Salud y Familia

“Mi sueño es que ya no existan niñas madres”, la vida de una psicóloga forense

Conocer historias de agresiones y abuso sexual contra niños y niñas la llevó a especializarse y buscar la sanación de niños y adolescentes violentados, lo cual incluye la búsqueda de justicia

La psicóloga forense Regina Villagrán regularmente imparte charlas, talleres y cursos a escala nacional e internacional sobre el tema de niñez y
adolescencia vulnerada.  (Foto Prensa Libre: cortesía)

La psicóloga forense Regina Villagrán regularmente imparte charlas, talleres y cursos a escala nacional e internacional sobre el tema de niñez y adolescencia vulnerada. (Foto Prensa Libre: cortesía)

Como psicóloga, Regina Villagrán ha enfrentado diferentes desafíos profesionales e incluso emocionales. Cuando trabajaba en hogares de protección y abrigo para niños y adolescentes se enteraba de múltiples casos de maltrato y en la mayoría solía encontrarse con terribles historias de abusos y violencia sexual contra niños. “Estos casos son más comunes de lo que imaginamos”, asevera.

La mayoría de sus pacientes nunca habían hablado de sus agresiones. Ella les ayudaba a ponerles nombre a las emociones y traumas vividos. Es por esas experiencias que decidió prepararse más y especializarse en otras materias para atender a esta población que ha sido vulnerada en sus derechos.

Su profesión actual es de psicóloga forense, una profesional con experiencia en contextos clínicos, psicosociales y jurídicos referentes a población vulnerable. Ofrece atención individual, grupal y comunitaria, tiene experiencia en atención a mujeres víctimas de violencia intrafamiliar y en niños, niñas y adolescentes víctimas de violación. Además, es especialista en peritajes, en abordaje para niños, niñas y adolescentes en procesos judiciales.

La profesional es egresada actualmente de cuatro universidades de Guatemala, con estudios en Guatemala, México y Chile.

En su profesión dota al sistema judicial de principios, técnicas e instrumentos psicológicos que permiten una valoración más objetiva de la conducta humana y que también ayuden al juez a dictar sentencias apegadas al derecho de los agredidos.

“En este proceso ayudamos a darle voz a la víctima de un hecho traumático que vivió”, explica.

¿Cómo llega a esta especialidad y toma este camino?

Comienzo hace una década en temas propios de niñez y adolescencia y voy haciéndome consciente al escuchar las historias de vida y hechos que a temprana edad estaban viviendo los niños, y me empiezo a dar cuenta de que, como psicóloga clínica o psicóloga, este relato era la primera persona a quien se lo contaban, un delito que impactaba en ellos, tanto a nivel psicológico como físico. Tenían una pérdida de su identidad, de la propia seguridad, y sin duda era experiencia aterradora.

Ahí me doy cuenta de que mi testimonio e informe ayudaba a que se les hicera justicia y que fueran sacados de un entorno abusivo y agresivo.

Empecé a trabajar con víctimas de violencia sexual, entre ellas niñas embarazadas por violación y que en ocasiones criaban a los hijos de sus padres, un caso completamente abrumador. Por ello empiezo a trabajar también el tema de la maternidad, tenía que prepararme de manera integral para poder apoyarles mejor y, además, acompañarles para que en el sistema de justicia se obtenga una reparación digna para ellas.

Desde el 2011 empiezo a acompañar procesos judiciales en el juzgado y acompañamiento a víctimas. Se trata de un crimen que deja daños en la vida de ellos que son difíciles de reparar. La mejor manera es ser una terapeuta especializada. Doy charlas a padres, otros profesionales y estudiantes de universidades para que conozcan a profundidad el tema de violencia sexual.

Todos los casos son difíciles, pero ¿existe alguno que le haya impactado más?

El solo pensar que hay una niña de 10 años que cría al hijo de su papá me hace ser más consciente y me hace reflexionar que necesitamos ser más empáticos con la víctima.

En ocasiones, como sociedad, nos limitamos a pensar en soluciones como la pena de muerte para los abusadores, pero se deja de lado el tomar acciones de cómo proteger más a nuestros niños y jóvenes para que no sean víctimas de estos delitos.

Esta niña no sabía cómo amamantar, no escuchaba el llanto de su hijo, no porque no quisiera al bebé, sino porque se disociaba en su personalidad, por el trauma que vivía. Es importante dejar de lado la idea romántica de la maternidad y no culparlas a ellas, pues por su edad, condición y vulneración no están preparadas para ser madres.

“Es necesario darles a los sobrevivientes un espacio para que se sientan acompañados y no señalados ni estigmatizados. Muchas veces se sienten culpables y solos… En cualquier lado puede haber un depredador”.
Regina Villagrán, psicóloga forense

El trabajar siempre con este tipo de casos me ha hecho ver los distintos tipos de procedimientos para asegurarle a la víctima o sobreviviente su proceso de sanación propia.

En ocasiones son juzgadas por hablar hasta 10 o 15 años después, pero ellas podrían haber estado en completo terror, tener al agresor en casa; están bajo amenazas. Por ello, desde el momento en que hablan es importante que sean respetadas. Ese es el primer punto esencial.

También podrían pasar una indefensión aprendida; es decir, esa condición de un ser humano en la que se aprende a comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de no tener la capacidad para cambiarla.

