debemos atribuir consecuencias negativas de orden psicológico a una opción completamente saludable”, asegura Martín Escudero.
Constantemente cuestionadas por las circunstancias que los han llevado a no desear descendencia, las NoMo únicamente piden ser respetadas.
Según Remedios Herrero: “se tolera cada vez más, pero solo unos pocos lo entienden. De hecho, al principio a mi pareja también le extrañaba, pero lo entendió y somos muy felices. Tenemos varios animales y hay gente absurda que piensa que los tenemos porque no podemos tener niños. Si los quisiéramos también tendríamos animales, no es incompatible. No tenemos niños porque sencillamente no queremos”.
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