Aún más importante que los participantes, es el mensaje lo que sustenta esa reciprocidad informativa.
Sin embargo, no todas las líneas de comunicación lo logran con efectividad. En ocasiones, el receptor se ve impedido de recibir los mensajes emitidos, lo cual propicia dificultades para lograr una escucha activa.
La mencionada se trata de una habilidad comunicativa que se desarrolla mediante la empatía, así como con aspectos verbales y no verbales del discurso. Busca que los diálogos sean asertivos y positivos.
Manuela Méndez Morales, psicóloga clínica, lo explica de la siguiente manera: “Es comprender de forma analítica el contenido del discurso de dos o más personas, escuchando de manera activa y empática para generar una respuesta asertiva sin juzgar o dañar”.
Por su parte, la también psicóloga, Scarlette Muñoz, explica que la escucha activa consiste en poner atención al discurso de otra persona, “comprendiendo sus perspectivas, pensamientos, emociones y vivencias, sin un juicio personal”.
Muñoz enfatiza que el receptor debe estar consciente de sus pensamientos y emociones, pero a la vez, tener interés en las del otro, sin importar las diferencias.
Dicho esto, es importante hacer una diferenciación entre oír y escuchar en un diálogo, ya que no son lo mismo. Méndez Morales explica que, oír es un proceso fisiológico donde el sentido auditivo recibe ondas sonoras que generan vibraciones que se transmiten al cerebro.
Por otro lado, escuchar se remite a la capacidad que tienen las personas para captar, analizar e interpretar los mensajes verbales así como no verbales y el tono, añadiéndole sentido a la información recibida.
Prestar atención a lo que se dice en una conversación, brindar respuestas coherentes a partir de una pregunta formulada, o bien, dar una crítica constructiva orientada a la empatía, son ejemplos de escucha activa.
Scarlette Muñoz agrega que esta práctica propicia una cadena de bienestar tanto para emisor como receptor: “Quien la práctica aumenta su empatía y capacidad de vivir más allá de su percepción. Quien es escuchado siente confianza y seguridad de ser quién es”, amplía.
Estar más cerca del mensaje
Tanto Muñoz como Méndez coinciden en que la empatía es la base para alcanzar una verdadera escucha activa, que se oriente a la comprensión y el apoyo emocional.
“Toma un papel importante pues, mediante ella, la persona que recibe el mensaje busca situarse en el lugar del otro, validando las emociones experimentadas”, dice Manuela.
Scarlette, explica la empatía como una comprensión donde las otras personas tienen derecho a ser quienes son, sin necesidad de estar de acuerdo. “Estar de acuerdo es coincidir con la persona en alguna idea o decisión”, explica.
Así, la empatía tiene la facultad de convertirse en el mejor detonante para alcanzar la escucha activa, que también se puede lograr con distintas acciones como:
- Suspender el juicio personal, eliminar etiquetas y no crear suposiciones de lo escuchado
- Mantener contacto visual con quien se habla
- No interrumpir a la persona que está hablando
- Mostrar una postura corporal receptiva, empática y comprensiva
- Captar el contenido importante del mensaje verbal
- Observar atentamente el lenguaje no verbal
- Utilizar una confrontación asertiva mediante el análisis respetando las diferentes opiniones
No obstante, estas pueden ser impedidas con los denominados ruidos mentales que consisten en diálogos internos muchas veces inconscientes, explica Méndez.
Estos pueden llegar a ser negativos, puesto que llevan a las personas a divagar en actividades, así como pueden convertirse en obstáculos para el desarrollo óptimo y comunicativo con otros.
El ruido mental puede manifestarse en constantes preocupaciones, miedos irracionales, impaciencia, suposiciones o negación persistente a los cambios. La buena noticia es que estos pueden desacelerarse.
Scarlette indica que, para lograrlo, y en consecuencia, poder escuchar mejor, se debe reconocer -ante todo- la voz interna. “Es estar en armonía con lo que pienso y saberme escuchar mientras el otro habla”, expresa.
Adicional, se pueden poner en práctica recomendaciones empáticas -como las mencionadas arriba- y muy importante: prestar atención a los detalles en el discurso de las otras personas.
En beneficio de las relaciones
Ser una persona que escucha de manera activa propiciará en conclusión una mejoría para el acercamiento y comprensión entre personas.
Si una relación experimenta una situación donde no predomina la comunicación, es posible que una de las dos partes (o ambas) caigan en episodios de ansiedad generalizadas o frustración constante, dice Manuela Méndez.
Para abordar el tema es vital que, quien sufre de ruidos mentales, pueda identificarlos y posteriormente trabajarlos de manera individual o en terapia.
De acuerdo con Méndez, durante un proceso terapéutico para tratar el tema, se puede abordar el reconocimiento, la aceptación, la adaptación de nuevos pensamientos, y, en consecuencia, algunos cambios conductuales.
Todo radica, según la psicóloga, en la intencionalidad de la persona para realizar modificaciones que permitan alcanzar un desarrollo adecuado y asertivo a largo plazo.
De igual manera, la escucha activa puede trabajarse desde la niñez. Las especialistas consultadas indican que al emplearse en el núcleo familiar se crean patrones de comunicación asertivos, logrando que los pequeños se sientan valorados y comprendidos durante el crecimiento.
Entre las recomendaciones para mejorar esta habilidad se encuentran el estímulo de la lectura de cuentos o ver obras de teatro; ya que estas relatan intenciones, reflejan emociones y pensamientos. “Todo permite entender sin juzgar”, explica Scarlette Muñoz.
Méndez recomienda a los encargados ser ejemplo, así como enseñar la escucha activa cuando se da una instrucción: mirando a los ojos mientras se conversa y expresando las emociones sin miedos.
Por último, la especialista sugiere no caer en juicios respecto a lo que los niños expresen, no hacer de menos sus pensamientos por la edad y mucho menos, creer que por ser adultos sabemos todo y por ende podemos interrumpirlos.