“Encontrar la manera de construir máquinas éticamente autónomas es uno de los retos más espinosos en materia de inteligencia artificial hoy”, indica la investigación expuesta y comentada en la revista estadounidense Science.
El estudio se apoya en los resultados de seis encuestas realizadas en línea entre junio y noviembre de 2015 entre 1 mil 928 personas en Estados Unidos.
Esos sondeos revelan, por un lado, que el público está generalmente a favor de los vehículos autónomos que reduzcan los heridos y los muertos en situaciones de extremo peligro. Eso significa, por ejemplo, que el programa informático que conduce al vehículo chocaría contra un muro o un árbol, sacrificando al o a los pasajeros para evitar a un grupo de peatones.
Así, 76 por ciento de las personas interrogadas piensa que ese escenario es el moralmente más apropiado para ese tipo de automóviles si se daban una serie de circunstancias, probablemente excepcionales.
Pero al mismo tiempo, esos sondeos revelan la falta de entusiasmo de los interrogados a la hora de comprar vehículos autónomos programados para salvar a los peatones en detrimento de los pasajeros.
Preguntados si era moralmente aceptable viajar con su familia en un automóvil cuyo programa informático prevé sacrificar a los ocupantes para salvar la vida de un grupo de peatones, las respuestas afirmativas caían un tercio.
La mayoría de las personas interrogadas se declararon abiertamente hostiles a la idea de una norma legal sobre coches sin chofer que obligue a programarlos para preservar la seguridad de los peatones en detrimento de los pasajeros.
Aclarar los valores morales
Solo un tercio de las personas consultadas dijeron que probablemente comprarían un vehículo de ese tipo, contra una amplia mayoría que prefiere la opción de un vehículo autónomo que pueda ser programado según sus deseos.
“La mayor parte de la gente quiere vivir en un mundo en el que los automóviles minimicen al máximo los muertos y heridos“, subrayó Iyad Rahwan, profesor adjunto del Massachusetts Institut of Technology (MIT), uno de los co-autores del estudio.
“Pero al mismo tiempo todo el mundo quiere que su propio automóvil lo proteja a cualquier precio“, agrega, subrayando que, como consecuencia de ello, surge un “dilema social” en el que terminamos creando un entorno menos seguro para todos, actuando cada uno en su propio interés.
“Es un desafío sobre el cual deberían reflexionar los constructores de automóviles, así como las autoridades competentes”, escribieron los investigadores, entre ellos Jean-Francois Bonnefon, de la School of Economics en Toulouse.
“El problema, parece, es más filosófico que técnico. Antes de que podamos programar nuestros valores morales en las máquinas, debemos esforzarnos por aclararlos y hacerlos coherentes con lo que podría ser la hora de la verdad para la filosofía moral del siglo XXI”, escribió Joshua Greene, psicólogo de la universidad de Harvard, en Cambridge (Massachusetts), en un editorial publicado en Science que acompaña el estudio, en el cual él no ha participado.
Azim Shariff, profesor de psicología de la universidad de Oregon y uno de los coautores del trabajo, insiste sobre los potenciales beneficios de los automóviles de conducción autónoma.
“Los automóviles actuales, no solamente no son prácticos aunque caros, sino que están fuera del alcance de la gente de edad avanzada y los minusválidos y también nos obligan a consagrar vastos espacios urbanos a estacionamientos”, recordó durante una conferencia de prensa telefónica.
“Solamente en Estados Unidos los accidentes de ruta provocaron cerca de 40 mil muertos y 4,5 millones de heridos graves en 2015…costando cerca de US$1 billón (millón de millones)”, destacó el investigador.