¿Odias los restaurantes ruidosos? Ponte esto en la oreja
Algunos audífonos ofrecen funciones destinadas a facilitar la conversación en lugares ruidosos.
Los auriculares pueden crear una zona de silencio personal en un espacio abarrotado. (Foto Prensa Libre: Marissa Alper/The New York Times)
Cuando reservé una mesa para dos en el restaurante Tao Downtown, dudé al llegar a la parte donde preguntaban si tenía alguna petición especial. La tenía, pero no estaba seguro de cómo la iban a tomar. ¿Sería el primer cliente de la historia que pide una mesa ruidosa?
Esta no es una petición normal, pero tenía mis razones. Últimamente había estado intentando averiguar si la forma de oír y hacerse oír en un comedor lleno de altavoces estruendosos y comensales gritones podría ser tan sencilla como usar un par de auriculares. Para hacer la prueba, necesitaba algo que normalmente intento evitar: un restaurante terriblemente ruidoso.
Quizá lo hayas escuchado, Apple anunció en septiembre el lanzamiento de un nuevo software que permitiría a sus auriculares AirPods Pro 2 actuar como auxiliares auditivos de venta libre para pérdidas auditivas de leves a moderadas, ajustables a tus propios oídos. (Podrás realizar un sencillo examen de Apple en tu dispositivo, o cargar los resultados de uno realizado por un audiólogo).
Lo que quizá no sepas es que los AirPods Pro 2 ya vienen con un ajuste que puede subir el volumen de las voces de las personas con las que hablas y otro que amortigua el ruido de fondo. Otros fabricantes de auriculares, como Sony, Samsung, Beyerdynamic y Soundcore, también ofrecen funciones destinadas a facilitar la conversación en lugares ruidosos. Sin embargo, los AirPods los superan a todos, y fue por eso que llevé unos a Tao y a otros restaurantes de Manhattan conocidos por causar estragos en los tímpanos.
A lo largo de mis 12 años como crítico gastronómico, pocos problemas sobre los que haya escrito han suscitado tantos correos electrónicos y comentarios como el ruido, y ningún problema ha estado tan cerca de provocar tanta ira. Cuando admití que me gustan los restaurantes ruidosos, hasta cierto punto, muchos lectores se enfadaron conmigo. Y más aún con los restaurantes.
Lo entiendo. Las exposiciones prolongadas a ruidos fuertes pueden dañar el oído. Incluso a volúmenes menos exagerados, no poder escuchar a tus acompañantes es enloquecedor. Que no te oigan —tener que repetir lo que dijiste y alzar la voz hasta que parezca que estás en una competencia de gritos— es peor. Todo esto es aún más duro para las personas con algún tipo de pérdida auditiva. Ahogados en un mar enfurecido de ruido de fondo, la mayoría terminamos por rendirnos a la impotencia. Rabiamos en silencio.
[En el video a continuación se muestra cómo se pueden ajustar los AirPods Pro 2 de Apple para amplificar el sonido de la conversación y reducir el ruido del restaurante].
Antes de llevarme los AirPods blancos de Apple a cenar, los probé en un laboratorio casero improvisado. Me senté en una silla con unos altavoces regulares a ambos lados de la cabeza a todo volumen con Metal Machine Music , el experimento de Lou Reed para despejar una habitación con crujientes disonancias de guitarra. Varios metros por delante de mi cara puse un tercer altavoz, sintonizado en The Brian Lehrer Show de WNYC, en el que entrevistaban a un botánico sobre el follaje otoñal.
En la primera ronda, con mis oídos desnudos, Lou aniquiló totalmente a Brian. Para la siguiente ronda, me puse los AirPods en los oídos en lo que Apple llama Modo Transparencia. El objetivo del Modo Transparencia es dejar entrar el ruido ambiente, y vaya si lo hizo. 2-0, Lou.
Luego vino el verdadero experimento. Todavía en Modo Transparencia, entré a los ajustes de Accesibilidad y activé los interruptores de refuerzo de conversación (Conversation Boost) y Reducción del ruido ambiental en la posición de Activado. Conversation Boost utiliza micrófonos direccionales para aislar y amplificar las voces que están directamente delante del oyente. La reducción del ruido ambiental amortigua el sonido procedente de otros ángulos.
Ahora el botánico sonaba alto y claro. Las guitarras de Lou ronroneaban entrecortadas pero semicalladas, como un gato doméstico asmático.
En el ambiente real, el rendimiento de mis auriculares fue menos espectacular.
En dos restaurantes del Lower East Side que algunos llaman Dimes Square, me encontré con un problema que no esperaba: los comedores no eran muy ruidosos. No es la queja habitual sobre Dimes Square, pero era una noche cálida y había más gente comiendo afuera que adentro.
Además, ambos restaurantes habían abierto las ventanas. Esto significaba que las ondas sonoras, en lugar de rebotar en el cristal para bombardear los oídos de todos los que estaban dentro, salían de la sala como aviones de papel.
Aunque el alboroto no fue tan aniquilante como esperaba, me llevó a un descubrimiento que no había previsto. Fui con un amigo que también tiene un conjunto de AirPods Pro 2. Cada vez que se los ponía en los oídos y reducía el ruido de fondo, bajaba la voz a un murmullo, como si estuviera en una habitación realmente silenciosa. Bien por él, pero yo apenas podía oír una palabra de lo que decía, incluso con la ayuda de mis propios AirPods.
