El riesgo cero no existe; sin embargo, sí podemos afirmar que hemos hecho un enorme esfuerzo para que nuestros campus sean espacios seguros y se pueda desarrollar la actividad docente e investigadora con todas las garantías posibles.
El sistema universitario español es presencial. Y no vamos a renunciar a ello porque nuestra visión de la Universidad es la de un foro de intercambio intelectual y, también, social.
Tan importante es la adquisición de conocimiento como el aprendizaje de habilidades y competencias indispensables para el trabajo en equipo, la gestión de emociones, la comunicación y la versatilidad ante escenarios sobrevenidos. Si algo hemos demostrado desde el 14 de marzo es que las universidades somos capaces de adaptarnos en un tiempo récord a una situación excepcional.
Somos universidades presenciales
Desde el día siguiente a la declaración del estado de alarma, comenzamos a reorientar nuestra metodología docente presencial a otra puramente telemática. Lo que vivimos entonces, así lo hemos subrayado, no fue en ningún caso un cambio a una docencia online, sino a una docencia de emergencia en remoto. Ahora, nuestro objetivo es ofrecer una docencia bimodal que garantice la máxima presencialidad y la calidad que nuestro sistema universitario tiene acreditada. Vamos a mejorar el modelo, pero no lo vamos a cambiar. Somos –y queremos seguir siendo– universidades presenciales.
Para mantener nuestro sello de identidad hemos articulado un modelo mixto entre docencia presencial y online en el que se ha priorizado la asistencia del estudiantado de primer curso porque es muy importante que esa primera toma de contacto con el mundo universitario sea para los recién llegados lo más satisfactoria posible.
También nos estamos volcando en las prácticas y los laboratorios porque fueron los más perjudicados durante el confinamiento sufrido en la segunda mitad del curso pasado. En este sentido, se ha pedido al Ministerio de Universidades que, en caso de que se repita esa situación, profesores e investigadores sean considerados personal esencial para que puedan seguir impartiendo las prácticas y clases mediante videoconferencia.
En los protocolos publicados hemos establecido la obligatoriedad de la mascarilla y la distancia de seguridad, y se ha trabajado mucho en una correcta señalética en los campus, flexibilización de los horarios para evitar aglomeraciones y evaluación continua siempre que sea posible.
Hemos reducido entre un 30 y un 50 por ciento los grupos y establecido un sistema de rotación para que una mitad pueda asistir presencialmente mientras el resto sigue la clase en streaming a través de cualquier dispositivo con conexión a internet. Y si tuviesen problemas de conectividad, como detectamos el curso pasado en un porcentaje en torno al 1,5 por ciento, volveremos a repartir ordenadores y tarjetas de datos.
El control de la asistencia a las aulas será riguroso para saber dónde y junto a quién ha estado sentado cada estudiante y tenemos designados y establecidos responsables de COVID-19 y procedimientos de aislamiento para los posibles casos positivos dentro de las universidades. Todo, en coordinación con las consejerías de Sanidad que son, junto con el Gobierno Central, quienes determinarán el escenario sanitario en el que deberemos movernos.
El papel de los voluntarios
Pero de nada sirven las medidas decretadas por las autoridades académicas o sanitarias si cada uno de nosotros no se implica en su cumplimiento. El papel de los voluntarios que estamos formando será muy importante para la concienciación de toda la comunidad universitaria.
Ningún estudiante se va a quedar fuera por culpa del coronavirus. Pero las universidades no podemos hacerlo todo solas. Ya hemos gastado una parte significativa e imprevista de nuestros presupuestos en reforzar los sistemas de telecomunicaciones, adaptar contenidos a un formato audiovisual, material higiénico, turnos de limpieza, adaptación de espacios, simuladores de prácticas y contratación de personal.
Ahora necesitamos que el dinero destinado por el Gobierno a la Educación Superior dentro del Fondo COVID, y que se ha transferido ya a las comunidades autónomas, llegue cuanto antes a las universidades, que es lo que marca la ley. Si perdemos más tiempo, el gran perjudicado será en primera instancia el estudiantado y en segunda, el conjunto de la sociedad.
Estamos obligados a actuar; no hay tiempo para dilaciones
Llevamos muchos años hablando de la importancia de la Investigación, la Innovación y la Transferencia. De la necesidad de cambiar nuestro modelo productivo y de caminar hacia la Sociedad del Conocimiento. Pero solo hablamos. Ahora la pandemia nos obliga a actuar si queremos salvar el Estado del bienestar que tanto esfuerzo nos ha costado alcanzar. Podemos dar ese salto, tenemos potencial para hacerlo. Pero hay que reaccionar ya. No hay tiempo para más dilaciones.
Esta generación no será una generación perdida en las universidades. Será diferente, con mayor capacidad de adaptación, resiliencia y empatía. Una generación con unas habilidades sociales y competencias digitales acordes a las necesidades de un mundo que ha cambiado y para el que vamos a formarles adecuadamente. En esto, la certeza es absoluta.
José Carlos Gómez Villamandos, Presidente de CRUE Universidades Españolas. Rector de la Universidad de Córdoba, Universidad de Córdoba
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.