Dentro de esos legados está la publicación de un libro, en 1633, llamado Diálogo sobre los sistemas máximos, un texto que plantea un diálogo entre dos hombres, Simplicio y Salviati, que defienden los sistemas aristotélicos (que la Tierra es el centro del universo) y la teoría copérnica (que los planetas giran alrededor del sol), mientras Sagredo hace de moderador, según escribe Miguel García Álvarez.
La difusión de ese documento hizo que la iglesia católica llamara a Galilei a Roma para comparecer por promover teorías que contradijeran la postura oficial eclesiástica, que validaba lo dicho por Aristóteles.
En febrero de 1633, Galileo declaró ante el inquisidor Vincenzo Maculani, quien después de meses de interrogatorios, junto al Santo Oficio, envió al físico a un arresto domiciliario y a retractarse de su defensa a la teoría heliocéntrica.
Es ahí donde, se supone, ante la Inquisición, se dijo que Galilei retó a la iglesia y afirmó, en voz baja, tras retractarse, la frase “Eppur si muove”, que en español significa “y sin embargo, se mueve”, en un claro gesto de rebeldía, indicando que sí, la Tierra se mueve alrededor del Sol.
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Sin embargo, y según historiadores, no existe registro que confirme que el matemático pronunciara eso entre dientes. Más bien parece ser una atribución hecha incluso antes de su muerte.
La sentencia de ese juicio, escrita el 22 de junio de 1633, en el convento de Minerva, en Roma, Italia, no recogen esas palabras. Tampoco se cree que Galilei haya sido capaz de decirlo, pues era una persona creyente y devota en la iglesia católica y en la Biblia, y rebelarse ante el Santo Oficio podría incluso significar una pena mayor.
Varios rumores surgieron sobre el posible origen, pero todo parece indicar que el “Eppur si muove” no fue dicha por Galileo Galilei.
Agrega García Álvarez que “en lo que prácticamente todos los historiadores parecen estar de acuerdo es que el fin de Galileo era el de conseguir, no que la iglesia tolerase el modelo heliocéntrico, sino que además lo adoptase como verdadero”.