Tao Downtown no tiene ventanas ni asientos al aire libre. Cuando nuestro anfitrión giró a la derecha junto a un buda reclinable de la longitud de un camión de mudanzas y nos condujo por la escalera de 12 metros hasta el comedor hundido, vi mesas llenas por todas partes. La música retumbaba. No era un ruido infernal, pero servía.
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Mis AirPods no hicieron desaparecer el ruido. Pero ayudaron mucho. Era como si hubiera bajado el volumen de siete u ocho a tres. Mi invitado a cenar al otro lado de la mesa se oía claramente. También podía oírle sin los AirPods, pero tenía que esforzarme: inclinarme hacia delante, fijarme en sus labios y hacer otros pequeños esfuerzos que pueden hacer que una noche en un espacio ruidoso resulte agotadora.
Que pudiera oírle fue sin duda el resultado de la meticulosa planificación de los diseñadores de Tao. Construir un restaurante en el que se pueda hablar con los comensales es complicado. El ruido de fondo puede proceder del tráfico de la calle, las vías del metro, el aire acondicionado, los tubos de escape y los subwoofers. Pero el principal enemigo de la conversación son los demás.
“La mayor fuente que hay que controlar es la voz humana”, dijo Albert Maniscalco, socio de Cerami & Associates, quien ha ayudado a mejorar la acústica de Union Square Cafe y Eataly.
Las voces que quieres oír están en la misma gama de frecuencias que las que no quieres oír, explicó Maniscalco, así que hay una competencia constante por tus oídos. Esta aglomeración es especialmente crítica en las frecuencias más altas producidas por las consonantes, esas ráfagas rápidas de sonido que marcan la diferencia entre, por ejemplo, “España” y “extraña”. Puede que la voz de tu amiga llegue hasta el otro lado de la mesa, pero faltarán fragmentos cruciales de información que la hacen inteligible, sobre todo cuando las frecuencias más altas se acumulen a tu alrededor.
Y así será. Quien quiere que le oigan por encima de la charla de fondo, invariablemente y a menudo inconscientemente, empieza a vocalizar cada vez con más fuerza. Esta tendencia está tan bien documentada que tiene un nombre, el efecto Lombard, y no es exclusiva de los humanos. Se ha estudiado en gatos, canarios, titíes, murciélagos, ranas y belugas.
Braxton Boren, profesor asociado de Tecnología de audio en la American University, ha descrito el efecto Lombard en salas abarrotadas como una versión de lo que los científicos sociales llaman la tragedia de los comunes, la tendencia de las personas a utilizar en exceso un recurso compartido y finito hasta que lo estropean.
En la analogía de Boren, el recurso compartido es la paz y la tranquilidad. Los comensales de un restaurante abarrotado probablemente sepan que tienen un interés común en mantener el volumen bajo para poder conversar. Pero también quieren que se les oiga, aunque sea demasiado alto. El interés propio se impone al bien común.
“Cada persona que habla un poco más alto traiciona nuestro pacto común de quedarse callados”, dijo Boren.
Las dos formas habituales de evitar la tragedia son la regulación y la privatización. Podríamos ponernos todos de acuerdo para hablar más bajo en los restaurantes, una forma de regulación social. “Pero la mecánica del efecto Lombard hace que sea muy improbable que un grupo de personas lo haga durante mucho tiempo”, dijo.
La otra solución es privatizar partes del espacio común. En un restaurante, dijo Boren, esto podría significar instalar cabinas con mamparas que bloqueen parte del ruido procedente de la mesa grande y ruidosa del centro de la sala. Pero también le intrigan los audífonos y auriculares con micrófonos direccionales. De hecho, permiten al usuario delimitar una zona de silencio personal dentro de un espacio ruidoso.
Una pareja en una cita con pequeños altavoces conectados a sus oídos puede parecernos poco romántica, pero no debería serlo si les ayuda a hablar entre ellos. Los comensales tienen distintas capacidades auditivas y distintas ideas de lo que es pasar un buen rato. Mi referencia puede ser tu ruido, y viceversa. El restaurante que puede complacer a todos los oídos no existe.
Entonces, ¿por qué no hay más gente que adapta el volumen de las salas muy concurridas a sus preferencias? En el caso de los AirPods, una respuesta puede ser que las funciones de refuerzo de conversación y de reducción del ruido ambiental están tan bien escondidos en los ajustes que cada vez que quería activarlos, era como arrastrarse a través de un conducto de calefacción en el techo.
Ambas funciones están dentro de los ajustes de Accesibilidad, donde es poco probable que busquen las personas que no creen tener pérdida de audición. Debería ser más fácil encontrarlas cuando se implementen las funciones de audífono y prueba auditiva.
Basándome en mis experimentos, no sugeriría comprar un par de AirPods Pro 2 solo por estas funciones. Pero si ya los tienes o tienes alguno de los otros auriculares que tienen ajustes similares, te recomendaría llevarlos a cenar. Incluso una modesta mejora podría marcar la diferencia entre la comunicación real y la rabia silenciosa. Y es más barato que un viaje a Extraña.
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