En total son más de 60 piezas, entre vestidos y complementos, las incluidas en la muestra con la que el Museo Balenciaga celebra su quinto año de andadura y marca su primera colaboración internacional, ya que la exposición está coproducida por la Cité Internationale de la Dentelle de Calais (norte de Francia)
La directora del Museo, Miren Vives, explicó que la muestra ya se exhibió en dicho centro de Calais el pasado año y ha sido adaptada a los espacios de Getaria para la ocasión.
En un recorrido por tres salas, el visitante puede contemplar cómo el encaje cuenta con una presencia constante en la labor de Balenciaga desde sus inicios hasta su apogeo en los años cincuenta y sesenta.
En los desfiles de París de 1952, de hecho, superó incluso a Christian Dior en el uso de este tejido, explicó el comisario asociado Igor Uria.
Al igual que en otros ámbitos, Balenciaga derrochó innovación y revolucionó el mundo del encaje al utilizarlo como base de vestidos camiseros, túnicas y chaquetas en lugar de restringirlo a los diseños para la noche como se hacía hasta entonces.
Para ello supo aliarse con la industria, entonces encarnada en las grandes casas de Marescot, Brivet, Hurel y Dognin, para innovar en los diseños y los materiales y buscar así nuevos motivos que decoraron los vestidos y dotaron en ocasiones de volumen a elementos que siempre habían sido planos.
Como ejemplo, un vestido de novia confeccionado en plena Segunda Guerra Mundial, cuando Calais era una ciudad bombardeada y sus telares estaban inservibles, por lo que el modisto ideó unas pequeñas piezas sobrepuestas que otorgan un efecto de volumen.
Una de las vitrinas más espectaculares es la que incluye varios modelos de coctel en negro y rojo que reflejan los cerrados códigos de las élites de los años cuarenta y cincuenta, cuando una mujer debía acudir a una celebración de día con los hombros cubiertos.
Esta era la oportunidad para diseñar toreras, una de las prendas emblemáticas de Balenciaga, o pequeñas aplicaciones de encaje, que posteriormente se podían quitar y dejaban asomar un vestido “palabra de honor” apto para una noche de ópera o una cena, explicó la conservadora de la Cité de la Dentelle et de la Mode de Calais Shazia Boucher.
Tampoco faltan exponentes de sombreros, guantes, tocados y demás complementos así como piezas de encaje hecho a mano en el siglo XVIII, pertenecientes a la colección personal del modisto y que en ocasiones colocaba sobe sus prendas.
La muestra ofrece además espacios didácticos que se enmarcan dentro del empeño del museo por generar un público sensibilizado y una “cultura de la moda” , explicó Miren Vives.
Son tres zonas que impulsan la participación en la que los visitantes podrán conocer las cualidades de un tejido como el “chantilly” mediante el tacto así como probarse réplicas de piezas multiusos como una falda que se hace capa.
Paneles explicativos sobre el modo de elaboración del encaje, conferencias, una clase magistral dedicada al análisis de tejidos, cursos y visitas guiadas completan la oferta de esta muestra cerrará el 18 de septiembre.