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Leyendo a Byung-Chul Han, cobra mucho sentido la idea expuesta respecto a la banalización del mundo digital y el vacío que la ausencia de una vida comunal y los ritos sociales a los que hemos estado acostumbrados, como parte de Ser humanos. Han (2020) comparte respecto a esta digitalización que: “las redes sociales también acaban con la dimensión social al poner el ego en el centro. A pesar de la hipercomunicación digital, en nuestra sociedad la soledad y el aislamiento aumentan” (p.266).
Y esto se ve reflejado en los objetos efímeros que la cultura digital ha propiciado: simbología emoji para no conversar, mensajes e historias de 24 horas, videos de 15 segundos. Hiperconectividad que nos ha desconectado de los demás.
Esto efímero, y el culto al yo que Han menciona en La desaparición de los rituales, me hizo reflexionar sobre el rol que cada uno de nosotros juega dentro de la dinámica y cultura digital, queremos parecer, más que ser.
Esta necesidad y presión por parecer, se ve reflejada en el posteo necesario: el tuit, la historia, la selfie, en la que se pierde el sentido de comunidad y de solidaridad con la comunidad. Caso puntual en el que cada publicación se convierte en la plataforma perfecta para demostrar, sin importar el fondo y propósito.
Cada una de esas ventanas digitales por las cuales el resto puede conocer un poco más, de lo que somos, o pretendemos parecer. Publicaciones demostrando viajes para vacunarse en el extranjero como un intento de significación de estatus, o la tendencia en Tinder de colocar qué tipo de vacuna se ha recibido, solamente expresan el gran vacío interior que se puede llegar a tener.
Pienso que no se debería tomar tan en serio esa necesaria dinámica del parecer, de tratar de demostrar, y que la sensación de la interacción digital nos aísle de la verdadera interacción íntima; de una conversación sincera, y de ocuparnos en ser genuinos y solidarios con nuestra comunidad.
Han, B. (2020) La desaparición de los rituales. Barcelona: Herder.