Los alimentos han moldeado la identidad de todas las culturas alrededor del mundo. De esa cuenta, las sociedades han procurado experimentar y celebrar los sabores desde varias formas.
A decir de Gabriela Cruz, nutricionista especializada en alimentación consciente, la forma en que comemos también dice mucho de quienes somos individual y colectivamente. “Cuando celebramos e incluso cuando conmemoramos eventos tristes, solemos compartir alimentos”, dice.
Comer también influye en la manera que percibimos y sentimos las cosas. Gabriela apunta que, a la hora de ingerir alimentos, nuestra sangre se dirige al sistema nervioso entérico que vincula al pensamiento con el aparato digestivo.
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“El estómago es el segundo cerebro del cuerpo. Allí se forman varios neurotransmisores de placer que envían señales positivas o negativas al resto del cuerpo. Por eso, cuando comemos, solemos sentir felicidad”, explica Cruz.
La también nutricionista Lucía Rosales agrega que la comida puede comprenderse como un autorregulador de nuestras emociones. Esta aseveración encuentra sus orígenes en las primeras épocas de alimentación, ya que, al ser bebés, las personas son alimentadas casi siempre.
“Desde nuestros primeros meses de vida regulamos nuestras emociones cubriendo el hambre. La leche materna en esa época suele funcionar para calmar a los bebés desde cuando lloran hasta cuando sienten dolores”, comparte Rosales.
En la publicación Psicología y Nutrición, elaborada por los especialistas españoles en salud Francisco Cabello Santamaría, Javier Aranceta Bartrina y Lluís Serra Majem, se apunta que dentro del sistema de valoración emocional interviene la amígdala, la cual participa en la conducta alimenticia.
Esta información llega por dos vías: la primera -que es más rápida- permite la decisión inmediata en cuanto a que lo ingerido pueda ser bueno o malo para las personas; esto desde una apreciación física. La segunda llega desde la corteza cerebral y tiene más datos sensoriales, apuntan los españoles.
Es partir de esa información que la amígdala proporciona un sentimiento que es analizado en otras zonas evolucionadas de la corteza cerebral como el córtex orbitofrontal, donde se implica el aprendizaje sobre la alimentación. Posteriormente estos datos son almacenados en la memoria.
Según apunta la información de los investigadores, desde la psicología ocurre que, al asociar un estado emocional determinado con la ingesta de un alimento, se puede llegar a condicionar la respuesta fisiológica de la emoción ante el alimento. De esa forma el organismo reacciona de igual forma a lo ingerido que a la emoción.
Comprenderse desde la alimentación
Lucía Rosales ha tomado insumos de lo anterior para replantear desde sus abordajes nutricionales la llamada alimentación intuitiva: un concepto que alude a la forma en que las personas pueden escuchar su cuerpo para que así comprendan las razones sensitivas que llevan a ingerir determinados alimentos.
“La alimentación intuitiva es algo que las personas pueden ir desarrollando y que tiene como fin solventar las necesidades emocionales”, señala la especialista.
Lucía argumenta que primero es importante reconocer la importancia e impacto que tiene el orden alimenticio en la cotidianidad. Esto implica el desarrollo de un estilo de consumo que contemple modos y frecuencias congruentes a la experiencia de cada persona.
Desde su experiencia, Rosales ha implementado un sistema “anti-dieta”, desde el cual pone sobre la mesa el hecho que la alimentación debe resonar y acoplarse a las características de cada persona; entre ellas, el tamaño y peso del cuerpo, el género, el acceso socioeconómico, y por supuesto, las emociones.
“Para desarrollar la alimentación intuitiva es necesario primero darle al cuerpo lo que necesita para cubrir con sus requisitos fisiológicos”, dice la nutricionista.
Esta serie de requerimientos implica la elaboración de menús con las raciones y las formas en las que se deberían de consumir y preparar los alimentos sugeridos por los nutricionistas que se acoplen de manera subjetiva y contextual a cada persona.
La influencia de la comida sobre el cuerpo y la mente también puede surgir en medida que las personas experimenten más alimentos.
Rosales apunta que esto podría lograrse desde la variación de los grupos alimenticios: “Por ejemplo, si se tiene mucho tiempo de no comer hierbas, se podría intentar implementarlas más, así como con otras comidas”.
Esto daría como resultado una experimentación constante desde la cual las personas pueden ver resultados en su rendimiento emocional y físico, puesto que habrá unas que surtan efectos de mayor energía, mientras que otras quizá no.
