A simple vista, parece que lo peor ha pasado.
Cuando el ojo de un gran huracán como Dorian toca tierra, los que viven dentro de la zona que cubre el centro de la tormenta ven regresar la calma.
Generalmente, cesan los vientos y las lluvias, el cielo se despeja e incluso, sale el sol o se ven las estrellas si ya se hizo de noche.
Pasó, de hecho, desde el domingo en Bahamas: luego de horas de vientos feroces, marejadas bíblicas y lluvias intensas, muchos de los habitantes de las islas Ábaco y Gran Bahama creyeron que Dorian se alejaba.
En las redes sociales comenzaron a circular videos de personas que salían de sus casas a filmar los desastres que el huracán había dejado.
A tal punto llegó que el Centro Nacional de Huracanes (NHC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos usó sus redes sociales e incluso sus boletines para llamar a precaución y pedirles a los fotógrafos aficionados que tomaran refugio.
“IMPORTANTE: Hemos visto videos en las Ábacos de personas que se aventuran en el ojo de Dorian. Todos deben refugiarse de inmediato ya que los vientos aumentarán rápida e impredeciblemente después de que pase el ojo”, escribió el NHC en Twitter.
En efecto, pocas horas después volvieron las lluvias y los vientos con una fuerza peor de la que habían experimentado hasta entonces.
Y por más de 24 horas siguió diluviando en Bahamas y, según medios y autoridades, la devastación es considerable.
Pero, ¿cómo se explica la calma que vivieron muchos por varias horas antes de que volviera la tempestad?
Para comprender la calma en el ojo de los huracanes es preciso entender la propia estructura de estas tormentas.
Los huracanes se forman a partir de centros de bajas presiones atmosféricas en aguas cálidas alrededor de los cuales comienzan a circular fuertes corrientes de aire.
Cuando el agua del océano se calienta, el aire se eleva y forma remolinos para rellenar la baja presión que esto crea.
Esto hace que se succione el aire hacia adentro y hacia arriba, lo cual refuerza la baja presión en el centro.
Así, cuando la velocidad del viento aumenta a 128 km/h, se crea una especie de “vacío” que los meteorólogos llaman “ojo”, dado que tiene una forma casi circular.
El mecanismo exacto que genera el centro es todavía un tema de controversia y sujeto a varias teorías.
Para ilustrarlo con un ejemplo cotidiano, es como una una secadora de ropa: a medida que gira, en el centro se crea un vacío. Algo parecido pasa en los huracanes, donde varias fuerzas, entre ellas la centrífuga, hacen que el centro sea un lugar despejado.
https://twitter.com/NOAA_HurrHunter/status/1168365343103959040
También pasa que en el ojo, dada la presencia de alta temperatura y aire caliente, el agua evaporada es arrastrada rápidamente hacia arriba, lo que origina un aire seco, incapaz de condensarse y por ende, generalmente no genera nubes.
En la actualidad, la presencia de satélites y radares permite seguir el ojo de los huracanes en todo momento.
Y los aviones de reconocimiento generalmente entran a ellos para tomar datos (su presión es uno de los principales indicadores de aumento de la intensidad).
Sin embargo, hay señales que te podrían ayudar a detectar que estás en el centro de un huracán (si tuvieras las herramientas para medirlo):
La proverbial calma en el ojo de los huracanes ha dado título desde libros hasta canciones.
Así se llama un tema de Soda Stereo y una película de 2014, que de una forma u otra, también anuncian que lo peor está por venir.
Sin embargo, la causa de que después del ojo generalmente venga la parte más intensa de la tormenta hay que buscarla en la física.
Para que tengas una idea, fíjate hacia dónde rota el agua cuando se va por el desagüe de tu ducha o fregadero.
Si vives en el hemisferio norte, siempre rotará en el sentido contrario a las manecillas del reloj y si vives en el sur, pasará lo contrario.
La causa detrás de esto fue descubierta en el siglo XIX y se le conoce como efecto Coriolis y es resultado del movimiento de la Tierra sobre su eje.
Esta fuerza es la que hace que los huracanes en el hemisferio norte giren en contra de las manecillas del reloj.
Según explica la NOAA, a esto se debe que la mayor intensidad de sus vientos se acumule del lado derecho, debido al propio efecto de Coriolis, que contribuye a la generación de remolinos de viento en ese lado.
“Un huracán con vientos sostenidos de 145 km/h, mientras se encuentra estacionario, va a generar vientos hasta 160 km/h en el lado derecho y solamente de 130 km/h en el lado izquierdo si comenzará a moverse (en cualquier dirección)”, señala la NOAA.
Pero hay otro elemento que hace que después del ojo vengan también lluvias y vientos de gran intensidad.
Y es que el centro de los huracanes está delimitado por una estructura de nubes de tormenta.
Son los llamados cumulonimbos, unas nubes de gran desarrollo vertical, que son una pesadilla para los pilotos.
Estas nubes forman lo que se denomina pared del ojo, que tiene los vientos más fuertes a nivel de la superficie en el ciclón tropical.
Por eso, generalmente los meteorólogos sugieren tomar resguardo cuando pasa el ojo, porque de forma repentina pueden llegar esta pared de tormentas y comenzar la verdadera pesadilla.