Entre los afectados está Rosalio González, quien vendía chile y limón. Su dedicación y esfuerzo de varios años fue devastado en cuestión de minutos por el voraz incendio.
González perdió más de Q50 mil y desde ya busca obtener un crédito bancario para reiniciar su negocio junto a su familia.
Sin embargo, esto no es tarea fácil, los bancos requieren una serie de requisitos difíciles de cumplir para las personas que no laboran en un ambiente formal.
“Por la Semana Santa la atención en los bancos es irregular y no nos han atendido, pero si nos prometieron que nos podían dar crédito”, explica el vendedor al momento que observa las láminas chamuscadas de lo que fue su puesto de venta.
“Lo único que tengo para pedir crédito en el banco son los papeles de la casa —escrituras— y si es necesario los voy a entregar. Sé que con la ayuda de Dios vamos a salir adelante”, afirma González, quien ya contrató a un albañil para que le ayude a reconstruir su local.
La historia del hombre se repite una y otra vez entre los vendedores que fueron afectados, quienes reconocen que “la vida los golpeo duramente, pero no de muerte” y con fe afirman que lucharán por salir adelante.
Debido a la vulnerabilidad que representa armar un puesto con parales, lámina y plástico, algunos de los afectados optaron por reconstruir su local con block y cemento, un esfuerzo que les costará al menos Q10 mil más.
La labor de descombramiento ya finalizó y la mayoría de vendedores —generalmente un puesto es administrado por una familia— se encuentra en el lugar para ayudar en la reconstrucción de los locales.
Algunos indican que personeros de la Municipalidad llegaron al lugar y ofrecieron apoyarlos, otros ignoran que eso haya pasado pero lo cierto es que estas familias no esperan la ayuda de nadie para empezar a resurgir de las cenizas.
Siniestro
En el incendio del pasado viernes también se tuvo que lamentar la muerte Ángela y Verónica, de 15 y 13 años respectivamente, quienes dormían en uno de los locales, acondicionado para vivir y vender plátanos y ropa usada.
Ángela ya cursaba el ciclo básico en un establecimiento del sector, su hermana estaba en sexto primaria, según informaron familiares.
El papá murió hace dos meses y desde entonces estaban al cuidado directo de la hermana mayor, Emilia Francisca que salió ilesa del siniestro, mientras la madre trabajaba.
Las niñas para ayudar en la economía familiar vendían plataninas por la mañana, por la tarde estudiaban.
La madre trabaja para la municipalidad de Guatemala, en el programa Limpia y Verde; se encontraba ya en sus labores cuando sucedió la tragedia.
Según Rigoberto Luna, uno de los locatarios, el fuego habría comenzado allí; las niñas junto a su madre vivían en el local y no tenían electricidad, se alumbraban con candelas y sería una de estas que cayó y así comenzó el incendio.
Desolación
El 25 de marzo de 2014 un gigantesco incendio desoló el segundo nivel del edificio central del mercado La Terminal, los cuerpos de socorro, lucharon por más de ocho horas para controlar las llamas.
La estimación final es que el siniestro consumió mil 263 locales comerciales y dejó varios millones de quetzales en pérdidas.
En esa ocasión no se lamentó la muerte de ninguna persona pero, cientos de vendedores perdieron todo.
Pese a que en un principio la Municipalidad de Guatemala comenzó un plan de reconstrucción, los vendedores optaron por declinar esa oferta y esperar la ayuda que prometió la Vicepresidencia, esta nunca llegó.
Actualmente los vendedores que ocupaban la planta alta del edificio se colocaron a un costado de la estructura —en el estacionamiento —, improvisaron pequeños locales y atienden a las personas que visitan el mercado.