Lucía recomienda llevar a cabo un diario de alimentación en el que las personas puedan hacer un registro de las comidas que han ingerido cada 24 y 48 horas. Esto permitirá rastrear los efectos de los grupos alimenticios y se comprenderá mejor cuáles son aquellos que se adecuan mejor al sentir fisiológico y emocional.
Antojos y emociones
El principio de una planificación alimenticia es que las personas solventen con varias opciones su hambre y así puedan cubrir necesidades a lo largo de determinados periodos. A la vez, esto podría evitar que surjan los denominados “atracones” o antojos, pero ¿cómo surgen y cuál es su impacto?
A decir de Rosales, estas micro necesidades también pueden ser parte de la alimentación intuitiva puesto que se está atendiendo un pulso inconsciente o una necesidad emocional.
“El tema acá consiste en reconocer cuáles son esas emociones que impulsan a comer repentinamente y preguntarnos si comiendo nos sentiremos mejor”, dice Rosales, quien subraya que al reconocer los antojos también se lleva a cabo un ejercicio compasivo con la emocionalidad.
La nutricionista Gabriela Cruz señala que los antojos guardan emociones. Su aparición también puede explicarse desde el incremento de estrés. Estos pueden deberse a la falta de minerales como el magnesio, el cual funciona como regulador de nervios.
Cruz ha trabajado con la terapia Thetahealing, que consiste en un proceso inducido por la meditación que llega a las ondas Theta del cerebro y que, al ser alcanzadas, pueden modificarse ciertos pensamientos arraigados.
La nutricionista apunta que, al inducir una terapia de este tipo, las personas podrían comprender las explicación detrás de las emociones que detonan de la necesidad repentina de comer.
Dietas, autopercepción y limitantes
Muchas veces los antojos o atracones son vistos como desafíos en los procesos alimenticios, sobre todo porque se vinculan al consumo de productos con bastante azúcar, carbohidratos y harinas.
Lucía Rosales argumenta que caso contrario a lo que dictan las dietas, es viable darles espacio a los antojos -una vez se haya cumplido con el plan de alimentación recomendado-, ya que “si se restringen constantemente, se aumentará las ganas puesto que son placenteros pero prohibidos”.
La nutricionista argumenta que, de consumirse los antojos, quizá las personas puedan necesitarlos menos a largo plazo puesto que la búsqueda de su placer no será algo nuevo.
Muchas de estas limitantes suelen venir de la influencia provocada por la cultura de la dieta, desde la cual se ha creído que el hecho de comer dicta la forma en que se ven los cuerpos, apunta Lucía.
“Se ha enseñado que cuidar la alimentación es para tener cierto tipo de cuerpo y para abrirse a un mundo de posibilidades. Es algo también influenciado por la publicidad”, señala.
Tanto Rosales como Cruz argumentan que esas imposiciones pueden generar efectos nocivos en la emocionalidad de las personas que tienen una mala autopercepción y que además entran a procesos de dietas.
Los efectos ocurren cuando se pone en duda su propia voluntad, y también, cuando llegan a sentirse aisladas o separadas respecto a los demás por su alimentación. Los signos del trauma también podrían incrementar incluso con el debilitamiento de órganos y funciones corporales, debido a muchas restricciones.
No obstante, Gabriela Cruz agrega que “nadie puede ser más experto en nuestro cuerpo que nosotros mismos”, por eso, “tenemos que aprender a escucharlo”. La nutricionista explica que solo mediante la atención propia al cuerpo, las personas “pueden ser más saludables” sin ponerse en riesgo.
Estas son algunas recomendaciones de las nutricionistas respecto a la forma en que las personas pueden ser más conscientes de sí mismas desde la ingesta y cómo esto impacta al cuerpo y la mente:
- Poner atención en qué tanta diversidad de alimentos se están comiendo.
- Preguntarse si hay algún miedo a ciertas comidas.
- Realizar un diario de alimentación y analizar cómo influye en el estado anímico y físico.
- Incrementar la hidratación.
- Buscar el movimiento corporal desde el placer y no por obligación.
- Tomar en cuenta la necesidad de desparasitarse para tener un sistema más liviano.
- Observar de dónde vienen los mensajes de la alimentación que tenemos.
- Lograr distinguir entre si el hambre es física o emocional.
- Al existir un antojo, comprender de dónde surge la gana o emoción de solventarlo.
- Estar concentrado en la ingesta únicamente a la hora de la comida.
Cabe mencionar que ante preguntas o planes acerca de la forma en que nos alimentamos es también recomendable acudir con especialistas en salud nutricional.