“Los guardias de seguridad que custodiaban la entrada entablaron un tiroteo con los asaltantes que duró varios minutos. Se produjo una fuerte explosión en medio del ataque”, explicó un testigo que prefirió no ser identificado.
La sede pudo ser desalojada con celeridad y las fuerzas de seguridad persiguieron a los asaltantes por las calles, agregó Omar sin revelar más detalles sobre la suerte de los atacantes.
Hasta el momento ningún grupo ha asumido la autoría del ataque, el primero de esta naturaleza que se produce en meses en la capital libia y que ocurre apenas dos días después de que la comunidad internacional apoyara el proceso impulsado por la enviado especial de la ONU a Libia, Ghassem Saleme.
La Comisión Electoral Libia es un cuerpo formado por la ONU que tiene como principal función registrar a los libios que deseen votar en las próximas elecciones presidenciales y legislativas, para las que aún no hay fecha concreta.
El proceso forma parte de un nuevo plan de paz y reconciliación lanzado por el propio Saleme tras ser designado para el cargo en septiembre de 2017 y que el diplomático libanés pretende se celebre este año pese a la situación de inseguridad que vive el país.
Expertos locales y analistas internacionales creen, sin embargo, que nos es posible llevar a cabo la consulta a corto plazo y dudan de su efectividad al recordar que en 2014, con una situación de seguridad más propicia, apenas votaron 630.000 personas, un diez por ciento de la población libia.
Aquellas elecciones sumieron Libia en la división política y el caos que vive hoy, ya que el entonces gobierno islamista en Trípoli no reconoció el nuevo Parlamento, que se vio obligado a instalarse en la ciudad oriental de Tobruk.
En septiembre de 2015, y tras un proceso de diálogo fallido, la ONU forzó un acuerdo y creó el llamado Gobierno de Acuerdo Nacional, que desde abril de 2016 está establecido en la capital, pero apenas tiene apoyo en el resto del país.
En la actualidad, el hombre fuerte es el mariscal Jalifa Hafter, un exmiembro de la cúpula que aupó al poder a Muamar al Gadafi, el dictador derrocado en 2011, pues controla el Parlamento en Tobruk y los principales recursos petroleros.
Hafter, que en los 80 fue reclutado por la CIA y trasladado a Estados Unidos, donde se convirtió hasta 2011 en el principal opositor a Gadafi en el exilio, dijo en enero pasado a la revista “Jeune Afrique” que “Libia no está madura para las elecciones”.
Además de la división política, el país está sacudido por la presencia de numerosos grupos yihadistas y por la actividad de grupos de contrabandistas de personas, armas y combustible que sostienen su economía.
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