Las escuelas de samba de Río de Janeiro cerraron la madrugada del martes dos noches de deslumbrantes desfiles, marcados por el rescate, en clave de 'saudade' o de grito de guerra, de héroes y mitos relegados por la historia oficial.
Memoria aún candente de la esclavitud, críticas a la intolerancia religiosa y recuperación de expresiones de la cultura popular fueron las asumidas respuestas de los “enredos” (temas) a la ola neoconservadora que hace tres años puso a un exobispo evangélico al frente de la alcaldía de Río y este año al ultraderechista Jair Bolsonaro en la presidencia de Brasil.
Las procesiones de carrozas alegóricas, sofisticados disfraces, abundancia de purpurina y mucha sensualidad fueron, como siempre, las armas con las que cada escuela, con 2.500 a 4.000 participantes, despertó el entusiasmo de los 72.000 espectadores que colmaron durante dos noches el Sambódromo, de la Avenida Marqués de Sapucaí.
Mangueira, una de las escuelas más populares, propuso en sus carrozas una revisión de A a Z de las lecciones de historia escolar. Los imponentes patriarcas enmarcados en un muro, al ser arrancados de su lugar para ser reemplazados por indígenas, resultan ser enanos.
El cuestionamiento a las páginas de la historia abarcó desde la colonización europea, presentada como un cementerio de pueblos indígenas, hasta un grafitti delante de una biblioteca que reza: “Dictadura asesina”, un ataque frontal al régimen militar (1964-85) reivindicado por Bolsonaro, un exmilitar.
Un diputado de Rio, Rodrigo Amorim, del PSL (el partido de Bolsonaro), denunció en declaraciones al diario carioca Extra una tentativa de la izquierda de “imponer una dictadura cultural” en estas tradicionales expresiones populares.
A lo cual el ‘carnavalesco’ (director y coreógrafo) de Mangueira, Leandro Vieira, respondió: “Dictadura cultural es la que trata de imponer la supremacía de las versiones históricas en las cuales indígenas, negros y pobres ocupan lugares subalternos, sin alcanzar la importancia que tendrían si entendiéramos el país que somos”.
Esta “historia que la historia no cuenta” rindió homenaje a Marielle Franco, la concejal negra y homosexual que denunciaba la violencia policial en las favelas y fue acribillada a balazos hace un año, sin que hasta ahora se haya descubierto a los culpables.
Su viuda, Mónica Benício, desfiló en la última ala de Mangueira.
“La única concejal negra que cargaba en su cuerpo las causas que defendía -era mujer, negra, nacida en la favela, lesbiana-, fue ejecutada. [Estar aquí] es una forma de resistencia y de reclamar justicia”, dijo Benício a la AFP poco antes del desfile.
Otra escuela, Vila Isabel, también recordó a Franco al celebrar el fin de la esclavitud en uno de sus carros, en el que desfilaron familiares de la concejal que exhibieron una bandera con la inscripción “Marielle presente”.
Los desfiles de la segunda noche fueron abiertos por Sao Clemente, con un enredo que lamenta la mercantilización del carnaval, en detrimento de sus orígenes populares.
En su desfile, las mujeres de la tradicional ala de las ‘bahianas’, llevaban en sus faldas de ruedo un aviso de alquiler.
El último carro alegórico de Sao Clemente criticó frontalmente a la alcaldía, que en los últimos tres años recortó hasta en 50% los recursos públicos destinados al carnaval. “Aló Alcaldía, el carnaval es nuestra cultura”, ironizaba una de las pancartas colgadas en la carroza.
En carnaval “todos se mezclan, sin prejuicios de raza, género… es muy bueno”, afirma Maria Luiza Moura, de 19 años, sin esconder su emoción por desfilar por primera vez, junto a su madre, con la procesión de Sao Clemente, disfrazadas de cronómetro, como crítica a las estrictas normas que rigen los desfiles.
Cada “escola” tiene hasta 75 minutos para recorrer los 700 metros del Sambódromo y deslumbrar a un jurado que puntúa categorías como percusión, vestuario y tema del desfile, entre otros.
Portela, que este año cumple 96 años, salió a buscar su 23er título con un majestuoso desfile dedicado a la cantante Clara Nunes, ícono musical de los años 70 y primera artista en defender públicamente las religiones afrobrasileñas.
La noche anterior, Salgueiro consagró su “enredo” (tema) al dios del candomblé Xangó -patrón de la justicia- y cerró la procesión ondeando banderas con mensajes contra la corrupción, a favor del feminismo, de la igualdad, la libertad y la diversidad sexual.
Vila Isabel también apeló a la nostalgia al recordar el esplendor del Brasil imperial, ambientado en la ciudad de la región serrana de Rio Petrópolis.
Paraíso do Tuiutí, vicecampeona en 2018, presentó un irónico enredo titulado “El salvador de la patria”, encarnado en un chivo Ioiô, “nordestino, barbudo, bajo, de origen pobre, amado por los humildes, los intelectuales, incomodó a la élite y fue condenado a convertirse en símbolo de identidad de un pueblo”.
Una descripción que para muchos remite al encarcelado expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva. A lo cual el carnavalesco de grupo respondió, citado por O Globo: “Puede ser. Puede no ser”.
Con información de: AFP