“Es una gran gracia para mi estar rodeado en este último pedazo de camino, a veces un poco fatigante, de un amor y una bondad tales que no habría podido imaginar”, escribe el alemán.
Desde su revolucionaria dimisión en febrero de 2013, Benedicto XVI vive su jubilación en un pequeño monasterio en el Vaticano en compañía de cuatro religiosas y de su secretario personal Georg Gänswein.
Este último anunció hace dos años que el papa emérito se estaba “apagando como una vela, lenta y serenamente”.
Celebra la misa todos los días, reza mucho, recibe visitas dosificadas y responde a un voluminoso correo. Además, escucha los informativos televisados vespertinos y recibe varios diarios católicos así como publicaciones de teología.
“Ya no controla sus manos, no puede tocar el piano, ve muy mal, pero tiene una lucidez perfecta, se acuerda de todo”, describió el año pasado un alto prelado del Vaticano.