Salud y Familia

¿Por qué nos quejamos por todo? Beneficios y riesgos de la queja

La queja nos permite descargar nuestro malestar emocional y acercarnos a las soluciones, pero cuando es constante afecta las relaciones interpersonales.

Quejarse constantemente afecta sus relaciones sociales y pone en riesgo sus amistades. (Foto Prensa Libre: Liza Summer en pexels.com).

Quejarse constantemente afecta sus relaciones sociales y pone en riesgo sus amistades. (Foto Prensa Libre: Liza Summer en pexels.com).

“Siempre llueve en el almuerzo”, “Qué calor hace en la oficina”, “No me hace caso cuando le hablo”, “Tengo demasiado trabajo y no puedo descansar” … si enlistara todas las quejas que escucha a diario, ya sea de las personas que lo rodean o de usted mismo, seguramente sería una lista muy larga. Aunque ahora, al leerlas, considere que son absurdas, las quejas tienen la función de ayudarnos a gestionar nuestras emociones. Sin embargo, cuando son constantes pueden retroalimentar el malestar.

“Solemos interpretar la queja como algo negativo, pero realmente es una forma de gestión emocional, es poner en palabras lo que estamos sintiendo. Está originada por situaciones que nos producen angustia, malestar o rechazo. Siempre es mejor expresar una emoción que esconderla o guardarla”, explica Cristian Lanuza, psicólogo clínico.

La queja tiene la función de servirnos de desahogo. Con ella podemos expresar nuestras emociones y pensamientos negativos, con el fin de buscar una solución. Para el experto, la queja no cumple ningún fin si después de ella no planteamos acciones para corregir lo que nos está molestando. Incluso, cuando nos quejamos por cosas que no dependen de nosotros la queja es “doblemente inútil”.

Quejarnos también sirve para recibir apoyo de los demás y aprender a relativizar cada situación. Cuando compartimos nuestras quejas podemos fortalecer las relaciones interpersonales, ya que hace que nos sintamos menos aislados o resolvemos dudas de si nuestras percepciones son las correctas. Además, para quien escucha le permite acompañar y ayudar a buscar soluciones.

La queja además puede servir como llamada de atención acerca de una conducta que nos molesta y conducir a un cambio en el entorno y/o a una mejora en la relación con alguien más.

El peligro de la queja

Muchas personas convierten la queja en un hábito. Son aquellas que se quejan por el clima, por el tráfico, la comida, por el trato que recibió en el último lugar que visitó, en resumen, son las que se quejan por todo y han convertido esta práctica en algo indispensable en su vida.

De acuerdo con la psicoanalista Mayte Herrera, la espiral continua de las quejas en vez de cumplir la función del desahogo y buscar la acción, lo que realmente hace es paralizar a la persona y bajar su vitalidad. Además de que lo centra solo en lo negativo de su vida y muchas veces es más lo positivo. A estas personas las puede identificar cuando después de quejarse de algo les recuerde la parte buena y ellos solo contesten “sí, pero…” y continúen quejándose.

Quejarse constantemente puede provocar soledad y mal humor. (Foto Prensa Libre: Andrea Piacquadio en pexels.com).

“Si nos centramos solo en la queja atraeremos a nuestra vida solo lo negativo, porque es en lo que estamos concentrados. Tendemos a fijarnos en aquello que confirma nuestras creencias. Si es eso en lo que nos fijamos, eso es lo que tendremos”, dice la profesional.

Estas personas se caracterizan también por usar la queja como una forma de socialización. A corto plazo están gestionando sus emociones y desahogándose, pero a largo plazo lo que consiguen es atención de parte de los demás por medio de un mecanismo que no es sano. “Pueden llegar al punto de no tener temas de conversación o no saber cómo congeniar con los demás que no sea por medio de la queja. Al principio los demás pueden ser empáticos o solidarios y buscar soluciones juntos, pero poco a poco se irán cansando y lo dejarán solo”, comenta Herrera.

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Dicho estilo de vida genera un estado de ánimo negativo, ya que estar al pendiente de las cosas malas de su vida los mantiene irritados, enojados o tristes. Incluso, si presta atención a aquellos que se mantienen quejándose se dará cuenta que la mayoría del tiempo se mantienen apartados de los demás. La razón es porque llega un punto en el que contagian a quienes los escuchan y estos deciden apartarse. Incluso pueden hacer que el ambiente sea incómodo.

Quienes usan la queja como un hábito suelen evadir responsabilidades, ya que, en el fondo, lo que están haciendo es culpar a otras personas o a las circunstancias de lo que ocurre. Esto también logra que tomen un rol de víctima, con el que atraen la atención de los demás.

Qué hacer ante la queja constante

Si después de leer lo anterior considera que es una persona que se queja excesivamente, no se preocupe, como todo hábito se puede modificar.

Escribir las quejas del día le ayudarán a entrenar su cerebro a analizar mejor cada situación. (Foto Prensa Libre: Foto de Andrea Piacquadio en pexels.com).

Lanuza recomienda llevar un diario que quejas. En vez de compartirlas con alguien, en una libreta apúntela y léala, si puede, en voz alta. De esta forma podría darse cuenta de qué tan válida es y si pudiese hacer algo para cambiar la situación. “Esta práctica se trata de poner nuestros pensamientos en perspectiva. Muchas veces hablamos sin pensar lo que decimos”, opina.

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Este análisis también puede hacerlo sin una libreta. Antes de quejarse piense si puede hacer algo para cambiar la situación. Si puede, inténtelo, en caso de que no sea posible porque no depende de usted, entonces lo mejor es aceptarlo y concentrarse en otra cosa.

Cuando se escuche quejarse de algo que no depende de usted y no es muy importante, cambie la queja por el agradecimiento hacia lo que sí tiene y le salió bien. De esta forma enfocará su energía en lo positivo de la vida. “Se trata de entrenar la mente. Quizá los primeros días tendrá cierta dificultad, pero poco a poco las quejas irán desapareciendo y estará más presente el agradecimiento”, enfatiza el psicólogo clínico.

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