Salud y Familia

Qué se esconde detrás del pánico nocturno de los niños

No es lo mismo "terror nocturno" que pesadilla. Conozca la diferencia y cómo manejarlo.

Se recomienda a los padres hablar en voz baja y tranquilizar al niño que sufre de pavor nocturno. Foto Prensa Libre: DPA

Se recomienda a los padres hablar en voz baja y tranquilizar al niño que sufre de pavor nocturno. Foto Prensa Libre: DPA

Lloran, gritan, patalean, están furiosos. A veces los niños se asustan en medio de la noche y no hay quien los pueda consolar. Eso le sucedió a la pequeña Isabela en la noche de Año Nuevo. Sus padres habían terminado de limpiar la sala después de la gran fiesta y de pronto oyeron un llanto desesperado desde la habitación. La niña de dos años lloraba como si fuera un asunto de vida o muerte, y cuando la madre intentó consolarla, le gritó con los ojos abiertos de par en par: “¡No, mamá, no!”.

“Parecía poseída”, recuerda Sonia Putzer, la madre. Después de 15 minutos todo pasó. Isabela volvió a dormir otra vez en su cama plácidamente. Los padres, en cambio, se quedaron atónitos ante semejante escena y apenas pudieron conciliar el sueño. A la mañana siguiente, la niña no recordaba nada.

La madre comenzó a investigar en Internet y también consultó al pediatra, ¿Qué podía estar generando tanto temor a su hija? El pediatra tuvo de inmediato una hipótesis: tal vez podría ser un caso de terror nocturno, conocido entre los especialistas como pavor nocturnus. Es una especie de trastorno del sueño que afecta particularmente a los niños entre los tres y los siete años”, explica el especialista en medicina del sueño Bernhard Hoch.

El terror nocturno no es una pesadilla

Si bien este fenómeno a simple vista puede parecer una pesadilla, las diferencias entre ambos estados son muy claras. “Al producirse un terror nocturno, los niños abandonan la fase del sueño profundo y pasan a un estado de miedo sin despertarse. Aumenta su frecuencia cardíaca y por lo general, aunque tengan los ojos abiertos, no reaccionan cuando se les habla. Al día siguiente no recuerdan nada”, detalla Hoch.

El caso de la pesadilla es muy distinto. Allí los niños suelen despertarse y contar con lujo de detalles lo que les acaba de ocurrir. Otra diferencia es que el terror nocturno suele producirse en la primera mitad de la noche, mientras que las pesadillas aparecen más bien hacia el final de las horas de sueño.

Ya han pasado más de dos años desde que Isabela tuvo ese episodio, y el pánico ha reaparecido algunas veces. “A veces pasan meses sin que suceda nada y después grita de pronto dos noches seguidas”, cuenta Sonia Putzer. Pero ahora ella ya sabe que ese tipo de episodios son inofensivos. “Ahora lo sé, pero antes pensábamos muchas cosas y nos preguntábamos si nuestra hija estaría procesando en la noche alguna cosa que había vivido como traumática. Nos atormentaba”, recuerda.

Más estructura y menos estrés ayudan

La terapeuta infanto-juvenil Anna Lena Tietze sabe que esa es una pregunta que atormenta a muchos padres. “El terror nocturno no es señal de un trauma”, terror nocturnotranquiliza. “Los padres no tienen nada que reprocharse, no tienen por qué pensar que están haciendo algo mal con sus hijos. Existen hipótesis que apuntan que este terror nocturno tiene una componente genética”, comenta.

¿Por qué entonces no afecta a los adultos? “Porque se estima que es un fenómeno que está vinculado al desarrollo del cerebro de los niños, que en esa etapa aún no ha concluido”, explica el especialista Hoch. De todos modos, hay algo que los padres pueden hacer para que estos episodios no sean tan frecuentes. “Es bueno que generen una atmósfera de calma antes de ir a dormir. Los niños necesitan estructuras. Los ayuda mucho crecer en un hogar en el que se sientan cuidados y que les dé seguridad”.

“Además, se debería intentar que los niños no sufran estrés”, apunta Tietze. “Si tienen propensión a sufrir de terror nocturno, puede que la abundancia de experiencias o las experiencias imprevistas y muy emocionantes funcionen como disparador”, advierte. Sonia Putzer observó eso mismo en su hija. “Cuando tiene un día lleno de cosas nuevas, hay más chance de que el fenómeno aparezca por la noche”, dice. La madre ahora sabe cómo reaccionar cuando eso ocurre.

Diario del sueño

“La mayoría de los padres quieren ayudar, quieren despertar a los niños para poder tranquilizarlos”, observa Tietze. “Pero ese no es el camino adecuado”, añade, indicando que despertarlos podría generar un efecto inverso y asustar al pequeño. La experta subraya que lo mejor es hablarles suavemente, en tono bajo y abrazarlos, siempre que lo permitan, y cuidar que no se lastimen. A la mañana siguiente, no es necesario hablar del tema.

¿Pero cómo comportarse si el terror nocturno se vuelve algo muy frecuente? “Si el niño se ve confrontado a esto todas las noches y el fenómeno tiene una duración mayor de 15 minutos, y cuando eso hace que el niño de día esté molesto o muy cansado, es aconsejable hablar con el pediatra”, recomienda Hoch, acotando que en algunos pocos casos puede ser un síntoma de epilepsia. Hoch propone llevar un diario del sueño e ir apuntando cada episodio.

Sonia Putzer ya se siente más tranquila y maneja mejor el pavor nocturnus de Isabela. “Ya lo hemos visto tantas veces que sabemos qué necesita en ese momento”, dice. “Isabela en esos momentos no quiere que uno la toque. Aunque nos resulta difícil, lo respetamos. Lo importante es poder estar ahí y no entrar uno también en pánico. Eso es lo que más ayuda a nuestra hija. Por la mañana el mundo vuelve a estar en orden”.

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