El hecho de que hablen les hace ser personas valientes. Ahí comienza su proceso, que no es un camino sencillo de abordar, se requiere de un apoyo, no solo de un terapeuta, sino a nivel integral y de la sociedad, de tener acompañamiento de un tutor resiliente que puede ser un maestro, una madrina u otras figuras. Además, que el Estado garantice este proceso desde el momento en que la víctima se atreve a hablar, al creerle. Un niño no tiene la capacidad de inventar algo como una violación.

En los últimos años han aumentado los casos en donde se demuestra un abuso a los derechos de la niñez y la adolescencia que terminan en embarazos o daños a la autoestima de los afectados, entre otros. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca Prensa Libre).

Qué errores podría señalar que se cometen en la sociedad. ¿Cuál sería el papel de los adultos responsables?

Uno de los principales errores que cometemos es no aceptar que la víctima dice la verdad. En ocasiones porque son realidades que nos pueden sobrepasar como padres, tíos, amigos; entonces se esconden, se tratan de ocultar e incluso se llega a vivir como si esto jamás hubiera pasado.

Además se hace importante fortalecer la educación sexual a todo nivel. Esta no existe actualmente y vivimos en una cultura patriarcal de violación. Necesitamos aprender a educarnos, prevenir el abuso sexual, empezando por reconocer al niño como una persona con plenos derechos.

Esto empieza desde la crianza respetuosa, dejar de culpar a las niñas y adolescentes por cómo visten, por ejemplo, porque esto las culpa a ellas y se deja por un lado al agresor.

Esto nos lleva también a hablar con los niños de su cuerpo, a enseñarles a llamar a las partes de su cuerpo por su nombre, a conocer su anatomía.

Tenemos que enseñarles cómo se diferencia una caricia de cariño a una caricia sexual. Enseñarles que no siempre deben obedecer a los mayores cuando piden algo extraño o inusual. Enseñarles que nadie debe hacerles sentir cosas raras ni deben tolerarlo. Enseñarles, especialmente, que nosotros como adultos podemos ser un canal abierto de comunicación y que no teman que les vayan a decir que están mintiendo.

La buena crianza también incluye, por supuesto, el demostrarles cariño y afecto.

¿Cuál sería su sueño en el futuro para la niñez y adolescencia?

Esta pregunta me toca mucho, y aunque por momentos no puedo dejar de ser la terapeuta, soy una mujer que tengo alrededor niños, sobrinos, amigos que están creciendo… Mi sueño es que comprendamos la importancia de la salud mental para ellos, que se sientan seguros y que pueden contar incondicionalmente con sus padres, con los adultos que les rodean.

Apuesto por la crianza respetuosa para proteger los derechos de los niños. Todos tienen los mismos derechos. Mi trabajo se mueve en torno a esta certeza. La finalidad es que estos derechos sean una realidad, para que estén protegidos. Mi sueño es ver crecer niños que no tengan que repararse y que no lleguen a ser adultos rotos. Mi sueño es que ya no existan las niñas madres, sino darles la oportunidad de crecer como niñas.

Un punto importante es proteger también a los varones. Ellos son vulnerados, pero casi no hablan al respecto, por las presiones sociales que existen.

Acompañamiento
Villagrán se ha preparado en diferentes cursos relacionados con maternidad. También es una doula, es decir una mujer que acompaña a una embarazada brindando apoyo emocional continuo durante este período; en su caso, a mujeres violentadas. El movimiento de doulas existe a nivel mundial y Guatemala es parte de él. Actualmente la Escuela de Doulas Intuición Materna ha formado a casi un centenar de ellas. (Foto Prensa Libre: cortesía)

¿Cómo apoyar a familia, niños y adolescentes?

La mejor manera de involucrarnos como sociedad en trabajar es la prevención en todo momento, el proteger a los niños, acompañarles a que ese empoderen y tengan las herramientas necesarias.

No abandonar a nuestra niñez es importante, que tengan redes seguras, y reconocer que el amor es la mayor protección porque a través de él se da respeto y cuidado.

Aquí se vuelve indispensable el criar como familia y comunidad a través de los valores. ¿Qué hace la niña que a los 18 años sale de una casa hogar con un niño pequeño a enfrentar al mundo y a la maternidad que, sabemos, es una tarea desbordante?

Existimos trabajadores que buscamos orientar a la población sobre estos temas, en donde es claro que el cuerpo de los niños y niñas no se toca bajo ninguna circunstancia, pero falta mucho camino por recorrer.

Es necesario darles a los sobrevivientes también un espacio, para que se sientan acompañados y no señalados y estigmatizados. Muchas veces se sienten culpables y solos. El mensaje final es que en cualquier lado puede haber un depredador, y por eso es importante empoderar a la infancia.

En su vida ¿qué le hace sentir que está en el lugar correcto?

Esto se da cuando los pacientes me dicen que están escogiendo el camino de la sanación, que les duele, pero es un dolor terapéutico y ya no están anestesiados.

En algunos casos aprenden a lidiar con diferentes momentos, me impresiona la resiliencia que van adquiriendo durante su proceso y el coraje de sanar.

Cuando escuchan una sentencia a su favor, veo los rostros diferentes, diciendo: “Me hicieron justicia”. En nuestras manos muchas veces está mejorar la historia de vida de las víctimas… y su proceso de sanación es más impactante cuando se le ha creído desde el principio.

En esta profesión cambiamos vidas y hacemos la diferencia, y buscamos el bien superior de niños, ante todo.

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