Economía

2017 el año de la criptomanía

El bitcoin salió de las sombras en 2017 y sedujo a Wall Street y a inversores individuales aunque muchos no sepan muy bien de qué se trata.

Desde su creación en 2009, el bitcoin se cotiza en internet y sin ningún tipo de reglamentación ni respaldo institucional. (Foto Prensa Libre: AFP)

Desde su creación en 2009, el bitcoin se cotiza en internet y sin ningún tipo de reglamentación ni respaldo institucional. (Foto Prensa Libre: AFP)

Su creciente valor también está haciendo que las autoridades consideren tomar acciones luego de años de limitarse a pedir cautela ante esa criptomoneda.


En enero cada bitcoin valía un dolar pero en diciembre llegó a 16.000 dólares, en un ascenso tan brutal que genera el miedo a una burbuja aún en los medios financieros más acostumbrados a la especulación y la volatilidad.

“El bitcoin sigue siendo una gran tómbola”, dijo Nigel Green de la firma deVere Group.

“Un activo que sube casi verticalmente normalmente dispara las alarmas de los inversores”, aseguró.

No obstante, dijo que el alza del bitcoin demuestra la fortaleza de la demanda mundial por esa criptomoneda.

El 10 de diciembre quedó bajo los reflectores de los grandes mercados, cuando comenzaron a transarse contratos a futuro en bitcoins en el mercado de Chicago.

“Este fue el año en que el bitcoin y otras criptomonedas se tornaron legítimas”, dijo Timothy Enneking de Crypto Asset Management.

Basado en la tecnología conocida como “blockchain” o “cadena de bloques”, el bitcoin está generando su propio espacio en el mercado. En algunas ciudades, se pueden usar bitcoins para pagar en comercios y hasta para comprar autos o, incluso, casas.

Remi Roux, de 33 años, invirtió hace poco en bitcoin y en otras criptomonedas como ethereum y litecoin.

“Lo hice para repatriar mi dinero a Francia sin pagar comisiones”, dice Roux, una experta en genética de la Universidad de Nueva York que sostiene que son atroces las tarifas que cobran los bancos por transferir dinero.

Roux tiene el equivalente a unos 20.000 dólares en criptomonedas; casi el triple de lo que invirtió. Para evitar desagradables sorpresas, instaló en su teléfono una aplicación que le informa inmediatamente sobre cualquier variación inesperada de precios.

“Si eso ocurre, yo vendería tan rápido como sea posible”, explicó.

Los defensores del bitcoin quieren pedir a las autoridades reguladoras que les autoricen un mercado que permita que los inversores comunes y corrientes vuelquen allí sus ahorros.

“Eso sería un paso enorme”, dijo Bob Fitzsimmons de Wedbush Securities quien admitió que aún puede llevar bastante tiempo.

La regulación que quiere la industria

Grandes bancos, que a menudo avalan riesgosas transacciones, desconfían. Indican que no hay transparencia para determinar el tipo de cambio del bitcoin y temen que eso genere manipulaciones.

Desde su creación en 2009, el bitcoin se transa en Internet y sin ningún tipo de reglamentación ni respaldo institucional.

A diferencia de las monedas nacionales, no tiene un banco central detrás sino una red de “mineros” que realizan complejos cálculos en computadoras diseminadas por todo el mundo.

Los pagos se hacen sin intermediarios y no se piden datos personales.

Ese anonimato y la falta de reglamentaciones atraen a traficantes y otros delincuentes que buscan lavar fondos fuera de los circuitos convencionales.

Kathryn Haun, directiva de la plataforma de monedas digitales Coinbase, dijo que es erróneo pensar que la industria se opone a las reglamentaciones.

“Lo que la industria no quiere es una reglamentación que no tenga certidumbre”, dice esta exfiscal federal.

Antes de meterse en esas transacciones, la mayoría de los fondos de alto riesgo y otras entidades quieren saber cómo los mercados y los contralores financieros perciben a los criptoactivos.

“Hay muchos que están a un costado esperando tener más claridad regulatoria y cuando la tengan veremos un mayor interés institucional y de las empresas”, dijo.

Haun compara el temor al bitcoin a lo que ocurría cuando internet comenzaba a crecer en la década de 1990.

“Bastante rápidamente el buen uso superó al mal uso”, concluyó.

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