Tecnología

COVID-19 y el rastreo de contactos

Varios países contemplan el uso de tecnología para rastreo de contactos. Aquí te explico los alcances reales que podría haber y los retos que habrá que sortear.

El rastreo de contactos es la práctica de entrevistar pacientes de una enfermedad para conocer dónde, cuándo y con quién han estado, y que pudieron haber resultado contagiados. Históricamente, los médicos han usado esta técnica para aislar a personas en riesgo y detener contagios de brotes como ébola, VIH y sarampión.

La falta de una vacuna y la altísima transmisibilidad del coronavirus llevaron a la idea de que la tecnología puede jugar un papel clave para realizar esta actividad, avisando si una persona ha estado cerca de algún contagiado. La idea funciona en la teoría, pero la complejidad para escalar la solución, la vuelven una tarea titánica que además se debería implementar en solo semanas. Ante ello, vale la pena preguntarse, ¿por qué importa? ¿Qué tanto podría ayudar? ¿Cuáles son los retos?

¿Por qué importa?

El rastreo de contactos permite romper rápidamente cadenas de transmisión al avisar a posibles contagiados que es conveniente que se aíslen. En el mundo ideal, si hubiera una excelente integración con la capacidad para hacer pruebas rápidamente, permitiría regresar de forma más digerible y segura a la vida normal.

La histórica rivalidad entre Apple y Google vio una colaboración conjunta para desarrollar un protocolo para rastreo de contactos en medio de la pandemia, que sería lanzado en mayo. También existen protocolos como el código abierto DP-3T y el PEPP-PT europeo, entre otros, pero el de Apple/Google podría tener más impacto, ya que ambas compañías dominan los sistemas operativos móviles del mundo, y también deciden qué permisos puede otorgarle el usuario a las apps. A continuación un diagrama con su funcionamiento:

Entre las reglas decididas por las compañías están:

  • Se usará un método descentralizado (influencia de Apple), para que todo el procesamiento se haga dentro de los teléfonos y no de forma externa.
  • No se guardan datos personales de los usuarios en servidores centrales ni se permite conocer la ubicación exacta del usuario.
  • Solo autoridades de Salud pueden crear apps y solo puede haber una por región.
  • Se debe minimizar la recopilación de datos y no se puede usar para publicitar o espiar. Los usuarios deben estar de acuerdo en su uso.
  • La API se dejará de usar cuando pase la pandemia, dependiendo de cómo avance en los países.

Los retos por sortear

 

1. Limitaciones del Bluetooth

A pesar de que la tecnología entusiasme a muchas personas, el primer problema técnico será el uso del Bluetooth, alternativa elegida sobre el GPS —mucho más invasivo—. En primer lugar, el Bluetooth puede traspasar paredes, por lo que personas podrían recibir alertas de personas con el virus que estén en otro departamento, por ejemplo. Después, no se puede calificar el tipo de interacción. Si alguien está entre flujos de personas (como un policía, un cajero de tienda o un conductor de transporte público), podría recibir grandes cantidades de notificaciones y falsas alarmas, lo que puede generar paranoia. Tercero, el Bluetooth solo puede ser activado si el celular estuvo desbloqueado, y cuando tiene uso activo utiliza mucha batería.

2. Tener smartphone, descarga y uso

El Instituto de Big Data de la Universidad de Oxford simuló una ciudad de un millón de habitantes y encontró que, suponiendo se hicieran pruebas rápidamente, se requeriría que el 80% de personas con smartphones —56% de la población— usara la app para parar el virus. Una cantidad menor ayudará, pero su impacto disminuirá.

Los resultados de adopción son mixtos: Australia tuvo 5 millones de descargas en 10 días (casi 17 millones de smartphones y población de 25 millones de habitantes), mientras que la pionera Singapur logró adopción de alrededor del 20% en un mes. Ante la baja adopción, Singapur acaba de volver obligatoria su descarga, siguiendo las políticas de India (50 millones de descargas) y Taiwán.

En México, se requerirían más de 60 millones de descargas (80% de 75.4 millones de smartphones) para lograr un impacto análogo. Evidentemente, poblaciones en alto grado de pobreza tienden a no tener smartphone, además de adultos mayores —población vulnerable—.

Un inhibidor adicional sería la idiosincrasia, pues existen discriminaciones hacia quien ya estuvo contagiado, hacia trabajadores del sector salud y del hogar, migrantes, entre otras. Esto aunado a que esta app sería vista como una que, en caso de que haya noticias, solo serían malas.

3. Pruebas, pruebas, pruebas

Las apps de contacto social deben ser un complemento de un sistema de pruebas, especialmente por la cantidad de portadores asintomáticos de la COVID-19, por lo que idealmente se debería evaluar a cada contacto en caso de detección de la infección. Para ello, se debe dar  seguimiento al rastreo de contactos, lo que requiere intervención humana, donde trabajadores de la salud o personas con una capacitación de unas 15 horas se pongan en contacto con cada interacción de una persona confirmada con COVID-19.

De acuerdo con la experiencia china y estadounidense, se requiere un rastreador por cada 1,100-1,200 habitantes, por lo que en México se necesitarían unos 100 mil. El siguiente reto será conseguir que las personas contesten el teléfono, pues los call-centers y el spam han disminuido la proporción de contactos exitosos. En caso de que contesten, las entrevistas serán extrañas: ¿Dónde ha estado y por cuánto tiempo? ¿Quién más estaba ahí? ¿Cuáles son sus teléfonos? A partir de estas preguntas, se puede solicitar hacer pruebas o pedir aislamiento. Sin pruebas, el sistema será mucho menos efectivo por la gran cantidad de asintomáticoas. Además, en caso de que se recurra a pruebas, éstas y sus resultados se deberían entregar lo más rápido posible para que el sistema verdaderamente sea efectivo.

Conclusiones

Los retos para tener un buen rastreo de contactos ayudado por la tecnología son mayúsculos. Además, los últimos puntos llevan a la conclusión de que habrá temas controvertidos como presenvación de la identidad y la privacidad, así como recolección de demás información sensible, que requerirá un artículo aparte.

Se concluye que se abrirá un nuevo capítulo en la confrontación entre las Big Tech de Silicon Valley y los gobiernos que las han estado denostando. Por otro lado, la tecnología puede ser de gran ayuda, pero pensar que será la solución universal es una utopía. Se requerirá una mezcla entre alta tecnología y medidas sutiles para hacerlo mejor. Finalmente, para que el rastreo de contactos realmente funcione será igual de importante la tecnología adecuada, la cohesión comunitaria, la unidad nacional participativa y la credibilidad de los gobiernos que implementen.

 

*En alianza con Forbes México