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Por qué el hundimiento del yate de Mike Lynch es tan desconcertante como trágico
Mientras recuperaban los cuerpos, las autoridades y los expertos se preguntaban cómo una embarcación de US$40 millones, estable y segura, podía haberse hundido tan rápido.
Embarcaciones de socorristas llegan a Palermo, Italia, tras el hundimiento de la embarcación del magnate Lynch. (Foto Prensa Libre: EFE)
Dos meses después de ser absuelto en una dura batalla legal por cargos de fraude, el magnate británico de la tecnología Mike Lynch celebró su libertad con un crucero. Invitó a su familia, amigos y parte de su equipo jurídico a bordo de su lujoso velero, una majestuosa embarcación de 54.8 metros bautizada Bayesian en honor al teorema matemático en torno al cual había construido su imperio.
El domingo 18 por la noche, tras recorrer el golfo de Nápoles, incluida Capri, y las islas volcánicas del archipiélago de las Eolias, el barco ancló a casi un kilómetro de la costa siciliana, en Porticello, Italia. Eligió un tramo de agua preferido por los fenicios hace miles de años por su protección del viento mistral y, en tiempos más recientes, por los yates de los multimillonarios de la tecnología. El barco estaba iluminado “como un árbol de Navidad”, dijeron los residentes locales y resaltaba por la luna llena.
Pero hacia las 4 horas se desató la calamidad. Una violenta y rápida tormenta azotó la zona con algunos de los vientos más fuertes que los lugareños dijeron haber sentido. Fabio Cefalù, un pescador, dijo que vio una bengala atravesar la oscuridad poco después de las 4.
Minutos después, el yate estaba bajo el agua. Solo decenas de cojines de la cubierta del barco y un gigantesco radar de su mástil flotaban en la superficie del mar, contaron los pescadores.
En total había 22 personas a bordo, 15 de las cuales fueron rescatadas. El jueves por la tarde se habían recuperado seis cuerpos —los de cinco pasajeros y el cocinero del barco—, entre ellos el de Lynch, dijo un funcionario del gobierno italiano, que añadió que la búsqueda de su hija continuaba.
Fue un giro trágico y desconcertante de los acontecimientos para Lynch, de 59 años, quien había pasado años tratando de limpiar su nombre y finalmente estaba inaugurando un nuevo capítulo en su vida. Los expertos se preguntaban cómo un yate de 40 millones de dólares, tan sólido y estable, podía haberse hundido por una tormenta cerca de un puerto en cuestión de minutos.
“Es desconcertante”, dijo Giovanni Costantino, director ejecutivo del grupo italiano Sea, que en 2022 compró la empresa, Perini, que fabricó el Bayesian. “Siguiendo todos los procedimientos adecuados, ese barco no se puede hundir”.
El aura de desgracia solo se acentuó cuando se supo que Stephen Chamberlain, de 52 años, exvicepresidente financiero de la antigua empresa de Lynch y también acusado en el caso de fraude, había muerto dos días antes, atropellado por un coche mientras hacía una caminata cerca de su casa en Inglaterra.
Desde junio, los dos hombres habían estado en un estado de ánimo jubiloso. Un jurado de San Francisco había absuelto a ambos de los cargos de fraude que podrían haberlos llevado a prisión por dos décadas. Hubo abrazos y lágrimas, y ellos y sus equipos legales fueron a una cena de celebración en un restaurante de la ciudad, dijo Gary S. Lincenberg, abogado de Chamberlain.
La excursión marítima era un agradecimiento de Lynch hacia quienes lo habían ayudado en sus tribulaciones legales. Entre los invitados estaba Christopher J. Morvillo, de 59 años, descendiente de una destacada familia de abogados de Nueva York, quien había representado a Lynch durante 12 años. Él y su esposa, Neda, de 57 años, estaban entre los desaparecidos.
También lo estaba Jonathan Bloomer, de 70 años, un veterano ejecutivo de seguros británico que presidió Morgan Stanley International y la aseguradora Hiscox.
Se recuperó el cuerpo del cocinero del barco, Recaldo Thomas. Todos los demás miembros de la tripulación sobrevivieron. Entre ellos estaba el sudafricano Leo Eppel, de 19 años, que realizaba su primer viaje en yate trabajando como auxiliar de cubierta, dijo un amigo, que pidió no ser identificado.
Desde el naufragio, las tareas de recuperación y la investigación han convertido la pequeña ciudad portuaria de Porticello, un tranquilo enclave donde los hombres mayores se sientan con el torso desnudo en los balcones, en lo que parece el escenario de una película.
Los helicópteros han sobrevolado la ciudad. Han pasado ambulancias con las sirenas a todo volumen. Los guardacostas han patrullado las aguas cercanas a la costa, a la vista de un muelle acordonado que se había convertido en cuartel general de emergencia.
El miércoles por la tarde, las campanas de una iglesia repicaron después de que la primera bolsa con un cuerpo fuera cargada en una ambulancia, mientras una multitud observaba en silencio.
