Este hallazgo, según los investigadores, “refuerza el importante papel del reloj circadiano en el gobierno del metabolismo y ayuda a explicar por qué las irregularidades en los horarios de comer y dormir pueden aumentar la probabilidad de que las personas aumenten de peso”.
Para determinar los cambios a lo largo del día en el metabolismo, Zitting y sus colegas estudiaron a siete personas en un laboratorio sin ninguna pista sobre qué hora era en realidad: no había relojes, ventanas, teléfonos ni internet.
A los participantes del estudio les fueron asignadas horas para ir a la cama y despertarse.
Cada noche, esas horas se modificaron a cuatro horas más tarde, el equivalente a viajar hacia Alaska (EE.UU.) desde el este a través de cuatro zonas horarias cada día durante tres semanas.
“Debido a que estaban haciendo el equivalente a dar vueltas alrededor del globo cada semana, el reloj interno de su cuerpo no podía seguir el ritmo”, detalló la coautora Jeanne Duffy, de la misma división que Zitting.
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Con estos ajustes, los expertos fueron capaces de medir la tasa metabólica en todos los diferentes momentos biológicos del día.
Los datos mostraron que el gasto de energía en reposo es más bajo en la fase circadiana que los investigadores catalogaron como “0°”, correspondiente a la caída de la temperatura corporal en la noche biológica tardía.
El gasto de energía fue mayor en la fase circadiana “180°”, aproximadamente 12 horas después, en lo que sería la tarde biológica hasta la noche.
Los investigadores encontraron además que el cociente respiratorio de los participantes, que refleja la utilización de macronutrientes, también varía según la fase circadiana.
Esta medida fue más baja en la noche y más alta en la mañana biológica.
Este descubrimiento ofrece la primera caracterización de un perfil circadiano en el gasto energético en reposo en ayunas y el cociente respiratorio en ayunas, sin contar los efectos de la actividad, el ciclo sueño-vigilia y la dieta.
“No solo lo que comemos, sino cuándo comemos y descansamos afecta la cantidad de energía que quemamos o almacenamos como grasa. La regularidad de los hábitos como comer y dormir es muy importante para la salud general”, sentenció Duffy.