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Básicamente, estas aplicaciones pueden facilitar mucho las cosas, comenta el psicólogo laboral Gottfried Müller, que asesora a empresas respecto de cómo organizar los horarios laborales. Esto ocurre especialmente cuando los empleados no tienen la posibilidad de coordinar personalmente debido a diferentes turnos de trabajo.
Una comunicación más fluida, en vez de un ping pong telefónico
Así, las apps hacen posible que se consensúe quién asume cuál turno. Estos pueden ser intercambiados, sin necesidad de un sinfín de llamadas telefónicas.
Si se trata de una aplicación que dispone de una función de documentación, Müller indica que las disputas pueden evitarse. Porque esta función permite que todos puedan ver quién trabajó dónde y cuándo. “La transparencia aumenta. Esto aclara de antemano muchas cuestiones relacionadas con lo que se considera justo”.
Según el experto, se puede eliminar además otro obstáculo a la comunicación: “Los empleados ya no dependen de ir siempre con un pedido a quien se encarga de planificar de los horarios, sino que pueden introducir las solicitudes ellos mismos según las reglas acordadas. Y pueden hacerlo siempre y en cualquier lugar”.
Pero, sin reglas fijas, esta planificación automática de los horarios puede convertirse en problemática, advierte el psicólogo laboral. Un cronograma automático puede ser tan eficiente como los parámetros que hayan sido ingresados.
No todo lo que puede la app está permitido
También se necesitan normas claramente definidas con respecto a la posibilidad de cambiar los horarios fijados en tiempo real. Porque no todo lo que las aplicaciones pueden hacer está permitido, explica Peter Meyer, abogado especialista en derecho laboral en Berlín.
“Ahora hay un nuevo mundo con las aplicaciones. Así que es totalmente tentador para el empleador decir: ‘No vengas mañana, sino dentro de tres días'”, señala.
Pero ¿puede un planificador de personal modificar los turnos a voluntad sólo porque la aplicación de los horarios lo permite? Ahora todo esto ya resultaría posible. Pero eso no cambia en nada las viejas reglas, explica el abogado especializado, refiriéndose a una disposición que regula el trabajo por turnos. De acuerdo con la legislación alemana, por ejemplo, el empleador debe notificar con cuatro días de anticipación.
Justamente cuando no hay turnos regulares, por ejemplo, en el sector de hotelería o gastronómico, esta planificación automática se convierte en un “arma”, explica Christoph Schink del sindicato NGG.
Y relata de un caso en un servicio de envíos donde se confeccionaba un cronograma automático de trabajo. Su algoritmo sorteaba a los trabajadores de acuerdo con su rendimiento, y los empleados más rápidos podían proponerse para nuevos turnos. A través de la elección de un comité de empresa pudo ponerse fin a este procedimiento, añade.
Hablar los problemas, pero de forma adecuada
En caso de que uno se sienta injustamente tratado en la planificación horaria, resulta útil referir neutralmente los hechos, explica el psicólogo laboral Müller. “Lo decisivo es comunicar la propia necesidad sin formular una acusación”, agrega.
Lo importante es transmitir claramente cómo son los hechos y lo que estos significan emocionalmente para el trabajador. “Eso se puede decir claramente: ‘me enoja tener que trabajar tantos sábados'”. Müller recomienda formular pedidos concretos, por ejemplo, que a futuro los sábados se repartan más equitativamente.
Si eso no ayuda, puede recurrir a métodos probados. Los empleados pueden, por ejemplo, convocar al comité de empresa o al sindicato, si estos están a disposición, para que no sean los algoritmos los que marquen el ritmo en el futuro.
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