Lo que pareció distinto a los escándalos y las reprimendas previas del Congreso contra Facebook fue el énfasis en lo que Haugen considera como defectos fundamentales en los diseños técnicos y la organización corporativa de la empresa, y las conversaciones embrolladas pero sofisticadas que se sostienen fuera de Facebook para mejorar a la empresa.
Haugen declaró que Facebook se había extralimitado para enfrentar de manera eficaz los males como la violencia étnica y el tráfico de personas que se habían vinculado con la actividad en sus aplicaciones. También analizó las maneras en que la obsesión de Facebook por mantenernos más tiempo en línea agravaba nuestros peores impulsos. Asimismo, hizo énfasis en la afirmación de que el público debía estar al tanto de cuánto sabía Facebook acerca de la influencia que la empresa tiene sobre nosotros y nuestro mundo.
El panorama que surgió del reportaje reciente de The Wall Street Journal y las entrevistas de Haugen en los medios no fue de Facebook como un villano caricaturesco de una película de James Bond. Fue de una empresa que no puede controlar las máquinas que construyó, pero que se rehúsa a aceptar esa realidad.
“Facebook está atrapada en un bucle de retroalimentación del que no puede escapar”, dijo Haugen ante los senadores.
Parte de lo que Haugen y otros críticos de Facebook han dicho sobre la empresa es quizás una exageración. Y mucho de lo que dijo Haugen no es nada nuevo. Pero es una mensajera con un enfoque bien definido en un momento en que las personas en el poder están listas para dejar de discutir y preguntarse: ¿Y ahora qué? ¿Qué debemos hacer para maximizar lo bueno de Facebook y minimizar lo dañino?
No existen soluciones mágicas, pero Haugen y muchos otros han dado sugerencias sensatas sobre medidas que podrían ponerse a prueba.
La idea más convincente de Haugen fue que “la clasificación basada en la interacción” es un pecado original de Facebook, YouTube, TikTok, Pinterest y otras aplicaciones populares. Cuando las computadoras priorizan lo que vemos en línea con base en lo que es más probable que capte nuestra atención y nos mantenga conectados más tiempo, tienden a agitar las opiniones más lascivas o extremas y de manera sutil alientan a la gente a publicar más de lo mismo.
Haugen sugirió, en esencia, desactivar los algoritmos generados por computadoras y hacer que una mayor parte del Internet se oriente hacia diseños como el de iMessage o las versiones anteriores de Facebook e Instagram que mostraban publicaciones en orden cronológico.
Kate Klonick, quien ha investigado las políticas sobre la expresión en línea de empresas en Internet, escribió en The New York Times que Facebook podría rediseñar sus propios sitios web a fin de optimizar medidas holísticas para las cosas buenas que ofrece. En lugar de enfocarse en parámetros como cuáles publicaciones son más capaces de generar muchos “me gusta” o compartirse muchas veces, podría considerar eso que tenga probabilidades de conducirte a asistir a una protesta o donar a una causa caritativa.
Haugen y otros han recomendado cambiar la ley estadounidense de manera que obligue a Facebook a rendir cuentas por los daños que causa en el mundo real, incluyendo actos terroristas, que se derivan de publicaciones que los sistemas informáticos de la empresa distribuyen entre las cuentas de las personas.
En una entrevista reciente, Haugen también mencionó la idea de que haya representantes públicos que vigilen a Facebook desde el interior, algo parecido a lo que hacen los inspectores de la Reserva Federal en los bancos grandes. También respaldó la idea de que se impongan normas para forzar a Facebook a trabajar con investigadores que quieran estudiar los efectos que tiene la empresa en sus usuarios.
Además, Haugen sugirió que muchos de los peores momentos de Facebook, incluido el hecho de que su red social haya sido usada para avivar la violencia étnica, podrían ser el resultado de que muy pocas personas gestionan sus ambiciones. ¿Se debería obligar a Facebook a hacer menos, como retirarse de ciertos países a no ser que la empresa les destine más recursos y demuestre tener competencia en el aspecto cultural?
Hay bastantes motivos para sentir pesimismo. En esencia, Facebook le dijo al Congreso: “Ustedes dígannos qué hacer”. Sin embargo, los legisladores y reguladores estadounidenses han hecho poco para decirle a Facebook cómo gestionar de mejor manera las aplicaciones que usan miles de millones de personas.
Facebook ha declarado, de un modo adecuado, que se esfuerza por mejorar de manera continua sus aplicaciones y que hacerlo es un ejercicio complejo de intercambiar unas cosas por otras. El martes, Mark Zuckerberg rechazó la idea (demasiado simplificada) de que su empresa elige las ganancias por encima de la vida y el bienestar de la gente, y de que la empresa ignora las sugerencias de mejora.
Tal vez ninguna de las ideas que se han propuesto para reparar a Facebook serán mejores que el “statu quo”. Pero lo que se percibió como una novedad en el discurso de Haugen fue un mensaje de esperanza: necesitamos obtener lo mejor de Facebook, y debemos trabajar juntos para mejorarlo.
Este es el momento más importante en la historia de Facebook. Esa tal vez sea una hipérbole, pero solo un poco.