Luego, con una mano enguantada, recogió el resto del equipo: una bolsa de dos kilos y medio de alimento para gatos y un arenero.
Las devastadoras pérdidas humanas por la pandemia en la ciudad de Nueva York han sido bien documentadas, pero también ha afectado la vida de las personas de maneras que han llamado menos la atención, incluyendo lo que ocurre con las mascotas de quienes enferman de gravedad.
Brennen, veterinaria de los Centros de Cuidado Animal de la ciudad de Nueva York, es parte de un equipo de especialistas que ayuda a los animales de compañía que se han quedado solos.
En toda la ciudad, los especialistas en animales, completamente ataviados con equipo protector, entran a las casas para alimentar, sin costo, a las mascotas famélicas cuyos dueños fueron hospitalizados a causa del virus, o para llevarse en custodia a las mascotas que pertenecían a pacientes que no regresarán a su hogar.
De acuerdo con los Centros de Cuidado Animal de la ciudad de Nueva York, los propietarios de mascotas que han fallecido a causa del virus han dejado perros, conejillos de indias y gatos, y al menos uno de ellos murió de hambre antes de que alguien revisara el apartamento del propietario.
Para los gatos, que son susceptibles a la infección por coronavirus, el procedimiento estándar de la ciudad consiste básicamente en tenerlos en cuarentena en sus casas durante al menos catorce días, con especialistas en animales que los monitorean. (Aún no se sabe si los gatos pueden transmitir la enfermedad a los humanos).
Ese día de marzo, en el Upper West Side, los habitantes del edificio multifamiliar habían alertado a la organización de Brennen sobre una mujer que vivía ahí y estaba en cuidados intensivos combatiendo el virus. Dijeron que había dejado a sus dos amados gatos en su apartamento.
Brennen fue y alimentó a los gatos dos veces a la semana.
“Yo sabía cuánto quería y amaba ella a esos gatos”, afirmó. “Y yo quería que estuvieran ahí cuando ella regresara a casa”.
Al final, la dueña de los gatos murió; después, un vecino los adoptó.
“Ya no están con ella, pero están con personas dispuestas a ayudarla”, comentó Brennen, vicepresidenta de salud y bienestar animal de la organización de cuidado animal. “Y eso es algo”.
Algunos pacientes contagiados del virus, intubados y en cuidados intensivos, han sido incapaces de avisarle a alguien que han dejado a su gato o a su perro, así que los vecinos lo descubren al escuchar los quejidos de las mascotas en el pasillo.
A finales de abril, el Departamento de Emergencias de la ciudad de Nueva York y las oficinas de bienestar animal lanzaron una línea de ayuda telefónica para las personas que tenían dificultades con el cuidado de sus mascotas a causa del virus.
Algunas de las preguntas recibidas en esas líneas de ayuda, donde trabajan miembros de grupos de rescate animal y representantes de agencias de la ciudad, son bastante básicas. Por ejemplo: ¿Mi perro puede contraer el virus? (Ha habido algunos casos documentados de perros que se contagiaron de la enfermedad).
El objetivo principal de la línea de ayuda telefónica es evitar que los neoyorquinos que están enfermos o en dificultades entreguen a sus mascotas, por lo que los ponen en contacto con médicos veterinarios de urgencias que estén subsidiados y con la red de despensas gratuitas de alimento para mascotas de la ciudad.
No obstante, en ocasiones, entregar a las mascotas es la única opción: hasta el 17 de junio, aproximadamente 145 mascotas habían sido entregadas mediante la línea telefónica. Los animales han sido atendidos por la organización de Brennen y la Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad contra los Animales en Manhattan.
Los animales entregados debido a que sus dueños contrajeron el virus deben permanecer en cuarentena durante 14 días. Después de eso, pueden ser adoptados.
“Es muy importante cuidar este vínculo entre humanos y animales, en especial en esta época”, aseguró Christine Kim, enlace comunitario sénior de la oficina de bienestar animal de la ciudad. “Ahora es cuando la gente más lo necesita”.
Cuando Howard Katz, de 61 años, un conductor de limusina de Massapequa, en Long Island, fue hospitalizado por el virus en abril, su principal preocupación no era su salud, según dijo su hermana Cynthia Hertz. Le preocupaba Lucy, su shiba inu, que estaba recuperándose de una cirugía en la que le extirparon los ojos a causa de una enfermedad.
Hertz comentó que ella y su novio pasaron tres días llamando a veterinarios, pensiones para perros y refugios para encontrar a alguien que cuidara a Lucy. Nadie quiso.
“Tenían miedo”, dijo. “Lucy podría ser portadora de COVID-19 y nadie podía ayudar”.
Una llamada a la línea de ayuda telefónica para mascotas la puso en contacto con Jenny Coffey, directora de responsabilidad comunitaria del grupo de rescate Animal Haven.
El grupo, que según Coffey ha atendido 215 casos hasta ahora, hizo arreglos para que Lucy se quedara en las instalaciones de una pensión de Long Island durante tres semanas. El costo fue pagado por Red Rover, un grupo que proporciona apoyo económico para ayudar a las personas que están pasando por una crisis con sus mascotas.
“Fue como un salvavidas para mi hermano”, señaló Hertz, y agregó que Katz estuvo feliz de reunirse con Lucy después de pasar tres semanas en un hospital y un centro de rehabilitación. “No sabía si sobreviviría en caso de que le sucediera algo a Lucy”.
Entrar a casas donde se cree que el virus ha estado presente puede ser muy estresante, afirmó Feraz Mohammed, oficial de control de animales de los Centros de Cuidado Animal de la ciudad de Nueva York.
Un día hace poco, Mohammed condujo una camioneta de la agencia cubierta con imágenes de gatos y perros hasta un edificio de apartamentos en el sur del Bronx. Una residente que se creía que estaba contagiada de coronavirus había sido hospitalizada; su perro y su gato no habían tenido agua ni alimento durante cinco días.
Mohammed se colocó un cubrebocas, guantes y un traje Tyvek, cuyas aberturas alrededor de las muñecas y tobillos selló minuciosamente con cinta adhesiva. Después tomó su herramienta para atrapar perros y la transportadora de gatos.
Arriba, un perro que parecía una mopa rubia salió del apartamento dando saltos de alegría canina. Mohammed le colocó una correa al perrito y entró. Atrapó a un gato atigrado debajo del sillón y acarició con gentileza a las dos mascotas mientras las llevaba abajo y las encerraba en jaulas dentro de la camioneta.
“Una vez que los alimentamos y les damos agua”, dijo, mientras acariciaba la cabeza del perrito, “me siento mejor respecto a todo esto”.