Los sobrevivientes se refugiaban en un complejo turístico cerca de Porticello, con vistas al lugar del naufragio, y hasta ahora se habían negado a hacer comentarios.
Attilio Di Diodato, director del Centro de Meteorología y Climatología Aeroespacial de la Fuerza Aérea Italiana, dijo que lo más probable es que el yate hubiera sido alcanzado por una fuerte “ráfaga descendente” —cuando el aire generado dentro de una tormenta desciende con rapidez— o por una tromba marina, similar a un tornado sobre el agua.
Añadió que su agencia había emitido avisos de mar gruesa la noche anterior, alertando a los navegantes sobre tormentas y fuertes vientos. Los lugareños dijeron que los vientos “parecían un terremoto”.
Costantino, ejecutivo de la embarcación, dijo que el yate había sido diseñado específicamente por tener un mástil alto, el segundo mástil de aluminio más alto del mundo. Dijo que el Bayesian era un barco extremadamente seguro que podía escorar incluso hasta 75 grados sin volcarse.
Pero dijo que si alguna de las escotillas laterales y de popa, o alguna de las puertas de cubierta, hubieran estado abiertas, podría haber entrado agua al barco y haberse hundido. El procedimiento habitual en este tipo de tormentas, dijo, es encender el motor, levantar el ancla y virar el barco hacia el viento, bajando la quilla para mayor estabilidad, cerrando las puertas y reuniendo a los invitados en el salón principal dentro de la cubierta.
The New York Times intentó ponerse en contacto con el capitán, James Cutfield, que había sobrevivido, para que hiciera comentarios a través de las redes sociales, con su hermano y la empresa gestora del yate (que no contrató a la tripulación), pero no logró contactarlos.
De momento, ninguno de los tripulantes sobrevivientes ha hecho declaraciones públicas sobre lo ocurrido aquella noche.
Fabio Genco, director de los servicios de emergencia de Palermo, quien atendió a algunos de los sobrevivientes, dijo que las víctimas habían relatado haber tenido la sensación de que el barco se elevaba y luego caía abruptamente y que objetos de los camarotes caían sobre ellos.
La Guardia Costera italiana dijo que había desplegado un vehículo teledirigido que puede rondar bajo el agua hasta siete horas a una profundidad de unos 300 metros y grabar videos e imágenes que esperan les ayuden a reconstruir la dinámica del hundimiento. Este tipo de dispositivos se utilizaron durante las operaciones de búsqueda y rescate del buque Titan, que se cree que implosionó el verano pasado cerca de los restos del Titanic.
Una vez que los equipos de rescate irrumpieron en el interior del yate, tuvieron dificultades para sortear las cuerdas y los numerosos muebles que lo abarrotaban, dijo Luca Cari, vocero del cuerpo nacional de bomberos de Italia.
Finalmente, hasta el jueves por la mañana, habían conseguido recuperar todos los cuerpos desaparecidos menos uno, y las esperanzas de encontrar con vida a la persona desaparecida eran escasas. “¿Puede un ser humano estar dos días bajo el agua?”, preguntó Cari.
Lo cierto era que la muerte de Lynch era otro cruel giro del destino para un hombre que había pasado años tratando de limpiar su nombre.
Ganó una fortuna en tecnología y fue apodado el Bill Gates británico. Pero durante más de una década se le había tratado como todo menos como un respetado líder tecnológico.
Fue acusado por Hewlett-Packard, el pionero tecnológico estadounidense que había comprado su empresa de software, Autonomy, por US$11 mil millones, de engañar sobre el valor de su empresa. (Hewlett-Packard rebajó el valor de la transacción en unos US$8 mil 800 millones, y los críticos la calificaron de uno de los peores acuerdos de todos los tiempos). Cada vez era más rechazado por la clase dirigente británica, en la que trató de introducirse tras crecer en una familia de clase trabajadora en las afueras de Londres.
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Fue extraditado a San Francisco para enfrentarse a cargos penales, y confinado a arresto domiciliario y vigilancia las 24 horas del día financiado por él mismo. En una casa adosada del barrio de Pacific Heights —con personal de seguridad que, según dijo bromeando a sus socios, eran sus “compañeros de casa”— pasaba las mañanas hablando con investigadores a los que financiaba personalmente sobre nuevas aplicaciones para la inteligencia artificial. Después, dedicaba horas a discutir la estrategia legal con su equipo.
A pesar de sus persistentes afirmaciones de inocencia, incluso las personas cercanas a Lynch creían que sus probabilidades de victoria eran pocas. El director financiero de Autonomy, Sushovan Hussain, fue condenado en 2018 por cargos de fraude similares y pasó cinco años en prisión.
Durante el arresto domiciliario de Lynch, murieron su hermano y su madre. Su esposa, Angela Bacares, volaba con frecuencia desde Inglaterra, y se convirtió en una presencia constante en el juzgado de San Francisco durante el juicio.
Tras ser finalmente absuelto, Lynch tenía la vista puesta en el futuro. “Estoy deseando volver al Reino Unido y dedicarme a lo que más me gusta: mi familia e innovar en mi rubro”, dijo.